Su entonacion daba a entender que ya contemplaba que se produjera algun cambio en las circunstancias de Barry Fairbrother, pero que ni siquiera el habia previsto algo tan drastico como su muerte.

—Cayo redondo en el aparcamiento —repitio Miles.

—Cielo santo. ?Que edad tenia? Poco mas de cuarenta, ?no? Cielo santo.

Miles y Samantha oian respirar a Howard como un caballo exhausto. Por las mananas siempre le faltaba un poco el aliento.

—?Que ha sido? ?El corazon?

—No; creen que algo del cerebro. Acompanamos a Mary al hospital y…

Pero Howard no le prestaba atencion. Miles y Samantha lo oyeron hablar lejos del auricular.

—?Barry Fairbrother! ?Muerto! ?Es Miles!

Miles y Samantha bebieron a sorbos sus cafes mientras aguardaban a que volviera Howard. A Samantha se le abrio ligeramente la bata cuando se sento a la mesa de la cocina, revelando el contorno de sus grandes pechos, que descansaban sobre los antebrazos. La presion ejercida desde abajo hacia que parecieran mas turgentes que cuando colgaban libremente. En la curtida piel de la parte superior del escote podia verse un abanico de pequenas arrugas que ya no se desvanecian cuando los pechos dejaban de estar comprimidos. En su juventud habia sido una gran aficionada a los rayos UVA.

—?Que? —dijo Howard, que volvia a estar al telefono—. ?Que dices del hospital?

—Que Sam y yo fuimos al hospital en la ambulancia —contesto Miles vocalizando con claridad—. Con Mary y el cadaver.

Samantha reparo en que la segunda version de Miles ponia enfasis en lo que podria llamarse el aspecto mas comercial de la historia. Samantha no se lo reprocho. La recompensa por haber compartido aquella desagradable experiencia era el derecho a contarsela a la gente. Penso que dificilmente lo olvidaria: Mary llorando; los ojos de Barry todavia entreabiertos por encima de aquella mascarilla que parecia un bozal; Miles y ella tratando de interpretar la expresion del enfermero; el traqueteo de la abarrotada ambulancia; las ventanas oscuras; el terror.

—Santo cielo —dijo Howard por tercera vez, ignorando las preguntas que le hacia Shirley, a la que tambien se oia, y dedicandole a Miles toda su atencion—. ?Y dices que cayo fulminado en el aparcamiento?

—Si —confirmo Miles—. Nada mas verlo comprendi que no habia nada que hacer.

Esa fue su primera mentira, y en el momento de decirla giro ligeramente la cabeza para no mirar a su mujer. Samantha recordo como Miles le habia puesto a Mary su gran brazo protector sobre los temblorosos hombros: «Se recuperara… se recuperara…»

«Pero, bien mirado —penso Samantha, justificando a Miles—, ?como podia uno saberlo cuando a Barry todavia estaban colocandole mascarillas y clavandole agujas?» Era evidente que estaban intentando salvarlo, y ninguno de los dos supo con certeza que no lo habian conseguido hasta que, en el hospital, una joven doctora salio para hablar con Mary. Samantha tenia grabado en la retina, con una claridad espantosa, el rostro indefenso y petrificado de Mary, y la expresion de la joven de pelo lacio con gafas y bata blanca: serena, y sin embargo un poco precavida. Era una escena muy frecuente en las series de television, pero cuando pasaba de verdad…

—No, que va —iba diciendo Miles—. El jueves Gavin jugo con el al squash.

—?Y se encontraba bien?

—Ya lo creo. Barry le dio una paliza.

—Santo cielo. Quien iba a decirlo, ?eh? Quien iba a decirlo. Un momento, mama quiere hablar contigo.

Se oyo un golpe sordo y un repiqueteo, y a continuacion la debil voz de Shirley.

—Que horror, Miles. ?Estas bien?

Samantha inclino demasiado la taza de cafe y el liquido se le escapo por las comisuras de la boca, resbalandole por la barbilla. Se limpio la cara y el escote con la manga. Miles habia adoptado el tono que solia emplear cuando hablaba con su madre: una voz mas grave de lo habitual, de «lo tengo todo controlado y no me inmuto por nada», contundente y sin rodeos. A veces, sobre todo cuando estaba borracha, Samantha imitaba las conversaciones de Miles y Shirley. «No te preocupes, mami. Tu soldadito Miles esta aqui», «Eres maravilloso, carino: tan grandote, tan valiente, tan listo». Ultimamente, un par de veces Samantha habia hablado asi delante de otras personas, y Miles, molesto, se habia puesto a la defensiva, aunque fingiera reirse. La ultima vez habian discutido en el coche, de regreso a casa.

—?Y fuisteis con ella el trayecto entero hasta el hospital? —iba diciendo Shirley por el altavoz.

«No —penso Samantha—, a mitad de camino nos hartamos y pedimos que nos dejaran bajar.»

—Era lo minimo que podiamos hacer. Ojala hubieramos podido hacer algo mas.

Samantha se levanto y fue hacia la tostadora.

—Estoy segura de que Mary os estara muy agradecida —dijo Shirley.

Samantha cerro de un golpe la tapa de la panera y metio bruscamente cuatro rebanadas de pan en las ranuras. La voz de Miles adopto un tono mas natural.

—Si, bueno, cuando los medicos le dijeron… le confirmaron que estaba muerto, Mary le pidio a Sam que llamara a Colin y Tessa Wall. Esperamos a que llegaran y entonces nos marchamos.

—Bien, Mary tuvo mucha suerte de que estuvierais alli —replico Shirley—. Papa quiere decirte algo mas, Miles. Te lo paso. Ya hablaremos mas tarde.

«Ya hablaremos mas tarde», repitio Samantha dirigiendose al hervidor y moviendo burlonamente la cabeza. En su distorsionado reflejo se apreciaba que tenia la cara hinchada por haber dormido poco y los ojos castanos enrojecidos. Con las prisas por oir el relato de su marido, se habia aplicado el bronceador artificial con descuido y se le habia metido un poco entre las pestanas.

—?Por que no os pasais un momento esta tarde? —pregunto Howard con su voz tonante—. No, espera. Dice mama que jugamos al bridge con los Bulgen. Venid manana a cenar. Sobre las siete.

—Dejame ver —repuso Miles, y miro a Samantha—. No se si Sam tiene algo manana.

Su mujer no le indico si queria ir o no. Miles colgo y una extrana sensacion de anticlimax se extendio por la cocina.

—No se lo podian creer —dijo, como si Samantha no lo hubiera oido todo.

Tomaron las tostadas y otra taza de cafe en silencio. La irritabilidad de Samantha fue disipandose a medida que masticaba. Recordo que de madrugada se habia despertado sobresaltada en el dormitorio a oscuras, y que habia sentido una gratitud y un alivio absurdos al notar a Miles a su lado, grandote y barrigon, oliendo a vetiver y a sudor. Luego imagino que estaba en la tienda contandoles a las clientas que un hombre habia caido fulminado delante de ella y que lo habia acompanado al hospital. Penso en diferentes formas de describir diversos detalles del trayecto, y en la escena culminante con la doctora. La juventud de aquella mujer tan duena de si habia hecho que todo resultara aun peor. La persona encargada de dar una noticia asi deberia ser alguien de mas edad. Entonces se animo un poco al recordar que esa manana tenia una cita con el representante de Champetre; por telefono habia estado muy zalamero.

—Mas vale que espabile —dijo Miles, y se termino la taza de cafe mirando como el cielo clareaba al otro lado de la ventana. Lanzo un hondo suspiro y le dio unas palmaditas en el hombro a su mujer al pasar para meter el plato y la taza en el lavavajillas—. Madre mia, esto les da otra dimension a las cosas, ?no te parece?

Y salio de la cocina negando con la cabeza de pelo entrecano cortado al rape.

A veces Samantha lo encontraba ridiculo y, cada dia mas, aburrido. Con todo, en ocasiones le gustaba su pomposidad, de la misma manera que le gustaba usar sombrero cuando lo exigian las circunstancias. Al fin y al cabo, esa manana lo apropiado era ponerse solemne y un poco trascendental. Se termino la tostada y recogio las cosas del desayuno mientras pulia mentalmente la historia que pensaba contarle a su ayudante.

II

—Se ha muerto Barry Fairbrother —resollo Ruth Price.

Habia subido casi a la carrera por el sendero del jardin para estar unos minutos mas con su marido antes de que el se marchara al trabajo. No se detuvo en el recibidor para quitarse el abrigo, sino que, con la bufanda todavia al cuello y los guantes puestos, irrumpio en la cocina, donde Simon y los hijos adolescentes de ambos

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