amarilla un poco ajustada. David supo que estaria distraido todo el dia.

– ?Estas preparada?

– Si. ?Cuales son los planes? -le pregunto ella.

– ?Viste mucho de la ciudad cuando estuviste aqui?

Ella rebusco la llave de la habitacion en su bolso. Despues cerro y lo siguio por el pasillo.

– Casi nada. Entre el desfase horario y conocer a Natasha, apenas me movi. Por eso he venido un poco antes esta vez, para poder ver algo de la ciudad y estar mas relajada.

El la guio hacia las escaleras.

– Vas a adoptar a una nina. ?Como vas a poder estar relajada?

– Buena observacion. Basicamente, soy una turista que no sabe nada y que ha visto menos aun.

El le dio la mano.

– Entonces, confia en mi. Te ensenare lo mas importante y hare que tengas una idea general de la ciudad y despues te llevare a un lugar que nunca olvidaras.

– Estupendo.

El la acompano hasta un pequeno coche verde, aparcado al final de la calle. Mientras se ponian en marcha, Liz sintio un escalofrio de emocion. Estaba mas lejos de casa que nunca, en compania de un hombre guapo, comenzando una aventura que iba a cambiar su vida. ?Que podria ser mejor que aquello?

– Cuentame como es vivir aqui -le pregunto mientras tomaban una curva y salian a una avenida llena de trafico-. ?Tienes mucho contacto con los rusos?

– Lo intento. Cuando llegue aqui, sabia mucho en teoria, pero no tenia practica con otra cultura -respondio David y le lanzo una sonrisa-.Ahora soy practicamente un nativo.

– Seguro que si. Dime algo en ruso.

El la complacio con una larga frase y ella le guino un ojo.

– Muy bien, ?que has dicho?

– Que este es el dia perfecto para pasarlo con una mujer bella. Despues he dicho algo sucio que no puedo repetir.

Ella se rio.

– Me parece muy bien. Entonces, cuentame cosas de la gente de esta ciudad.

– Son acogedores y amables, incluso con los extranos. Sobre todo con los extranos. Cuando vas a casa de alguien, siempre hay mucho vodka y platos y platos de comida. Los invitados llevan un regalo. La gente es muy leal a su cultura y a su historia. Los rusos prefieren sus propias marcas. ?Ah! Y cuando lleves flores, lleva siempre un numero impar. Aqui nadie quiere una docena de rosas.

– Interesante.

Cruzaron un rio muy ancho y David comenzo a senalarle diferentes edificios. Habia museos, teatros y mas iglesias de las que ella hubiera creido posible, cada una mas preciosa que la anterior.

– La embajada americana -dijo el, senalando hacia la izquierda-. Estuviste aqui anoche.

– Es el lugar al que debo correr si me meto en problemas, ?no? -pregunto Liz con una suave carcajada.

– Por supuesto. No lo dudes ni un segundo. Si ocurre algo, ven aqui.

Lo dijo con tanta vehemencia que Liz se estremecio.

– ?Es que quieres asustarme?

– Solo quiero que estes a salvo. La vida es muy diferente aqui que en Portland y debes tenerlo en mente.

– No te preocupes. Aparte de esta excursion, no hare otra cosa que ir y volver al orfanato para estar con Natasha. Dudo que vaya a tener problemas con eso.

– Bien.

Continuaron recorriendo la ciudad mientras el le ensenaba diferentes zonas. Finalmente, aparcaron y comenzaron a caminar.

Aquel era un precioso dia de junio, soleado y de temperatura agradable. David la llevo a una zona turistica donde habia gente de todo el mundo. Reconocio algunos de los idiomas que oyo, pero no todos.

– ?Te gusta vivir aqui? -le pregunto.

– Si.

– ?Cuanto tiempo te vas a quedar?

– No lo se con seguridad. Ya he alargado mi estancia dos veces. Podria volver a Estados Unidos si quisiera.

– ?Y quieres hacerlo, o el trabajo de espia es demasiado bueno?

El le tomo la mano y entrelazo los dedos con los suyos.

– Me gusta esto de ser James Bond. Funciona muy bien con las mujeres.

– Como si tu necesitaras ayuda en eso -respondio Liz y lo miro por el rabillo del ojo-. En serio, David, tu no eres un espia, ?verdad?

– Trabajo para el Departamento de Informacion.

– ?Y?

– Y esto es lo que queria que vieras.

Dejo de caminar y senalo hacia la derecha. Liz estaba a punto de quejarse porque el no habia respondido de verdad a su pregunta, cuando se volvio y vio la estructura mas asombrosa que habia visto en su vida.

El edificio era muy grande, una masa de colores y de cupulas de diferentes formas. Algunas partes le resultaban familiares, como si lo hubiera visto en fotografias o en la television.

– La catedral de San Basilio -dijo David-. Fue construida en el siglo XVI por Ivan el Terrible. Se dice que ordeno que dejaran ciegos a los arquitectos cuando terminaron, para que no pudieran volver a hacer una iglesia tan bella nunca mas.

– Ese hombre se gano el titulo.

– De todas las formas imaginables.

David la acompano hacia la iglesia. Liz no podia creer lo maravilloso que era el interior, desde las flores pintadas en las paredes hasta todos los iconos. Algunas partes del templo estaban en proceso de restauracion y Liz se acerco a la caja de recaudacion para las obras.

– Se quedaran intrigados -dijo David, cuando ella termino de meter un billete de cinco dolares.

Liz parpadeo.

– ?Vaya! Rublos, ?no? Cambie dinero antes de venir, pero se me olvido en la habitacion. No soy una viajera muy sofisticada.

El se rio y la atrajo hacia si.

– Yo te cuidare. Y hablando de eso, ?no tienes hambre? Puedo ofrecerte desde un restaurante de cocina rusa tradicional hasta un lugar donde dan una comida tex-mex bastante decente.

– Vamos por lo tradicional -dijo ella, con una sonrisa-. Siempre me han gustado las remolachas.

El restaurante era pequeno, oscuro e intimo. A Liz le gustaban las mesas de madera maciza, cubiertas con manteles blancos y las grandes sillas. David y ella estaban sentados junto a la ventana, con vistas a la calle. Los rayos del sol se reflejaban en el suelo de madera brillante.

– Aqui todo esta muy bueno -le dijo David, mientras le entregaba una carta.

Ella la abrio y se rio.

– Todo esta en ruso.

– Dijiste que querias lo tradicional.

– Entonces, tendras que traducirmelo.

– De acuerdo. ?Que te apetece?

Estaban sentados muy cerca el uno del otro. Sus rodillas se tocaban y sus brazos se rozaban. Aquella comida era muy diferente de la que habian compartido en Portland, pero para Liz habia similitudes: la necesidad de descubrir todo lo que pudiera sobre el al instante. La sensacion de que no tenian demasiado tiempo. El deseo que hervia bajo la superficie.

– ?Liz?

– ?Mmm? Ah, la comida. ?Por que no eliges por mi?

El hablo con el camarero y despues de encargar la comida, se volvio hacia ella y sonrio.

– ?Estas nerviosa por lo de manana?

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