que este lo advirtiera…Y por tanto podia ser el el que hubiese arrinconado a Patrick en aquel gimnasio.

Se volvio hacia la entrada para comprobar si ese era el caso, y entonces oyo otro disparo. Fue corriendo hacia una puerta de salida del gimnasio, que no habia visto en su primer reconocimiento del lugar. La puerta daba a un vestuario todo embaldosado de blanco. Bajo la vista, vio sangre en el suelo, y asomo el arma por la esquina de la pared.

Dos cuerpos yacian inmoviles en un extremo del vestuario. En el otro lado, el mas proximo a Patrick, un chico delgado estaba acurrucado debajo de uno de los bancos. Llevaba unos anteojos de montura metalica que destacaban sobre su delgado rostro. Temblaba de pies a cabeza.

– ?Estas bien?-le pregunto Patrick en un susurro. No queria hablar en voz alta y delatar asi su posicion al tirador.

El chico se limito a mirarle, parpadeando.

– ?Donde esta?-formo Patrick con los labios.

El chico saco una pistola de debajo del muslo y la apunto contra su propia cabeza.

Una nueva oleada de calor inundo a Patrick.

– ?No se te ocurra mover un dedo!-grito, apuntando al chico-. Tira el arma o disparo.

El sudor le caia por la espalda y por el rostro, mientras notaba como se le cerraban las palmas de las manos en torno a la culata de la pistola con la que apuntaba, dispuesto a coser a aquel nino a balazos si era necesario.

Patrick acariciaba con suavidad el gatillo en el momento en que el chico extendio los dedos de la mano como una estrella de mar. La pistola cayo al suelo, deslizandose sobre las baldosas.

Inmediatamente se abalanzo sobre el muchacho. Uno de los otros agentes, que le habia seguido sin que el lo advirtiera, recupero el arma del suelo. Patrick obligo al joven a tumbarse boca abajo y lo esposo, mientras con la rodilla le oprimia la espina dorsal.

– ?Estas solo? ?Quien mas esta contigo?

– Yo solo-mascullo el chico.

A Patrick le daba vueltas la cabeza, y su pulso era como un redoble militar, pero pudo oir vagamente al otro agente transmitir la informacion por radio:

– Sterling, hemos apresado a un agresor; no sabemos si hay mas.

Sin solucion de continuidad, como habia comenzado, todo habia terminado ahora…Bueno, si algo como aquello podia considerarse un final. Patrick no sabia si podia haber trampas explosivas o alguna bomba escondida; no sabia cuantas victimas habia; ignoraba el numero de heridos de los que podian hacerse cargo el centro medico Dartmouth-Hitchcock y el hospital de dia Alice Peck; no sabia cual era el procedimiento a seguir en una escena del crimen de aquellas dimensiones. El objetivo habia sido alcanzado, pero ?a que incalculable costo? Empezo a temblarle el cuerpo, consciente de que, para tantos estudiantes, padres y ciudadanos, una vez mas, habia llegado demasiado tarde.

Dio unos pasos y cayo de rodillas, mas que nada porque las piernas no lo sostenian, aunque el fingio que era algo intencionado, que queria inspeccionar los dos cuerpos que yacian en el otro extremo del vestuario. Casi no se dio ni cuenta de que el otro agente se llevaba al asaltante en direccion del patrullero que esperaba fuera del edificio. No se volvio para ver salir al chico, sino que se ocupo del cuerpo que tenia delante.

Era un joven vestido con un sueter de hockey. Bajo su costado habia un charco de sangre, y tenia una herida de bala en la frente. Patrick alargo la mano para alcanzar una gorra de beisbol que habia ido a parar a un metro de distancia, con las palabras STERLING HOCKEY bordadas en ella. Recorrio con los dedos todo el borde de la gorra, que formaba un circulo imperfecto.

La chica que yacia junto a el estaba boca abajo; la sangre se desparramaba bajo su sien. Estaba descalza, y llevaba las unas de los pies pintadas de un rosa brillante, del mismo tono del esmalte que Tara le habia aplicado a Patrick. Le dio un vuelco el corazon. Aquella chica, al igual que su ahijada, el hermano de esta y un millon de otros chicos y chicas del pais, se habian levantado aquel dia y habian ido al colegio sin llegar a imaginar siquiera que estaban en peligro. Aquella chica habia confiado en que los adultos, los profesores y las autoridades velaban por su seguridad. Con esa finalidad, despues del 11-S, en todas las escuelas e institutos, los profesores llevaban un identificador y las puertas permanecian cerradas durante el dia, porque se suponia que el enemigo era alguien del exterior, no el chico que se sentaba en el pupitre de al lado.

De pronto, la chica se movio.

– Que alguien…me ayude…

Patrick se arrodillo junto a ella.

– Estoy aqui-dijo, tocandola con suavidad mientras comprobaba su estado-. Tranquila, todo ira bien.

La volvio lo suficiente como para constatar que la sangre provenia de un corte en la cabeza, no de una herida de bala, como en principio habia creido. Le paso las manos por las extremidades, sin dejar de hablarle en voz baja, de decirle palabras que no siempre tenian mucho sentido, pero destinadas a que supiera que ya no estaba sola.

– ?Como te llamas, cielo?

– Josie…

La chica se agitaba, intentando incorporarse. Patrick se coloco estrategicamente entre ella y el cuerpo del otro chico. La conmocion ya habia sido bastante grande, no habia motivo para que fuera mayor. Ella se llevo la mano a la frente y, al notarsela manchada de sangre, se asusto.

– ?Que ha…pasado?

Patrick deberia haber esperado a que llegara la asistencia medica a recogerla. Deberia haber pedido ayuda por radio. Pero todos los deberia parecian carecer ya de sentido, de modo que alzo a Josie en brazos, se la llevo fuera de aquel vestuario en el que habia estado a punto de ser asesinada, bajo corriendo la escalera y salio de estampida por la puerta principal del instituto.

DIECISIETE ANOS ANTES

Lacy tenia a catorce personas delante de ella, contando con que cada una de las siete mujeres que asistian a la clase prenatal estuviese embarazada de un solo bebe. Algunas se habian presentado provistas de bloc y boligrafo, y se habian pasado la hora y media precedente anotando las dosis recomendadas de acido folico, nombres de teratogenos y dietas aconsejadas para futuras mamas. Dos habian palidecido en medio de una charla acerca de un parto normal y se habian levantado corriendo hacia el bano, con nauseas matinales, algo que no se limitaba en absoluto a la manana, por lo que llamarlas asi era como llamar fruta de estacion a una que pudiera encontrarse durante todo el ano.

Estaba cansada. Solo hacia una semana que habia vuelto al trabajo despues de su permiso de maternidad, y no parecia muy justo que, si ya no tenia que levantarse durante la noche por su propio bebe, tuviera que hacerlo para asistir al parto de otra. Le dolian los pechos, incomodidad que le recordaba que tenia que ir a sacarse leche una vez mas para que la ninera pudiera darsela a Peter al dia siguiente.

Pero le gustaba demasiado su trabajo como para renunciar a el por completo. Habia obtenido nota suficiente como para ingresar en la facultad de medicina, y habia considerado la posibilidad de estudiar obstetricia y ginecologia, hasta que comprendio que estaba profundamente incapacitada para sentarse junto al lecho de alguien y no sentir su dolor. Los medicos levantan entre ellos y sus pacientes una pared que las enfermeras echan abajo. Opto por un programa de estudios que le permitiria obtener un certificado de enfermera-partera, y prestar asi atencion a la salud emocional de la futura madre, ademas de a su sintomatologia. Tal vez algunos de los medicos del hospital la consideraran blanda, pero Lacy creia de verdad que cuando le preguntas a una paciente: «?Como te sientes?», lo que esta mal no es ni de lejos tan importante como lo que esta bien.

Les mostro el modelo en plastico de un feto y levanto en alto un manual de gran exito comercial.

– ?Cuantas de ustedes habian visto antes este libro?

Se alzaron siete manos.

– Muy bien. No lo compren. No lo lean. Si lo tienen en casa, tirenlo. Este libro las convencera de que van a morir desangradas, de que tendran ataques, de que van a caer muertas de repente o de cualquiera otra de los cientos de cosas que no suceden en un embarazo normal. Creanme, los limites de la normalidad son mucho mas

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