– Usted es el cuarto conde de Witton. Su linaje es antiguo y su familia fue siempre leal a quien estuviera en el trono. Una manera inteligente de actuar, debo agregar. Estuvo al servicio de Enrique Tudor en el continente como embajador y negociador durante mucho tiempo. Su madre murio cuando apenas tenia dos anos. Su padre fallecio hace un ano y es por eso que usted regreso a su hogar. Tiene dos hermanas mayores, Marjorie y Susanna. Las dos estan casadas con hombres respetables, pero no de gran alcurnia, obviamente, ya que sus dotes son mas bien modestas. Se dice de usted que es un hombre honesto, inteligente y escrupuloso en sus transacciones. Nunca se ha casado y ni siquiera estuvo comprometido con mujer alguna.

– Es que no tuve tiempo -dijo el conde como a la defensiva, y luego se pregunto por que se sentia en la obligacion de disculparse.

– ?Me he olvidado de algo? -pregunto lord Cambridge en voz alta. Y el mismo se respondio-: No, creo que no.

El conde no pudo evitar reir.

– ?Y que quiere usted de mi, milord?

– Deseo darle las tierras de lord Melvyn, querido muchacho. ?No es eso acaso lo que quiere? -dijo Thomas Bolton sonriendo al conde de Witton,

– ?Y que desea usted a cambio, milord? ?Que podria desear con tanto anhelo para pagar una suma tan exorbitante por Melville?

– Usted necesita una esposa, mi querido conde. ?Aceptaria casarse con una joven a cambio de las tierras de lord Melvyn? Por pura coincidencia, las propiedades ahora son parte de la dote de mi sobrina, Philippa Meredith.

El conde de Witton estaba atonito por las palabras de lord Cambridge. No sabia que trato le iba a ofrecer, pero de ninguna manera se imagino algo asi. Con desconfianza le pregunto:

– ?Que problema hay con esa joven?

– Ninguno. Tiene quince anos. Es pelirroja, inteligente, casta, y su dote, ademas de Melville, es abultada en monedas de plata y oro, joyas, vestimentas, ropa blanca y todo lo que se espera de una joven casadera.

– Estimado senor, le reitero la pregunta. ?Que pasa con esa nina? ?Alguien la ha seducido y ha arruinado su reputacion? No me casare con una ramera. ?Por Dios! -Obviamente, el conde no esperaba una propuesta tan escandalosa, pero parecia dispuesto a considerar la oferta.

– Philippa Meredith es la heredera de una gran propiedad en Cumbria y debia casarse con el segundo hijo del conde de Renfrew -empezo a explicar Thomas Bolton-. Pero resulta que, luego de estar en Paris y Roma, el joven decidio dedicar su vida a Dios.

El conde volvio a reir.

– Pobre muchacha. Pero si tiene tantas tierras en el norte, ?para que le compro Melville?

– Philippa renuncio a ser la heredera de Friarsgate, aunque su madre todavia se niega a aceptarlo. Solo porque adoro a mi prima Rosamund y a sus hijas, le busque una propiedad cerca de la corte a Philippa y elegi las tierras de lord Melvyn. Pero mi sobrina necesita tambien un marido y usted desea esas tierras, aunque no tiene dinero para comprarlas. Creo que el matrimonio es la solucion para todos sus problemas. Usted tiene un nombre de alcurnia y Philippa es una rica heredera. Parece ser una combinacion perfecta. Se que tanto Rosamund como su esposo, el senor de Claven's Carn, estaran de acuerdo. Me tienen absoluta confianza en estos asuntos.

– ?La joven es medio escocesa? No, entonces mi respuesta es no, querido amigo.

– No, Logan Hepburn es el padrastro de Philippa. Su difunto padre era sir Owein Meredith, un caballero que estuvo al servicio de los Tudor desde la infancia. Su madre es Rosamund Bolton, dama de Friarsgate. Enrique VII fue el tutor de Rosamund durante un tiempo y la madre del rey, la Venerable Margarita, arreglo el matrimonio de mi prima con sir Owein. Rosamund es intima amiga de Catalina y de la reina de Escocia, pues se crio con ellas. Es por eso que Philippa tiene un lugar en la corte de la reina.

– La familia de la joven no es aristocratica como la mia; sin embargo, su propuesta es muy tentadora, milord. Me gustaria conocer a su joven sobrina. Debemos congeniar y llevarnos bien; por muy rica que sea, no quiero discordia en mi hogar, sino una mujer docil que me obedezca.

– Le prometo que Philippa sera una buena esposa. Es inteligente, milord, y educada como la mayoria de las damas de honor de la reina. Aunque no siempre estara de acuerdo con usted, pero ?que mujer lo estaria, muchacho?

– De acuerdo. ?La joven esta ahora aqui?

– No, esta en la corte con la reina. Es una fiel servidora de Catalina, como su padre lo fue de los Tudor.

– Eso habla bien de su sobrina. ?Cuando podre conocerla?

– Tengo una barca lista para partir en cuanto usted lo desee. Si no le molesta esperar a que me cambie de atavio para ir la corte, navegaremos juntos hasta Richmond, milord. Mis sirvientes, entretanto, le traeran algo para comer. ?Donde se aloja en Londres?

– En un cuarto de la casa del cardenal Wolsey. Pero la comida es un problema, asi que agradeceria que me sirvieran algo de comer. ?Y por que necesita cambiarse? La ropa que lleva es muy elegante.

– Querido, ?no puedo aparecer en la corte con ropa de entre casa! -se escandalizo lord Cambridge-. Tengo que cuidar mi reputacion, como pronto se dara cuenta usted tambien. Mis criados le traeran comida y vino mientras me acicalo. ?Seguimos hablando en el camino al palacio? -Thomas Bolton se puso de pie y se retiro por la misma puerta por la que habia entrado. Crispin St. Claire estaba perplejo y a la vez le divertia toda la situacion.

Luego hicieron su aparicion los sirvientes, provistos de una bandeja donde habia un plato de huevos poche en una sabrosa salsa a base de vino de Marsala, jamon de campo, pan casero recien salido del horno, mantequilla dulce y dulce de cerezas. Le acercaron una mesita recubierta con un mantel de lino blanco. Apoyaron la bandeja y a su derecha pusieron una copa de cristal.

– ?Vino o cerveza, milord? -pregunto con cortesia uno de los criados.

– Cerveza -respondio. Estaba hambriento, pues no habia probado bocado esa manana. Las atenciones de lord Cambridge habian causado una fuerte impresion en Crispin St. Claire. Si su sobrina era una anfitriona tan excelente como su tio, tal vez seria tambien una buena esposa y una eficiente condesa de Witton. Se sorprendio al darse cuenta de que estaba considerando la posibilidad de desposar a una vulgar terrateniente del norte. La familia del conde habia llegado a Inglaterra varios siglos atras, en los tiempos del rey Guillermo de Normandia, y tenia incluso sangre de los Plantagenet, ya que uno de sus ancestros se habia casado con una de las hijas bastardas del rey Enrique I.

Pero la joven en cuestion poseia las propiedades que el codiciaba. Y, ademas, parecia un buen partido. ?Acaso habia otra dama con la que preferiria casarse? La triste verdad era que no. No habia ninguna mujer en su vida. Y el necesitaba una esposa. Sus hermanas se lo recordaban cada vez que lo veian. Era el ultimo varon de la familia St. Claire, pero no habia hecho el menor esfuerzo por buscar una pareja. Tal vez esa jovencita fuera la respuesta a sus problemas. Su familia era respetable; sus contactos, buenos. Tenia la tierra con la que el habia sonado y era la heredera de una pequena fortuna. ?Que mas podia pedir un hombre de una mujer? Y si ademas era bella, se sentiria en la gloria, aunque no era una condicion necesaria. No tenia nada mas que hablar con lord Cambridge. El hombre era astuto y sabia que, si le daba tiempo para aplacar su orgullo, el conde de Witton no podria rechazar su propuesta. El conde limpio su plato con el ultimo trozo de pan y bebio hasta la ultima gota de vino. Empujo la silla hacia atras y suspiro satisfecho. Iba a ser un gran dia. Se abrio la puerta que comunicaba con la habitacion principal e hizo su aparicion lord Cambridge.

– ?Ha comido bien, muchacho? -pregunto solicito.

– Si -contesto el conde, mirando atonito a Thomas Bolton.

Lord Cambridge rio al ver la expresion del joven.

– Luzco magnifico, ?verdad, milord?

Su casaca corta plisada era de un brocado de terciopelo azul oscuro, forrado y ribeteado con piel de conejo gris. El cuello de la camisa tambien estaba adornado con delicados pliegues. El jubon era de color celeste, con toques de hilos dorados. Las calzas de lana tenian rayas en distintos tonos de azul. Ademas, llevaba una liga dorada en su pierna izquierda. La bolera estaba bordada con piedras preciosas. Los zapatos, de punta cuadrada, estaban forrados con el mismo brocado de terciopelo de la casaca. Y alrededor de su cuello, colgaba una gran cadena de oro rojo.

– Nunca imagine que un hombre pudiera lucir tan bien. Ni siquiera el rey viste asi. Pero, por favor, no vaya a repetir estas palabras a Su Majestad.

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