– Sabemos donde esta -respondio.
Estaba con una mujer americana a la que alguien mas estaba ayudando. Y el hombre era mucho mejor que cualquiera que Kosanisky hubiera contratado en su vida.
– Pagaron un extra de quince mil dolares sobre el precio normal -le recordo Stork-. No quiero tener que devolverlo.
– No. No tendras que hacerlo.
– Me alegro de oirlo. Tienes cuarenta y ocho horas para encontrar a esa nina. Si no lo haces, lo lamentaras. ?Me he expresado con claridad?
Kosanisky penso en el agua fria del rio y en cuantos desaparecian en sus turbias profundidades.
Capitulo 11
Liz y David recorrieron con Natasha el camino hacia el aparcamiento subterraneo, donde los estaba esperando un coche diferente y dos hombres.
– Refuerzos -dijo el y le presento a los dos agentes. Uno era ruso y el otro norteamericano. Ella sonrio y les estrecho la mano, pero unos segundos despues ya no recordaba sus nombres.
Era el miedo. Aquella emocion oscura no le dejaba pensar, respirar ni albergar esperanzas. Alli fuera habia unos extranos que querian llevarse a su hija y ella tenia miedo de no poder detenerlos.
David condujo hasta el orfanato por carreteras secundarias y callejones. Por fin llegaron al edificio. El agente norteamericano salio del vehiculo y se quedo cerca, mientras el ruso desabrochaba el cinturon de la silla de Natasha. Mientras se la entregaba a Liz y a David, tres hombres se acercaron a ellos. Eran altos y amenazadores y uno de ellos llevaba una pistola.
– El bebe. ?Ahora!
Aquellas palabras fueron pronunciadas en voz muy baja, pero Liz asimilo el significado. Su miedo se intensifico. No podia moverse, lo unico que podia hacer era observar el canon del revolver que los estaba apuntando. Supo que moriria pronto, porque no estaba dispuesta a entregar a Natasha.
David se acerco a ella. Aunque Liz no se volvio, sintio su presencia. Inesperadamente, el hizo un movimiento agil y le dio una patada al hombre armado en el brazo. La pistola salio volando. Entonces, ella sintio que alguien la empujaba hacia el orfanato. Cuando hubo entrado en el vestibulo pudo darse la vuelta y se dio cuenta de que el agente norteamericano la estaba dirigiendo hacia el interior del edificio.
– David -jadeo ella.
– Estara bien.
– Pero eran tres.
El hombre, alto y rubio, le sonrio.
– No se preocupe.
Torcieron una esquina y se encontraron con Maggie.
– Estaba mirando por la ventana y he visto lo que ha ocurrido. ?Estas bien?
– Si -respondio Liz-. Gracias a el -dijoy se volvio hacia el hombre-. Lo siento, pero no recuerdo su nombre.
– Robert.
– Muchisimas gracias por todo.
– Solo he hecho aquello para lo que estoy entrenado.
Liz no estaba muy segura de querer saber en que consistia su entrenamiento. Siguio a Maggie hasta la guarderia, donde puso a Natasha en una cuna. Despues se inclino hacia ella.
– No te preocupes -le dijo Maggie para intentar calmarla, al darse cuenta de que estaba temblando incontroladamente-. Natasha y tu estais bien.
– Si, pero, ?por cuanto tiempo? -Liz apreto los punos con fuerza e intento no llorar-. ?Cuando volveran? ?Que ocurrira despues?
– Que los encontraremos -dijo David desde la puerta.
Liz actuo por instinto. Se dio la vuelta y lo abrazo. El le devolvio el abrazo.
– Se fuerte, Liz -le pidio-. Es la unica forma de vencer a esos miserables.
Era un buen consejo, pero Liz no estaba segura de poder seguirlo durante mucho mas tiempo.
– ?Se han escapado? -pregunto Robert.
– Si. Casi los teniamos, pero salieron corriendo. Dimitri fue tras ellos, pero no creo que encuentre nada -David se aparto y miro a Liz-. Voy a dejar a Robert aqui para que vigile.
Ella asintio. Habria preferido que se quedara David, pero sabia que tenia que trabajar.
– Estaremos bien.
El sonrio.
– No sabes mentir.
– Tengo que practicar.
– No sera necesario. Cuando vuelva a la oficina, voy a ver que puedo hacer para que otro juez se haga cargo de este caso y Natasha y tu podais salir de aqui cuanto antes -le dijo y le dio un beso en la mejilla-. Ahora tengo que irme.Tienes mi numero si necesitas hablar conmigo. Volvere en un par de horas.
Ella asintio y vio como se marchaba. Tenia ganas de llamarlo, pero la parte sensata de su cabeza le dijo que seria mejor acostumbrarse a estar sin David. En cuanto se marchara de Moscu, el estaria fuera de su vida para siempre.
A los pocos minutos de que David saliera, el otro hombre que los habia acompanado al orfanato entro en la guarderia. Era alto y musculoso y tenia rasgos eslavos. Cuando Liz se volvio hacia el, sacudio la cabeza.
– Los he perdido -dijo en ingles, con un fuerte acento ruso-. David me pidio que hiciera guardia por el jardin y por el edificio -anadio y miro a Maggie-. ?Necesitas ver mi identificacion?
Parecio que ella se sentia incomoda, pero asintio. Despues, estudio la placa que el le mostro.
– Se que estas aqui para proteger a Natasha y a Liz -le dijo la asistenta social-. Pero por favor, recuerda que aqui hay muchos ninos, asi que no ataques a todo lo que salga corriendo de un armario.
El hombre sonrio, mostrando sus blanquisimos dientes.
– Tendre cuidado -prometio.
Hubo algo en su voz, algo grave y seductor. Liz tardo un instante en darse cuenta de que estaba mirando fijamente a Maggie de una forma que no tenia nada que ver con el trabajo y todo con el hecho de ser un hombre y estar en presencia de una mujer atractiva.
Liz miro a uno y al otro. Tenia sentido. Maggie tenia menos de treinta anos, era muy guapa y a juzgar por la ausencia de alianza en su dedo anular, soltera.
Liz se levanto.
– Voy a estirar las piernas durante un rato. ?Puedo pasear por el jardin?
Dimitri asintio.
– Si, pero no salgas mas alla de la verja.
– Por supuesto que no.
No tenia planeado hacerlo. Ademas, no era ella la que le interesaba a aquellos tipos que estaban esperando fuera.
Debido a que llevaba varios dias encerrada, estaba ansiosa por disfrutar del sol y del jardin. Se alejo un poco del area de juegos de los ninos y se dirigio hacia el pequeno huerto que cultivaban los empleados del orfanato. Vio judias verdes, tomates, zanahorias, patatas y remolachas. Cuando paso junto al pequeno cobertizo en el que seguramente se guardaban las herramientas y las semillas, percibio un movimiento extrano por el ventanuco y oyo un crujido de la madera. Al acercarse aun mas a la puerta, alguien salio cojeando a la luz del sol.
– ?Sophia!
Liz reconocio el miedo en los ojos de la muchacha justo cuando se volvia para echar a correr.
– ?No te vayas! -le dijo Liz-. Por favor, quiero ayudarte.
Sophia se volvio lentamente. Liz se estremecio al ver los moretones que tenia en la cara y el tremendo