delante de la baranda, desviando la mirada.
– Senor O’Reilly-dijo Alex, quien al mirarlo reconocio al tipo del vestibulo. Estaba claro que ahora se sentia incomodo, al comprender con quien habia intentado flirtear-. Vaya, es usted el caballero que me ayudo hace un momento, ?no es asi?
El tipo trago saliva.
– Asi es, Su Senoria.
– De haber sabido que yo era la jueza, senor O’Reilly, ?habria dicho usted: «Eh, nena, me encantan tus zapatos»?
El acusado bajo la vista, indeciso entre lo politicamente incorrecto y la sinceridad.
– Supongo que si, Su Senoria-dijo al fin-. Son unos zapatos fantasticos.
La sala enmudecio por completo, a la espera de la reaccion de la jueza. Alex esbozo una amplia sonrisa.
– Senor O’Reilly-dijo-, no podria estar mas de acuerdo con usted.
Lacy Houghton se inclino por encima de los barrotes de la cama y coloco el rostro justo delante del de la sollozante paciente.
– Puedes hacerlo-le dijo con firmeza-. Puedes, y lo haras.
Despues de dieciseis horas de esfuerzos, todos estaban extenuados: Lacy, la parturienta y el futuro padre, quien afrontaba la hora H con el convencimiento de que alli era superfluo, de que en aquel preciso momento su esposa queria a la partera mucho mas que a el.
– Quiero que se coloque detras de Janine-le dijo Lacy-, y que le abrace por la espalda. Janine, quiero que me mires a mi y que vuelvas a empujar con fuerza una vez mas…
La mujer apreto los dientes y empujo fuerte, perdiendo toda conciencia de si misma en el esfuerzo por dar vida a otro ser. Lacy palpo con las manos abiertas la cabeza del bebe, que condujo a traves del precinto de piel, hasta pasarle con rapidez el cordon umbilical por encima de la cabeza sin dejar de mirar en ningun momento a la madre.
– Durante los proximos veinte segundos, tu bebe sera la persona mas joven del planeta-dijo Lacy-. ?Te gustaria conocerla?
La respuesta fue un ultimo empujon, el punto algido del esfuerzo, un rugiente deseo y un cuerpecito mojado, purpura y resbaladizo que Lacy alzo de inmediato hasta los brazos de la madre, para que cuando la pequena llorara por vez primera en esta vida, estuviera ya en disposicion de recibir consuelo.
La paciente rompio a llorar tambien, con unas lagrimas cuya melodia era por entero diferente, sin el dolor entretejido en ellas. Los recientes padres se inclinaban sobre su bebe, formando un circulo excluyente. Lacy retrocedio un paso y los observo. Una partera tenia todavia un monton de trabajo que hacer despues del momento del parto, pero en aquellos instantes deseaba poder contemplar a aquel pequeno ser. Donde los padres apreciaban una barbilla que se parecia a la de la tia Marge o una nariz como la del abuelo, Lacy veia una mirada despierta llena de sabiduria y de paz, tres kilos y medio de potencialidad no adulterada. Los recien nacidos le recordaban Budas en miniatura, con sus rostros repletos de divinidad. No duraba mucho. Cuando Lacy volvia a ver a aquellos mismos ninos al cabo de una semana, para la revision programada, se habian convertido en personas corrientes, aunque diminutas. Aquella beatitud habia desaparecido, y Lacy siempre se preguntaba adonde demonios habria ido a parar.
Mientras su madre estaba al otro lado de la ciudad, asistiendo al nacimiento del ultimo habitante de Sterling, New Hampshire, Peter Houghton se despertaba. Su padre llamo a su puerta con los nudillos al pasar por delante de su habitacion de camino al trabajo. Ese era el despertador de Peter. En el piso de abajo estarian esperandole un cuenco y un paquete de cereales; su madre no olvidaba dejarselo aunque la requirieran a las dos de la manana. Tambien habria una nota de ella, deseandole que tuviera un buen dia en el instituto, como si fuera tan sencillo.
Peter aparto las sabanas a un lado. Se acerco hasta el escritorio, con los pantalones del pijama puestos, se sento y se conecto a Internet.
Las palabras del correo electronico estaban borrosas. Alargo la mano en busca de sus lentes, siempre los dejaba junto al ordenador. Despues de ponerselas, se le cayo de las manos la funda sobre el teclado…Alli delante tenia algo que habia esperado no volver a ver jamas.
Peter pulso CONTROL ALT mas SUPRIMIR para borrarlo, pero seguia viendolo en su mente, incluso despues de que la pantalla se quedara en negro, despues de cerrar los ojos; aun despues de echarse a llorar.
En una ciudad de las dimensiones de Sterling, todo el mundo se conocia desde siempre. En cierto modo, era algo reconfortante, como si se tratara de una gran familia a la que a veces adorabas y a veces detestabas. En ocasiones, era algo que a Josie le hacia sentirse acosada: como por ejemplo en aquellos momentos en que hacia la cola en la cafeteria del instituto detras de Natalie Zlenko, una lesbi de marca mayor que, cuando iban a segundo curso, habia invitado a Josie a jugar y la habia convencido para que se pusieran a hacer pis en el cesped del jardin de delante como los chicos. «Pero que se creen», habia exclamado su madre cuando, al salir a buscarla, se las habia encontrado con el culo al aire y mojando los narcisos. Incluso ahora que habia pasado un decenio, Josie no podia mirar a Natalie Zlenko, con su pelo cortado a lo marine y su omnipresente camara de fotos, sin preguntarse si tambien Natalie se acordaria aun de aquello.
Detras de Josie estaba Courtney Ignatio, la chica diez del Instituto Sterling. Con su pelo color miel que le caia sobre los hombros como un chal de seda y los jeans de cintura baja comprados por Internet a Fred Segal, habia engendrado todo un entorno de clones. En la bandeja de Courtney habia una botella de agua y un platano. En la de Josie, un plato de patatas fritas. Era la segunda hora y, como le habia predicho su madre, estaba hambrienta.
– Eh-dijo Courtney en voz lo bastante alta como para que la oyera Natalie-, ?puedes decirle a la vagitariana que nos deje pasar?
Las mejillas de Natalie enrojecieron como la grana, y se aplasto contra la barra protectora de la seccion de ensaladas para que Courtney y Josie pudieran pasar. Pagaron sus consumos y atravesaron el comedor.
En el comedor del instituto, Josie siempre se sentia como un naturalista que observara las diferentes especies en su habitat natural, no academico. Estaban los empollones, inclinados sobre sus libros de texto y riendose de chistes de matematicas que nadie mas ni siquiera queria entender. Detras de ellos estaban los
Y luego estaba el grupo de Josie. Ocupaban dos mesas enteras, no porque fueran tantos, sino porque eran de los que mas habia: Emma, Maddie, Haley, John, Brady, Trey, Drew. Josie recordaba que al principio de unirse al grupo confundia los nombres de unos y otros. Tan intercambiables eran los que los llevaban.
Todos tenian un aire similar. Los chicos iban con sus sueters de hockey de color granate y las gorras con la visera hacia atras, bajo las cuales asomaban mechones pajizos de pelo. Las chicas eran copias de Courtney, de estudiado diseno. Josie se habia introducido entre ellas sin llamar la atencion, porque ella tambien se parecia a Courtney. Habia conseguido dominar su enredada cabellera dejandosela lisa y recta; iba con unos tacones de diez centimetros de alto, aunque aun hubiera nieve en el suelo. Si seguia siendo la misma por fuera, le seria mucho mas facil ignorar el hecho de que ya no sabia como sentirse por dentro.
– Eh-dijo Maddie, mientras Courtney se sentaba junto a ella.
– Eh.
– ?Te has enterado de lo de Fiona Kierland?
A Courtney se le iluminaron los ojos: los chismes eran un buen catalizador, como en quimica.
– ?Esa que tiene las tetas de diferente tamano?
– No, esa Fiona es la de segundo. Me refiero a Fiona la novata, la de primero.
– ?La que siempre lleva encima un paquete de panuelos de papel para todas sus alergias?-dijo Josie, mientras se deslizaba sobre su asiento.