Ella nunca habia imaginado lo exquisito que podia ser sentir la excitacion en la mente y el cuerpo al mismo tiempo. Pero tambien queria reir, y el contraste la mareo.

– ?Vas a quedarte ahi sentada toda la noche o vas a… moverte?

– Estoy pensando -contesto ella.

– ?En que?

– En si estoy preparada para que me excites.

– ?Necesitas mas excitacion?

– No estaria mal.

– ?Eso esta hecho! -La empujo hasta tumbarla de espaldas-. Nunca esperes que una mujer haga el trabajo de un hombre. -El vestido siguio subiendo hasta la cadera. El abrio las piernas de Isabel-. Lo siento, carino, pero no hay mas remedio que hacerlo -anadio, y antes de que ella pudiese decir nada, se inclino y hundio la cabeza en su entrepierna.

En la mente de Isabel empezaron a estallar cohetes. Dejo escapar un gritito grave y ronco.

– Vamos -susurro el contra su humeda piel-. Acabare muy pronto.

Isabel intento mantener unidas las piernas, pero si bien su cabeza lo ordenaba, sus rodillas no le respondieron, pues aquello era demasiado exquisito.

El hurgo con la lengua, se abrio paso con los labios, y una salvaje oleada de sensaciones hicieron sentir a Isabel que flotaba por encima de la cama. Podria haberle desagradado, pero no fue asi… y ahora volaba.

Cuando volvio en si, los boxers azul oscuro habian desaparecido. Ren la hizo colocar encima de el y la penetro, pero no del todo. Entonces su expresion se hizo mas tierna, y con una mano le aparto un mechon de pelo de la cara.

– Era imprescindible -dijo.

Para su sorpresa, ella pudo responderle, pero su voz fue apenas un carraspeo.

– Te dije que no queria sexo oral.

– Castigame.

Isabel tuvo ganas de reir, pero el estaba dentro y ella se sentia languida y excitada y lista para recibir mas placer.

– Solo me he puesto uno. -Senalo con la cabeza hacia el envoltorio de preservativo que habia sobre la cama-. Tendras que confiar.

– Adelante, dame placer. Bien pronto vas a dejar de bromear. -Se saco el vestido por la cabeza, sintiendo como Ren la penetraba casi hasta el fondo.

El se llevo sus dedos a la boca y los beso. Ella se quedo solo con el sujetador negro de encaje y el brazalete de oro con la inscripcion RESPIRA. Muy despacio, Isabel empezo a moverse, ejerciendo su poder, sintiendose una mujer capaz de satisfacer plenamente a un hombre como aquel.

Ren le desabrocho el sujetador y se lo saco para apreciar sus pechos. Despues la sujeto por el trasero alli donde sus cuerpos se unian y empezo a embestirla. Ella se inclino hacia delante para que pudiese besarla. Sus caderas seguian moviendose, e Isabel deseo que para el fuese tan maravilloso como lo estaba siendo para ella, asi que a pesar de fundirse en un beso, se esforzo por mantener la posicion y por moverse mas y mas despacio, conteniendo las fieras exigencias de su cuerpo.

La piel de Ren brillaba debido al sudor. Tenia los musculos en tension. Ella se movia despacio… mas despacio… Estaba agonizando, y el tambien, y podria haberla atraido con fuerza para acabar, pero no lo hizo, y ella sabia el esfuerzo que les costaba a ambos… Pero no dejo de moverse despacio.

Tan despacio que apenas se movia.

Solo la mas ligera friccion… la mas leve contraccion…

Hasta que…

… fue demasiado.

15

Las campanas de San Gimignano sonaron suavemente bajo la lluvia de la manana. La habitacion se habia enfriado durante la noche, e Isabel se acurruco bajo las sabanas, caliente y segura, protegida por las torres de vigilancia y los fantasmas de los creyentes.

La noche anterior habia sido una especie de peregrinaje para ella. Sonrio con la cara apoyada en la almohada y se tumbo de espaldas. Habia mantenido el control, y luego lo habia perdido, sin reparos y sin prejuicios, y cada minuto habia sido maravilloso. Ren se habia mostrado como un amante infatigable, lo cual no le sorprendio. La sorpresa fue que ella mantuviese su ritmo.

Ahora estaba sola en la habitacion. Con un bostezo, saco los pies de la cama y se dirigio al lavabo. Encontro la mochila de Ren abierta en el suelo bajo su chal negro ribeteado. Dentro de la misma habia un cepillo de dientes y pasta dentifrica. El lo habia previsto todo de antemano, algo que ella siempre apreciaba.

Tras una ducha rapida, se envolvio en una de las enormes toallas del hotel y rebusco en la mochila para ver si a Ren se le habia ocurrido traer un peine. No habia peine, pero si una liga de encaje roja.

El asomo la cabeza por la puerta.

– Una pequena muestra de afecto. En cuanto te la pongas, desayunaremos juntos.

– Ni siquiera son las nueve. Te has levantado muy temprano.

– El tiempo vuela. Y hay muchas cosas por hacer. -Le sonrio de un modo que dejaba a las claras que clase de cosas eran.

– Dejame sola mientras me visto.

– ?Que te gustaria hacer?

Ren nunca habia visto nada tan bonito como la doctora Fifi recien salida de la ducha, con los rizos enredados, las mejillas enrojecidas y la nariz brillante y pecosa. Pero no habia nada inocente en su curvilineo cuerpo o en la liga roja que colgaba de su competente mano.

La noche anterior habia sido una locura. Ella se habia comportado corno una dominatrix, dando ordenes sin parar, y tambien se habia mostrado flexible y blanda entre sus brazos. Jamas lo habia pasado tan bien con una mujer, y no podia dejar de pensar en repetir.

– Ven aqui.

– Oh, no. Tengo hambre. ?Que me has traido?

– Nada. Quitate esa toalla.

Ella hizo girar la liga en un dedo.

– Huelo cafe.

– Imaginaciones tuyas.

– No lo creo. Saldre en un minuto.

El cerro la puerta, sonrio de nuevo y saco de detras de la espalda la bolsa de papel que contenia el cafe y los bollos que habia comprado. El recepcionista le habia reconocido, lo cual le obligo a firmar algunos autografos para los parientes de aquel hombre, pero se sentia demasiado bien para preocuparse.

La puerta del bano se abrio de golpe, y casi se le vertio el cafe. Ella se asomo al umbral ataviada unicamente con el chal negro y la liga de encaje que el habia comprado el dia anterior.

– ?Era esto lo que tenias en mente?

– Es incluso mejor.

Ella sonrio, se encogio de hombros y el chal cayo al suelo.

Cuando finalmente tomaron el cafe, estaba frio como el hielo.

– Me encanta San Gimignano -dijo ella cuando iban de regreso a casa bajo la lluvia-. Podria haberme quedado para siempre.

El sonrio y puso en marcha el limpiaparabrisas.

– Me pagaras, ?verdad?

– Lo dudo. Si alguien tiene que pagar por atenciones sexuales, ese eres tu, porque soy condenadamente buena. Admitelo.

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