Ella aprecio la sonrisa en su mirada, y tambien el reflejo de toda su bondad.
– Espero que sea suficiente -anadio.
Se besaron con profunda ternura. El enredo los dedos en su pelo. Ella metio la mano entre su camisa para tocarle la piel. Se separaron lo suficiente para mirarse a los ojos. Todas las barreras entre ellos habian desaparecido.
Ella acerco su cara a la de el.
– Este es el momento en que la musica empieza a sonar y aparecen los titulos de credito.
El le sujeto la cara con las dos manos y la miro.
– Estas muy equivocada, carino. La pelicula acaba de empezar.
Epilogo
La malvada
El iba vestido de un modo mas sencillo, como correspondia a su clase social, con calzones de trabajo marrones y una camisa blanca de largas mangas.
– ?Mi senora?
Su profunda voz la hizo estremecer, pero en tanto que
– ?Te has banado? No me gusta el olor a caballo en mi dormitorio.
– Asi lo hice, mi senora.
– Muy bien. Deja que te mire.
Mientras el permanecia inmovil, ella le rodeo, dandole un golpecito en la mandibula con el dedo indice tras apreciar la perfeccion de su cuerpo. A pesar de su baja extraccion, evidenciaba cierto aire de orgullo al ser escrutado, lo cual la excito aun mas. Cuando ya no pudo resistirlo mas, le toco el pecho, despues apoyo sus manos en las nalgas de aquel semental y apreto.
– Desnudate para mi -ordeno.
– Soy un hombre virtuoso, mi senora.
– No eres mas que un campesino, y yo soy una
– ?Quemariais el pueblo solo para satisfacer vuestra malvada lujuria?
– Sin pestanear.
– Esta bien. Entonces tendre que sacrificarme.
– Si, maldita sea.
– No obstante… -De pronto, la malvada
– Caramba.
– A veces no merece la pena ser malo. -Se coloco entre sus piernas, la rozo, pero no la penetro.
Cuando ella levanto el brazo, un amplio brazalete de oro con la palabra CAOS grabada en su interior resbalo hasta topar con otro igual en su muneca, el que le recordaba que tenia que respirar; las dos mitades de su vida se habian unido por fin.
– Por favor, se cuidadoso -pidio.
– ?Para que luego te quejes? Ni hablar.
Dejaron de hablar y pusieron manos a la obra con lo que sabian hacer mejor. Se amaron entre apasionadas y suaves caricias, pronunciando dulces palabras que les transportaron a un lugar secreto que solo ellos conocian. Cuando finalmente se dejaron ir, se abrazaron sobre la amplia cama, a buen resguardo de los vientos del invierno que se colaban por toda la casa.
Isabel dejo el pie sobre la pantorrilla de Ren.
– Un dia de estos tendremos que empezar a comportarnos como adultos.
– Somos demasiado inmaduros. Especialmente, tu.
Ella sonrio.
Permanecieron tendidos durante un rato. Satisfechos. El susurro sobre su mejilla:
– ?Tienes idea de lo mucho que te quiero?
– Por supuesto que si. -Con un sentido de absoluta certidumbre, lo beso en los labios, y luego volvio a apoyar la cabeza en la almohada.
Ren la acaricio como si todavia no pudiese creerse que Isabel fuese suya.
– Lo estas haciendo, ?verdad?
Ella aprecio la risa que se ocultaba en su voz, pero siguio rezando. Se habia convertido en algo tan esencial como su respiracion. Oraciones de agradecimiento.
Cuando acabo, miro hacia la repisa de la chimenea encendida, donde reposaba el Oscar dorado que Ren habia recibido por
Ella tambien habia empezado a conocer sus propias capacidades.
Gracias a una excelente red de referencias, habia logrado mantener un reducido grupo de pacientes. Tal como se habia prometido a si misma, habia conseguido destinar parte del dia a pensar, rezar y divertirse. Estar casada con Lorenzo Gage era un desastre pero le llenaba. Sin duda, le llenaba por completo.
El salio de la cama y maldijo en voz baja al pisar un muneco de plastico. Al dia siguiente, acudirian al bautizo del segundo hijo de Giulia y Vittorio, un nino nacido catorce meses despues de su hermanito. Agradecieron la excusa para regresar a la Toscana. Adoraban su hogar en California, pero regresar a la Toscana era para ellos como volver a sus raices. Pasaban alli un mes en verano, junto a Harry, Tracy y los ninos, incluida Annabelle, la quinta y ultima, que habia nacido justo el dia de la boda de Ren e Isabel, que tuvo lugar en el jardin que se extendia bajo la ventana del dormitorio en que ahora se encontraban.
Ren recogio la ropa que habia dejado tirada y la metio en la cesta donde guardaba todo un surtido de interesantes disfraces, asi como algunos juguetitos picarones.
Rebusco en el armario, saco el camison de Isabel y se lo tendio.
– No sabes lo poco que me gusta darte esto…
Ella se lo puso por la cabeza mientras el se enfundaba el pantalon de un pijama de seda gris. Despues se acerco a la puerta, dejo escapar un largo y sufrido suspiro, y descorrio el cerrojo.
– ?Has leido el guion? -le pregunto mientras volvia meterse en la cama.
– Si -contesto ella.
– Ya sabes que voy a hacerlo, ?verdad?
– Lo se.
– Caray, Isabel…
– No puedes rechazarlo.
– ?Pero interpretar Jesus?
– Admito que sera un cambio. Era celibe y proclamaba la no violencia. Pero los dos amais a los ninos.