– Ja! -asintio ella saltando de la cama-. Gugamos a cartas, ?Hendrick?
– ?Esta bien, Annie! -rio el rey-. Jugaremos a las cartas.
Lady Ana no era la mujer que habria escogido como esposa o como amante, pero tenia la impresion de que iban a ser grandes amigos.
A la manana siguiente, el rey se levanto muy temprano. Habian jugado a las cartas hasta el amanecer y la yegua de su esposa le habia ganado casi todas las partidas. En cualquier otra ocasion le habria enojado perder, pero esa manana estaba de un humor excelente. Se dirigio a su habitacion por un pasadizo secreto y saludo a sus ayudas de camara. Era hora de poner en practica el plan que habia ideado la noche anterior y debia empezar por mostrar su descontento con la reina.
– ?Ha cambiado vuestra opinion sobre la reina? -pregunto Cromwell mientras se dirigian a la capilla-. ?Habeis pasado una buena noche?
– No -gruno Enrique-. He dejado a la reina tan virgen como la encontre. Lo siento, Crum, pero me siento incapaz de consumar este matrimonio.
– Quiza su majestad estaba cansado despues de la fiesta -insistio Cromwell-. A lo mejor esta noche…
– ?No estaba cansado! -replico el monarca-. Traed-me a otra mujer y os demostrare como se comporta el rey de Inglaterra en la cama. ?Pero lady Ana me repugna! ?Entendeis, Cromwell?
El primer ministro bajo la cabeza, apesadumbrado. Finalmente, Enrique Tudor habia encontrado la excusa perfecta para anular su matrimonio. El rey le hacia responsable de la situacion y estaba dispuesto a hacerle pagar con su vida.
Cromwell sintio que el cielo se desplomaba sobre su cabeza cuando comprobo que el rey contaba a todo el mundo su incapacidad de consumar su matrimonio. Mientras Enrique conversaba con su medico, el primer ministro empezo a sentirse mareado. El duque de Norfolk le dirigio una sonrisa burlona.
El 11 de enero se celebro un torneo en honor de la nueva reina ante la extraneza de toda la corte. Enrique Tudor habia proclamado a los cuatro vientos que estaba descontento con su esposa y lady Ana, por su parte, se limitaba a sonreir a todo el mundo y a sobrellevar su desgracia con dignidad. Su ingles mejoraba dia a dia y en la manana del torneo sorprendio a todo el mundo vistiendo un favorecedor vestido confeccionado en Londres de acuerdo con la ultima moda inglesa. Sus subditos la contemplaban admirados y no alcanzaban a comprender por que estaba el rey tan descontento con ella. En cuanto a los expertos en politica, se habrian quedado de una pieza si hubieran conocido el plan idea do por la noble dama para librar a su marido del tormento del matrimonio.
El dia despues de la boda lady Ana llamo a Hans a sus habitaciones privadas, donde se encontraba junto al rey, que habia llegado a traves del pasadizo secreto. El joven paje actuo como interprete para que los esposos llegaran a un acuerdo sin riesgo de que se produjeran malentendidos. Enrique Tudor y Ana de Cleves se comprometieron a no consumar su matrimonio. El rey pretextaria que su incapacidad se debia al escaso atractivo de jady Ana y esta debia hacer ver que aceptaba su situacion como si no ocurriera nada anormal. Corrian rumores de que la alianza entre el rey de Francia y el emperador romano empezaba a deteriorarse, lo que significaba que Inglaterra iba a dejar de necesitar el apoyo del reino de Cleves muy pronto. Enrique esperaria a que la alianza del enemigo se rompiera para anular su matrimonio no consumado.
A cambio, Ana recibiria dos palacios que debia elegir entre las posesiones de su esposo, una generosa cantidad de dinero y el tratamiento de hermana del rey de manera que solo una nueva reina la precederia en importancia en la corte. Tambien debia comunicar a su hermano que estaba satisfecha con los terminos del acuerdo y que en todo momento habia sido tratada como correspondia a una princesa de su posicion. Lo ultimo que Enrique deseaba era provocar la ira del soberano de Cleves.
Cuando se hubieron puesto de acuerdo, los esposos se estrecharon las manos. Enrique se preguntaba por que su esposa se mostraba tan complaciente y aceptaba de buen grado todas sus propuestas. Quiza no es virgen y teme que lo descubra, penso. Un escalofrio le recorrio la espalda. De todas formas, no tenia importancia; no tenia la mas minima intencion de comprobarlo. Quiza la joven princesa temia ser victima de uno de sus ataques de ira si se atrevia a contradecirle. El rey fruncio el ceno. Habia tratado a Catalina de Aragon y a la bruja de Ana Bolena como se merecian. Aunque habia habido quien habia tratado de recriminarle su actitud, sabia que habia actuado correctamente.
Enrique observo a su esposa y se repitio que no entendia nada. Por un momento estuvo tentado a preguntarle cuales eran sus verdaderos sentimientos. Aunque sabia que la reina se negaria a confesarse con el, le parecia una mujer demasiado noble e inteligente para mentir. El rey sacudio la cabeza como si fuera un perro bajo la lluvia. Ana Bolena habia sido una mujer muy lista y la hija que le habia dado, la pequena Bess, tambien mostraba signos de una inteligencia despierta y vivaz a pesar de su corta edad. ?Dios me libre de las mujeres inteligentes!, se dijo. Gracias a Dios, Ana de Cleves era discreta y condescendiente.
El 27 del mismo mes, Enrique Tudor ofrecio una gran fiesta en honor del sequito que habia venido de Cleves~ acompanando a su nueva esposa y los envio de vuelta a casa cargados de regalos. Solo quedaron en palacio Helga von Grafsteen y Maria von Hesseldorf, dos de las damas de lady Ana, lady Lowe, su ama de cria, y Hans von Grafsteen, el interprete. Ante el disgusto y la decepcion de lady Browne, el rey afirmo que ocho damas eran mas que suficiente y que las jovenes candidatas podian regresar a sus casas.
El 3 de febrero se iniciaron los preparativos de una recepcion oficial en Londres para la reina. Aquellos que se extranaban de que el rey no hubiera hablado todavia de la coronacion de lady Ana se guardaron mucho de expresar sus pensamientos en voz alta. El sequito real llego en barca procedente de Greenwich al dia siguiente y cuando pasaron frente a la Torre de Londres una salva de honor les saludo. Los ciudadanos se agolparon a lo largo de la orilla del rio Tamesis y aclamaron a los monarcas.
Ana recibio todas aquellas muestras de afecto conmovida. Le dolia pensar que pronto dejaria de ser la reina de unos subditos tan fieles y carinosos, pero si Enrique no la queria como esposa, ella tampoco le queria a el. Estaba segura de que podian llegar a ser grandes amigos pero dudaba que el rey fuera tan buen marido como amigo. Sin embargo, habian acordado mantener las apariencias asi que, cuando la barcaza llego a Westminster, ambos hicieron el recorrido que les separaba del palacio de White Hall cogidos de la mano.
Mientras duro su estancia en el palacio, el conde de March hizo todo lo posible por acercarse a Nyssa pero, aunque la muchacha se negaba a admitirlo, estaba impresionada por la historia que le habia contado lady Marlowe y le evitaba.
– Estoy aqui para servir a la reina y apenas tengo tiempo libre -contesto cuando Varian de Winter la invito a dar un paseo a caballo-. Y cuando no estoy con la reina prefiero la compania de mi familia.
El conde no pudo ocultar su desencanto pero se propuso volver a intentar ganarse el favor y la confianza de la joven en otra ocasion mas propicia.
Las damas de honor no tardaron en darse cuenta de que, aunque su senora ostentaba el titulo de esposa del rey, en realidad no lo era. Ana se esforzaba por cumplir lo pactado y actuaba como si nada ocurriera. En una corte donde las intrigas politicas, el adulterio y la promiscuidad sexual estaban a la orden del dia resultaba increible que la reina fuera una criatura tan inocente como parecia. Una tarde de invierno se encontraba conversando con sus damas y no pudo evitar comentar lo carinoso que era su esposo con ella.
– Cuando nos acostamos en el noche da un beso a mi y dice: «Buenas noches, querida» y en el manana besa a mi otra vez y dice: «Adios, querida.» ?No es la mejor de los maridos? Bessie, querida, trae mi un copa de malvasia.
Las damas intercambiaron miradas de extraneza y finalmente lady Edgecombe se atrevio a hacer el comentario que quemaba en los labios de todas:
– Espero que su majestad nos de muy pronto la noticia de que espera un hijo -dijo-. El pueblo espera impaciente un duque de York que haga compania al principe Eduardo.
– No estoy embarazada -aseguro la reina alargando la mano para tomar la copa que Elizabeth Fitzgerald le ofrecia-. Gracias, Bessie.
– Entonces, ?su majestad es todavia virgen? -se atrevio a preguntar lady Edgecombe mientras sus companeras la miraban estupefactas. Sabian que lady Edgecombe no se habria atrevido a hacer una pregunta tan impertinente a una dama que no tuviera el caracter afable y comprensivo de lady Ana.
– ?Como puedo ser virgen y dormir con mein Hendrick cada noche, lady Finifred? -rio-. ?Que tonteria!
– Para ser su verdadera esposa teneis que hacer algo mas que dormir con el, senora -insistio la dama.
– ?Que mas? -pregunto la reina fingiendo extraneza-. Hendrick es lo megor marido en el mundo. -Bien dicho, Ana, anadio para sus adentros. Gracias a la cotilla de lady Edgecombe, se corroboran los rumores de que nuestro matrimonio no ha sido consumado-. Quiero descansar un poco -dijo poniendose en pie-. Podeis iros todas menos