estaban desayunando.

Su marido se quedo inmovil, con un trozo de tostada camino de la boca, y luego bajo la mano con lentitud teatral. Los dos chicos, ambos con el uniforme escolar, miraron alternativamente a su padre y su madre con moderado interes.

—Creen que ha sido un aneurisma —continuo Ruth, jadeando un poco todavia, mientras se quitaba los guantes tirando de la punta de cada dedo, se desenrollaba la bufanda y se desabrochaba el abrigo. Era una mujer morena y delgada, con ojos tristes de parpados gruesos; el azul intenso del uniforme de enfermera le sentaba bien—. Cayo fulminado en el club de golf. Lo trajeron Sam y Miles Mollison, y mas tarde llegaron Colin y Tessa Wall…

Salio como una flecha al recibidor, donde colgo sus cosas, y volvio a tiempo para contestar la pregunta que Simon le habia gritado:

—?Que es «una neurisma»?

—Un aneurisma. La ruptura de una arteria del cerebro.

Fue hacia el hervidor, lo encendio y, sin parar de hablar, empezo a recoger las migas que habia en la encimera alrededor de la tostadora.

—Debe de haber sufrido una hemorragia cerebral masiva. Su pobre mujer… Esta completamente destrozada.

Acongojada, Ruth se quedo un momento mirando por la ventana de la cocina y contemplo la blancura crujiente del cesped, cubierto por una costra de escarcha; la abadia, al otro lado del valle, ruinosa y desnuda, destacaba contra un desvaido cielo rosa grisaceo; la vista panoramica era lo mejor de Hilltop House. Pagford, que por la noche no era mas que un punado de luces parpadeantes en el fondo de una oscura hondonada, surgia a la fria luz de la manana. Pero Ruth no veia nada de todo eso: seguia mentalmente en el hospital, viendo salir a Mary de la habitacion donde yacia Barry, al que ya habian retirado los inutiles instrumentos de reanimacion. La compasion de Ruth Price fluia mas copiosa y sinceramente por aquellos con quienes, de un modo u otro, se identificaba. Habia oido gemir a Mary —«No, no, no, no»—, y esa negacion instintiva resonaba en su cabeza, porque le habia dado la ocasion de imaginarse a si misma en una situacion identica.

Abrumada por esa idea, se dio la vuelta y miro a Simon. Aun conservaba una buena mata de pelo castano claro, estaba casi tan delgado como cuando tenia veinte anos, y las arrugas de las comisuras de sus ojos resultaban atractivas; pero desde que Ruth, tras una larga interrupcion, habia vuelto a trabajar de enfermera, era otra vez consciente del sinfin de disfunciones que podian afectar al cuerpo humano. Si bien de joven no era tan aprensiva, ahora consideraba que todos tenian mucha suerte de seguir con vida.

—?Y no han podido hacer nada por el? —pregunto Simon—. ?Por que no le han taponado la vena?

Parecia frustrado, como si los profesionales de la sanidad, una vez mas, la hubieran pifiado negandose a hacer lo que era obvio que habia que hacer.

Andrew se estremecio con salvaje placer. Ultimamente habia notado que su padre acostumbraba a contrarrestar el empleo de terminos medicos de su madre con comentarios burdos e ignorantes. «?Hemorragia cerebral? Se tapona la vena.» Su madre no se daba cuenta de lo que se proponia su padre. No se enteraba de nada. Andrew siguio comiendo los Weetabix y ardiendo de odio.

—Cuando nos lo trajeron ya era demasiado tarde —explico Ruth mientras metia unas bolsitas de te en la tetera—. Murio en la ambulancia, justo antes de llegar al hospital.

—Joder —dijo Simon—. ?Que tenia, cuarenta?

Pero Ruth se habia distraido.

—Paul, tienes el pelo muy enmaranado por detras. ?Te has peinado?

Saco un cepillo de su bolso y se lo tendio a su hijo menor.

—?Asi de golpe, sin ningun aviso? —pregunto Simon mientras Paul hincaba el cepillo en su tupida pelambrera.

—Por lo visto llevaba un par de dias con dolor de cabeza.

—Ah, ya —dijo Simon masticando su tostada—. ?Y no le hizo caso?

—No, no le dio importancia.

Simon trago lo que tenia en la boca.

—No me extrana —dijo con solemnidad—. Hay que cuidarse.

«Que inteligente —penso Andrew con furioso desden—; que profundo.» Como si Barry Fairbrother tuviera la culpa de que le hubiera explotado el cerebro. «Engreido de mierda», le espeto Andrew a su padre en su imaginacion.

Simon apunto a su hijo mayor con el cuchillo y dijo:

—Y, por cierto, nuestro amigo Carapizza ya se esta buscando un trabajo.

Ruth, sobresaltada, miro a su hijo. El acne de Andrew resaltaba, morado y brillante, en sus mejillas encendidas, mientras clavaba la vista en la papilla beige del cuenco.

—Si —continuo Simon—. Este vago de mierda va a empezar a ganar dinero. Si quiere fumar, que se lo pague de su sueldo. Se acabo la paga semanal.

—?Andrew! —exclamo Ruth con voz lastimera—. No me digas que has…

—Ya lo creo. Lo he pillado en la lenera —la interrumpio Simon. La expresion de su cara reflejaba puro desprecio.

—?Andrew!

—No vamos a darte ni un penique mas. Si quieres cigarrillos, te los compras —insistio Simon.

—Pero si dijimos… —gimoteo Ruth—, dijimos que como se acercaban los examenes…

—A juzgar por como la ha cagado en los de practica, sera un milagro que apruebe. Mas vale que empiece pronto en un McDonald’s y coja un poco de experiencia. —Simon se levanto y acerco la silla a la mesa, deleitandose con la estampa de un Andrew cabizbajo, la cara cubierta de oscuros granos—. Y no cuentes con nosotros para volver a examinarte, amiguito. O apruebas a la primera, o nada.

—?Oh, Simon! —se lamento Ruth con marcado tono de reproche.

—??Que?!

Simon dio dos pasos hacia su mujer, pisando fuerte. Ruth retrocedio y se apoyo en el fregadero. A Paul se le cayo de la mano el cepillo rosa de plastico.

—?No pienso financiar los vicios de este capullo! Menudo morro. ??Como se atreve a fumar en mi cobertizo?! —Simon se dio un golpe sordo en el pecho para enfatizar el «mi», haciendo estremecer a Ruth—. Yo llevaba un sueldo a casa cuando tenia la edad de este mierdecilla. Si quiere cigarrillos, que se los pague, ?vale? ??Vale?! —Tenia el cuello estirado y la cara a un palmo de la de Ruth.

—De acuerdo, Simon —musito ella.

Andrew estaba muerto de miedo. Solo diez dias atras se habia hecho una promesa: ?habria llegado ya el momento? ?Tan pronto? Pero su padre se aparto de su madre, salio de la cocina y fue hacia el recibidor. Ruth, Andrew y Paul se quedaron quietos; como si hubieran prometido no moverse durante su ausencia.

—??Has llenado el deposito?! —grito Simon como hacia siempre que su mujer volvia de una guardia nocturna.

—Si —contesto ella, esforzandose por aparentar alegria y normalidad.

La puerta de la calle chirrio y se cerro con estruendo.

Ruth se entretuvo con la tetera, a la espera de que la tension del ambiente volviera a sus valores habituales. Guardo silencio hasta que Andrew se dispuso a ir a lavarse los dientes.

—Se preocupa por ti, Andrew. Por tu salud.

«Y una puta mierda. Cabron.»

En su imaginacion, Andrew era tan ordinario como Simon. En su imaginacion, podia pelear con Simon en igualdad de condiciones.

En voz alta, le dijo a su madre:

—Si. Ya.

III

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