en Sterling, hasta el Tribunal Superior del condado de Grafton, en New Hampshire, y eso si cruzaba Orford a toda velocidad. Bajo la escalera en medias, con los zapatos de tacon en la mano y los informes que se habia llevado a casa el fin de semana bajo el brazo. Se recogio la melena cobriza y se la sujeto en la nuca con horquillas, transformandose en la persona que tenia que ser antes de salir a la calle.
Alex era jueza del Tribunal Superior de Justicia desde hacia treinta y cuatro dias. Habia creido que, despues de demostrar su valia como jueza de un juzgado de distrito durante los ultimos cinco anos, le resultaria mas facil. Pero con cuarenta anos seguia siendo la jueza mas joven del Estado. Y seguia viendose obligada a probar su ecuanimidad como jueza, pues su historia como defensora de oficio la precedia, y los fiscales daban por sentado que, de entrada, estaba del lado de la defensa. Cuando Alex se habia presentado para abogada de oficio, lo habia hecho con el sincero deseo de garantizar que en aquel sistema legal, las personas fueran inocentes mientras no se demostrase lo contrario. Nunca hubiera supuesto que, como jueza, ella no iba a contar con el beneficio de la duda.
El aroma a cafe recien hecho atrajo a Alex hasta la cocina. Su hija estaba inclinada sobre una taza humeante, sentada a la mesa, mientras leia un libro de texto. Josie parecia agotada, tenia los azules ojos enrojecidos, y su cabello color avellana recogido en una enmaranada cola de caballo.
– Dime que no has estado levantada toda la noche-dijo Alex.
Josie ni siquiera levanto los ojos.
– No he estado levantada toda la noche-repitio como un loro.
Alex se sirvio una taza de cafe y se dejo caer en la silla de delante de ella.
– ?No me enganas?
– Me has pedido que te dijera eso-repuso Josie-, no que te dijera la verdad.
Alex fruncio el entrecejo.
– No deberias tomar cafe.
– Y tu no deberias fumar.
Alex sintio que se ruborizaba.
– Yo no…
– Mama-suspiro Josie-, aunque abras las ventanas del bano, las toallas siguen oliendo a tabaco.
Levanto la vista, desafiando a Alex a que le echara en cara cualquier otro vicio.
Por su parte, Alex solo tenia el de fumar. No le quedaba tiempo para vicios. Le hubiese gustado poder decir con conocimiento de causa que Josie tampoco los tenia, pero eso no seria mas que aplicar el mismo prejuicio que el resto del mundo respecto a Josie: una estudiante excelente, guapa y popular, que conocia mejor que la mayoria de la gente las consecuencias de salirse del buen camino. Una chica destinada a hacer grandes cosas. Una joven que era exactamente como Alex habia esperado que fuera su hija al hacerse mayor.
Antes, Josie se sentia muy orgullosa de que su madre fuera jueza. Alex se acordaba perfectamente de cuando hablaba de sus exitos a los empleados del banco, a las cajeras del super, a las azafatas de los aviones. Le preguntaba acerca de sus casos y de sus decisiones. Pero todo eso habia cambiado desde hacia tres anos, cuando Josie habia comenzado el instituto, y el tunel comunicativo entre las dos habia ido cerrandose poco a poco. Alex no creia que Josie le ocultara mas cosas que cualquier otro adolescente a sus padres, aunque habia una diferencia: los otros padres solo podian juzgar a los amigos de sus hijos en sentido metaforico, mientras que Alex podia hacerlo legalmente.
– ?Que tienes hoy?-le pregunto Alex.
– Examen final. ?Y tu?
– Vistas de acusaciones-replico Alex. Entrecerraba los ojos por encima de la mesa, tratando de leer al reves el libro de texto de Josie-. ?Quimica?
– Catalizadores.-Josie se froto las sienes-. Sustancias que aceleran una reaccion, pero permanecen inmutables una vez esta se ha producido. Por ejemplo, si tienes monoxido de carbono e hidrogeno y echas zinc y oxido de cromo…?que pasa?
– Nada, solo una imagen fugaz de por que solo saque un aprobado en quimica organica. ?Ya has desayunado?
– Cafe-contesto Josie.
– El cafe no cuenta.
– Cuando
Alex sopeso los costes de llegar cinco minutos tarde, o de tener otra cruz negra en su computo cosmico global de buena madre. «?Una chica de diecisiete anos no deberia ser capaz de arreglarselas por si sola por las mananas?» Alex se puso a sacar cosas de la nevera: huevos, leche, tocino.
– Una vez presidi un caso de ingreso de urgencias en el hospital mental del Estado de una mujer. Su marido lo solicito despues de que ella metiera una libra de tocino en la licuadora y luego lo persiguiera por toda la cocina con un cuchillo en la mano y gritando: ?Bam!
Josie levanto la vista del libro de texto.
– ?En serio?
– Oh, puedes creerme, no seria capaz de inventarme algo asi.-Alex casco un huevo en una sarten-. Cuando le pregunte por que habia metido una libra de tocino en la licuadora, la mujer se quedo mirandome y luego me dijo que ella y yo debiamos de cocinar de maneras muy diferentes.
Josie se levanto y se apoyo contra el marmol mientras observaba a su madre preparar el desayuno. Las tareas domesticas no eran el punto fuerte de Alex, pero aunque no sabia como preparar carne a la cazuela, estaba orgullosa de saberse de memoria los numeros de telefono de todas las pizzerias y restaurantes chinos de Sterling que tenian servicio a domicilio.
– No te pongas nerviosa-dijo Alex en tono seco-. Creo que podre hacerlo sin incendiar la casa.
Pero Josie le quito la sarten de las manos y coloco en ella las tiras de tocino, como marineros en sus estrechas literas.
– ?Como es que vas asi vestida?-pregunto.
Alex se miro la falda, la blusa y los zapatos de tacon, y fruncio el cejo.
– ?Por que lo dices? ?Es que parezco Margaret Thatcher?
– No, quiero decir…?para que te molestas tanto? Nadie sabe lo que llevas puesto debajo de la toga. Podrias ir en pijama, por decir algo. O llevar ese sueter que tienes de cuando ibas a la universidad, con los codos agujereados.
– Lo vea o no la gente, se supone que debo ir…bien vestida. Bueno, de una forma juiciosa.
El rostro de Josie se nublo de forma fugaz, y se concentro en los fogones de la cocina, como si Alex no hubiera acertado con la respuesta adecuada. Ella se quedo mirando a su hija: las unas mordidas, la peca detras de la oreja, la raya del pelo en zigzag, y vio en ella a la pequena que apenas andaba y, en cuanto se ponia el sol, se apostaba en la ventana de casa de la ninera porque sabia que a esa hora era cuando Alex iba a recogerla.
– Nunca he ido al trabajo en pijama-reconocio Alex-, pero a veces cierro las puertas del despacho y me echo una siesta tumbada en el suelo.
Una sonrisa de sorpresa se dibujo lentamente en el rostro de Josie. La confesion de su madre era como una mariposa que se hubiera posado en su mano por accidente: algo tan etereo que no puedes fijar tu atencion en ello sin arriesgarte a perderlo. Pero habia kilometros que recorrer, y acusados cuyos cargos leer, y ecuaciones quimicas que interpretar, y cuando Josie dejo el tocino para que se escurriera sobre una servilleta de papel, el momento se habia evaporado.
– Sigo sin entender por que yo tengo que almorzar y tu no-murmuro Josie.
– Porque tienes que tener cierta edad para ganarte el derecho a arruinar tu vida.-Alex senalo los huevos revueltos que Josie estaba preparando en la sarten-. ?Me prometes que te lo comeras todo?
Josie la miro a los ojos.
– Te lo prometo.
– Entonces me voy.
Alex tomo su termo de cafe. Para cuando sacaba el coche del garaje marcha atras, su pensamiento estaba ya concentrado en la sentencia que debia dictar aquella misma tarde; en el numero de actas de cargos que le habrian sido asignados de la lista de casos pendientes; en las peticiones que le habrian caido como sombras sobre el escritorio entre el viernes por la tarde y aquella misma manana. Su atencion estaba fijada en un mundo muy alejado de su casa, donde en aquel mismo instante su hija arrojaba los huevos revueltos de la sarten al cubo de la