Jodi Picoult

Diecinueve minutos

Copyright © 2007 por Jodi Picoult

Traduccion por Manuel Manzano y Jordi Samanes

Para Emily Bestler,

la mejor editora y mas feroz campeona

que una chica podria desear, atenta siempre

a que avance lo mejor posible.

Gracias por tu mirada aguda, tu guia entusiasta

y, por encima de todo, gracias por tu amistad.

AGRADECIMIENTOS

Se que puede parecer raro empezar dando las gracias al hombre que vino a mi casa para ensenarme a disparar un arma de fuego contra un monton de lena del patio trasero: el capitan Frank Moran. Le doy las gracias tambien a su colega de profesion, el teniente Michael Evans, por la detallada informacion sobre armas de fuego; y al jefe de policia Nick Giaccone por el millon de preguntas de ultima hora que tuvo a bien responderme por correo electronico, referentes a todo tipo de cuestiones policiales, tales como busquedas, secuestros y otras. La detective de la policia montada Claire Demarais merece una mencion especial como reina de las tecnicas de investigacion forense y por haber conducido a Patrick por una escena del crimen de enormes proporciones. Tengo la gran suerte de contar con amigos y familiares que han resultado ser verdaderos expertos en sus respectivos ambitos profesionales, y que me han hecho participe de sus historias y experiencias, y tambien se han prestado a hacer de caja de resonancia: Jane Picoult, el doctor David Toub, Wyatt Fox, Chris Keating, Suzanne Serat, Conrad Farnham, Chris y Karen Van Leer. Gracias a Guenther Frankenstein por la generosa contribucion de su familia a la ampliacion de la Biblioteca Howe de Hanover, New Hampshire, y por el permiso para utilizar su maravilloso nombre. Glen Libby contesto con gran paciencia a mis preguntas acerca de la vida en la prision del condado de Grafton, y Ray Fleer, ayudante del sheriff del condado de Jefferson, me proporciono toda serie de materiales e informacion sobre lamasacre en el instituto Columbine. Gracias a David Plaut y a Jake Van Leer por el chiste matematico, malo de verdad; a Doug Irwin por ensenarme los aspectos economicos de la felicidad; a Kyle Van Leer y a Axel Hansen por las premisas que encierra el juego del escondite de Scooby Doo; a Luke Hansen por el programa C++; y a Ellen Irwin por la lista de popularidad. Quiero expresar mi agradecimiento, como siempre, al equipo de Atria Books, que hace que yo parezca mucho mejor de lo que soy en realidad: Carolyn Reidy, David Brown, Alyson Mazzarelli, Christine DuPlessis, Gary Urda, Jeanne Lee, Lisa Keim, Sarah Branham y la infatigable Jodi Lipper. A Judith Curr, gracias por cantar mis alabanzas sin detenerse ni para tomar aliento. A Camille McDuffie, gracias por hacer de mi eso tan raro en el mundo de la edicion: un nombre de marca. Laura Gross, alzo un vaso de whisky escoces a tu salud, porque no puedo imaginar este negocio sin ti. A Emily Bestler, bueno, no hay mas que leer la pagina siguiente. Un reconocimiento muy especial para la juez Jennifer Sargent, sin cuya contribucion el personaje de Alex no podria haber existido. Y para Jennifer Sternick, mi fiscal particular: eres una de las mujeres mas brillantes que he conocido jamas, y haces del trabajo algo tan divertido (larga vida al rey Wah), que la culpa no puede ser mas que tuya si acudo una y otra vez a ti en busca de ayuda. Gracias como siempre a mi familia, Kyle, Jake y Sammy, quienes se aseguran de recordarme que es lo que de verdad importa en la vida; y a mi esposo Tim, la razon por la que soy la mujer mas feliz del mundo. Finalmente, me gustaria dar las gracias a toda una serie de personas que han sido el corazon y el alma de este libro: los sobrevivientes de ataques reales a institutos de Estados Unidos, y los que les ayudaron a superar las secuelas emocionales: Betsy Bicknase, Denna O’Connell, Linda Liebl y, en especial, a Kevin Braun; gracias por el valor de volver a sondear en tus recuerdos y por haberme concedido el privilegio de tomarlos prestados. Y, finalmente, a los miles de jovenes de todo el mundo que son un poco diferentes, que van por ahi un poco asustados, que son un poco impopulares: va por ustedes.

PRIMERA PARTE

Si no corregimos la direccion en la que vamos, acabaremos en el lugar de donde venimos.

PROVERBIO CHINO

Espero estar muerto para cuando leas esto.

No se puede deshacer lo que ya ha sucedido; no se puede retirar una palabra que ya ha sido pronunciada. Pensaras en mi y desearas haber sido capaz de hablar conmigo de esto con calma. Trataras de imaginar que podrias haber dicho, que podrias haber hecho. Supongo que yo te habria tranquilizado: «No te eches la culpa, tu no eres responsable», pero seria mentira. Los dos sabemos que yo nunca habria llegado a esto por mi mismo.

En mi funeral lloraras. Diras que esto no tendria que haber pasado. Actuaras como todo el mundo espera que actues. Pero ?me echaras de menos?

Y, lo que es mas importante, ?te echare yo de menos a ti?

?Alguno de los dos quiere de verdad escuchar la respuesta a esta pregunta?

6 DE MARZO DE 2007

Diecinueve minutos es el tiempo que tardas en cortar el cesped del jardin de delante de tu casa, en tenirte el pelo, en ver un tercio de un partido de hockey sobre hielo. Diecinueve minutos es lo que tardas en hacer unos bollos en el horno, o el tiempo que tarda el dentista en empastarte una muela; o el que tardarias en doblar la ropa de una familia de cinco miembros.

En diecinueve minutos se agotaron las entradas para ver a los Tennessee Titans en los play-off. Es lo que dura un episodio de una comedia televisiva, descontando los anuncios. Es lo que se tarda en ir en coche desde la frontera del Estado de Vermont hasta la ciudad de Sterling, en New Hampshire.

En diecinueve minutos puedes pedir una pizza y que te la traigan. Te da tiempo a leerle un cuento a un nino, o a que te cambien el aceite del coche. Puedes recorrer un kilometro y medio caminando. O coser un dobladillo.

En diecinueve minutos, puedes hacer que el mundo se detenga, o bajarte de el.

En diecinueve minutos, puedes llevar a cabo tu venganza.

Como de costumbre, Alex Cormier llegaria tarde. Se tardaba treinta y dos minutos en coche desde su casa,

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