hacias sangrar a un chico, era muy probable que no volvieras a salir mas con el. Pero ?y si el tambien llevaba hierros, como ese chico rubio de Chicago que se habia mudado y acababa de entrar en el instituto y se sentaba delante de ella en clase de ingles? (No es que le gustara, ni nada de eso, aunque el se habia vuelto hacia ella para devolverle la lista de los deberes y se habia demorado un poquitin mas de lo necesario…) ?Se quedarian acoplados como un engranaje mecanico atascado, y tendrian que llevarlos a urgencias? Eso si que seria humillante de verdad.
Zoe se paso la lengua por los irregulares ajustes del alambre. Quiza lo mejor fuera ingresar temporalmente en un convento.
Suspiro y miro hacia el final de la cuadra intentando divisar el Explorer verde de su madre entre la fila interminable de coches que pasaban. Y justo entonces, algo exploto.
Patrick se habia detenido delante de un semaforo en rojo, sentado en su coche policial sin distintivos, esperando doblar para tomar la carretera principal. A su lado, en el asiento del pasajero, habia una bolsa de papel con un frasco lleno de cocaina. El traficante que habian apresado en el instituto habia admitido que era cocaina, pero aun asi, Patrick se habia visto obligado a perder media jornada llevandola al laboratorio del Estado para que alguien con una bata blanca le dijera lo que ya sabia. Subio el volumen de la radio justo a tiempo para oir como llamaban al cuerpo de bomberos para que se dirigiera al instituto, por una explosion. Probablemente se tratara de la caldera. El edificio era lo bastante viejo como para que su estructura interna comenzara a desmoronarse. Intento recordar donde estaba ubicada la caldera en el Instituto Sterling, y se pregunto si tendrian la suerte de salir de aquello sin que nadie resultase lastimado.
–
El semaforo se puso en verde, pero Patrick no arranco el vehiculo. Disparar un arma de fuego en Sterling era algo lo bastante raro como para hacer que centrara su atencion en la voz de la radio, a la espera de mas explicaciones.
–
La voz que salia del aparato de radio hablaba cada vez mas de prisa, con creciente intensidad. Patrick dio media vuelta al vehiculo y se dirigio hacia el instituto, tras colocar y accionar las luces destellantes. Empezaron a oirse mas voces por el receptor, en medio de la estatica: agentes que notificaban su posicion en la ciudad; el oficial de guardia que trataba de coordinar las fuerzas a su disposicion y hacia un llamado para que enviaran ayuda desde las poblaciones proximas de Hanover y Lebanon. Sus voces se solapaban y se mezclaban unas con otras, se estorbaban entre si, de modo que lo decian todo y no decian nada.
–
En toda la carrera de detective de Patrick, solo habia oido dos veces esa llamada. Una vez habia sido en Maine, cuando un hombre habia tomado como rehen a un funcionario. La otra habia sido en Sterling, con motivo de un supuesto atraco a un banco que habia resultado ser una falsa alarma. El Codigo 1000 significaba que, de forma inmediata, todos los agentes debian dejar libre la emisora de radio para los avisos de la central. Significaba que se enfrentaban a algo que se salia de los asuntos policiales de rutina.
Significaba que el caso era de vida o muerte.
El caos era una constelacion de estudiantes, que salian del instituto corriendo y pisoteando a los heridos. Un chico asomado a una ventana de los pisos superiores, con un cartel escrito a mano en el que se leia: AYUDENNOS. Dos chicas abrazadas la una a la otra, sollozando. El caos era la sangre que se volvia rosa al mezclarse con la nieve; un goteo de padres que paso a ser un chorro para acabar convirtiendose en un rio desbordado del que salian gritos llamando a sus hijos desaparecidos. El caos era una camara de television delante de tu rostro, la carencia de suficientes ambulancias, la falta de suficientes agentes y la ausencia de un plan acerca de como hay que actuar cuando el mundo, tal como lo has conocido, se hace anicos.
Patrick se metio con el vehiculo hasta la mitad del camino de entrada y saco el chaleco antibalas de la parte de atras del mismo. La adrenalina circulaba ya a toda velocidad por su cuerpo, haciendo que captara todo cuanto se movia en los limites de su campo visual y agudizando sus sentidos. En medio de la confusion encontro al jefe O’Rourke, de pie con un megafono en la mano.
– Aun no sabemos a que nos enfrentamos exactamente-le dijo el jefe-. La SOU esta en camino.
A Patrick no le solucionaba nada la SOU (
– Voy a entrar.
– Ni hablar de eso. No esta en el protocolo.
– Aqui no hay protocolo que valga-espeto Patrick-. Ya me despediras luego.
Mientras se precipitaba escalera arriba en direccion a la puerta del edificio, le parecio que por lo menos un par mas de agentes desobedecian las ordenes del jefe y se unian a el en el intento. Patrick los espero y mando a cada uno por un pasillo diferente. El entro por la doble puerta y paso entre varios estudiantes que se empujaban entre si en su ansia por salir al exterior. Las alarmas contra incendios ululaban con tal estrepito que Patrick tenia que agudizar el oido para oir los disparos. Agarro del abrigo a un chico que pasaba como una exhalacion.
– ?Quien es?-grito-. ?Quien esta disparando?
El muchacho sacudio la cabeza, incapaz de hablar, y dio un tiron, soltandose. Patrick se quedo mirando como salia disparado por el pasillo, abria la puerta y se precipitaba hacia el rectangulo de luz solar.
Los estudiantes pasaban por ambos lados de Patrick, como si el fuera una roca en medio de un rio. Oyo una nueva serie de disparos, y tuvo que contenerse para no lanzarse a ciegas hacia el lugar de donde provenian.
– ?Cuantos hay?-le grito a una chica que pasaba corriendo.
– No lo se…no lo se…
El chico que la acompanaba se volvio y miro a Patrick, indeciso entre comunicar lo que sabia y salir de una vez de aquel infierno.
– Es un chico…Dispara a todo el que ve…
Era lo que queria saber. Patrick nado contra corriente, como un salmon hacia el desove. El suelo estaba cubierto de deberes escolares desparramados; varios casquillos de bala rodaron bajo los talones de sus zapatos. Los disparos habian desprendido varias placas del techo, y un fino polvo gris recubria los cuerpos destrozados que yacian retorcidos por el suelo. Patrick no se detuvo a considerar nada de todo aquello, actuando en contra de los principios de la instruccion policial: pasaba corriendo por delante de puertas tras las cuales podia haber oculto un criminal, se saltaba salas que deberia haber registrado, blandiendo en lugar de todo ello su arma ante si, con el corazon latiendole en cada centimetro de piel. Mas tarde recordaria otras imagenes que no habia tenido tiempo de grabar en el momento: las tapas de los conductos de la calefaccion que habian sido levantadas para ocultarse, reptando, en ellos; zapatos de chicos a los que se les habian caido al salir corriendo; la siniestra premonicion que ahora constituian las siluetas dibujadas en el suelo del aula de biologia, donde los estudiantes habian delineado sus propios cuerpos en papel de estraza para una tarea escolar.
Patrick continuaba corriendo por pasillos que se le antojaban concentricos.
– ?Donde?-ladraba cada vez que pasaba junto a un estudiante que huia, su unico instrumento de navegacion. Veia sangre derramada y estudiantes desplomados en el suelo, pero no se permitia mirar dos veces. Subio por la escalera principal y, justo al llegar a lo alto de la misma, una puerta se abrio de golpe. Patrick se volvio hacia ella, apuntando con la pistola, en el momento en que del aula salia una joven profesora, que se hinco de rodillas con las manos en alto. Detras del ovalo de su rostro habia otros doce, inexpresivos y amedrentados. Patrick percibio un nitido olor a orina.
Bajo el arma y le senalo con un gesto la escalera.
– Bajen-ordeno, pero no se quedo para ver si le obedecian.
Al doblar una esquina, resbalo sobre sangre y oyo un nuevo disparo, esta vez lo bastante fuerte como para que le retumbara en los oidos. Atraveso la puerta doble del gimnasio y recorrio con la mirada el punado de cuerpos diseminados por el suelo, el carrito de los balones de baloncesto volcado y las pelotas inmoviles contra la pared del fondo…pero ni rastro del francotirador. Sabia, por las horas que habia pasado las noches de los viernes vigilando los partidos de baloncesto del Instituto Sterling, que aquel era el final del edificio. Lo cual significaba que el agresor, o bien permanecia oculto en algun rincon de aquella cancha, o bien se habia cruzado con Patrick sin