– Pero lo es. Me pregunto si lograras engatusarlo. ?Tu no eres nadie, Philippa!

– Es cierto, pero era alguien para el hijo del conde de Renfrew antes de que decidiera tomar los habitos. Eso es mas que suficiente para que sir Walter sienta curiosidad y caiga en la tentacion.

Cecily sacudio la cabeza.

– Pienso que Giles hizo muy bien en deshacerse de ti -bromeo.

– Todavia me siento herida. Estoy segura de que su vocacion religiosa le aparecio hace por lo menos un ano. Quiza no tuvo la suficiente valentia ni honestidad para enfrentarme y decirme la verdad. Ahora todo es un desastre.

– No te preocupes, todo saldra bien. Estaba escrito que no eran el uno para el otro. -Luego cambio de tema y dijo-: Unos gitanos estan acampando al costado de la ruta de Londres. Vayamos manana para que nos lean la suerte. A Jane y a Maggie les encantaria venir con nosotras.

– ?Que divertido! Si, vayamos todas.

Por la tarde, los sirvientes colocaron las mesas con manteles blancos a la vera del rio; los faroles flameaban en sus postes y la carne de venado ya se estaba asando para la cena. Los blancos para el concurso tambien estaban en su sitio. Pequenas canoas esperaban cerca de la costa a los cortesanos dispuestos a disfrutar de una agradable excursion antes del atardecer. Se instalo una pequena plataforma con varias sillas, donde tocarian los musicos del rey y los invitados bailarian danzas campesinas en el cesped.

Era el primer dia de junio. Muy pronto, la corte se mudaria a Richmond, y retornaria a Londres a fines del otono, pues el aire humedo y calido de la ciudad se consideraba nocivo para la salud.

En la habitacion de las doncellas, Philippa y sus companeras se acicalaban para la fiesta. Todas las damas de honor de la reina coincidian en que, pese a sus modestos origenes, Philippa Meredith siempre lucia los trajes mas elegantes. La envidiaban, no porque vistiera con gran lujo, sino que siempre estaba a la moda y su refinamiento y buen gusto eran indiscutibles.

– No se como lo hace -refunfuno Millicent Langholme observando a Philippa mientras su sirvienta la ayudaba a vestirse-. Una muchacha de tan baja alcurnia, que solo posee una finca y unas cuantas ovejas, ?como se las arregla para lucir asi?

– Estas celosa, Millicent -dijo Anne Chambers-. Es cierto que su padre, sir Owein Meredith, era un humilde caballero, pero fue un hombre que siempre defendio a Enrique VIII y al padre del rey, mostrando una lealtad inquebrantable a la Casa Tudor. Sir Meredith era gales y cuentan que desde su infancia estuvo al servicio de la familia real.

– Pero su madre es una campesina -insistio Millicent.

Anne rio.

– Su madre es duena de grandes territorios. No es ninguna campesina. Dicen que hace muchos anos le hizo un gran favor a la reina, sacrificando incluso sus propios intereses. La dama de Friarsgate paso parte de su juventud en compania de las reinas Margarita y Catalina, quienes la consideraban una gran amiga. Nunca lo olvides, querida. No conozco a nadie que no quiera a Philippa o la critique, excepto tu. Ten cuidado con lo que haces, podrias caer en desgracia. A la reina no le gusta rodearse de gente maligna.

– De todas formas, pronto me ire de la corte -contesto Millicent malhumorada.

– ?Ya se han fijado los terminos del acuerdo matrimonial?

– Bueno, casi. Todavia hay unos pocos e insignificantes detalles que mi padre desea aclarar antes de firmar los contratos correspondientes. -Se cepillo con lentitud su cabello de color rubio platinado-. No conozco esos detalles.

– Yo si -intervino Jane Hawkins-. Oi que sir Walter quiere mas oro del que se incluye en tu dote y que tu padre tuvo que pedir prestado. Obviamente, esta tan ansioso por deshacerse de ti como para endeudarse de esa manera, Millicent.

– ?Es todo? -dijo Anne Chambers-. A mi me habia llegado el rumor de que sir Walter tenia varios hijos ilegitimos. Dicen que uno de ellos es nieto de un mercader de Londres, quien, en compensacion por la deshonra de su hija, reclamo a sir Walter una elevada pension, sustento para el nieto e, incluso, le exigio que le diera su apellido al nino.

– ?Eso es una mentira infame! -grito Millicent-. Sir Walter es un hombre honorable y virtuoso. Jamas mira a otra joven ahora que esta comprometido conmigo. Las mujeres que conocio en su juventud son unas sucias y deshonestas prostitutas, que no merecen mas de lo que tienen. Anne, no te atrevas a repetir semejante calumnia o me quejare con Su Majestad.

Anne y Jane se retiraron de la habitacion muertas de risa. Conocian a la perfeccion los planes de Philippa y la reputacion de sir Walter, un caballero pretencioso y celebre por su lascivia. Ahora Millicent lo vigilaria muy de cerca, y cuando su pretendiente sucumbiera a los irresistibles encantos de Philippa, la pobre no podria hacer nada, salvo enfurecerse. Hasta ese dia, ninguna amiga de Philippa la imaginaba capaz de semejante conducta. Pero la joven se transformaba, segundo a segundo, frente a ellas, a causa de su dolor. Ademas, todas las muchachas estaban muy contentas de que Millicent recibiera por fin un merecido castigo.

Philippa se habia vestido con esmero para la velada. Disponia de un enorme guardarropa en la casa de lord Cambridge. Sus companeras, en cambio, tenian que contentarse con un espacio minimo para sus pertenencias y, ademas, debian empacarlas rapidamente cada vez que la reina Catalina se mudaba. Philippa compartia esos lujos con sus amigas: Cecily, Maggie Radcliffe, Jane Hawkins y Anne Chambers, y enviaba a Lucy, su propia doncella, a buscar las prendas que cualquiera de ellas necesitara.

Para la ocasion eligio un vestido de brocado de seda color durazno. Tenia un amplio escote cuadrado con una guarda bordada en hilos de oro y falda acampanada. Las mangas ajustaban su delicado hombro y se ensanchaban hasta llegar a la muneca adornada con punos de volados. De la cintura pendia un largo cordon dorado que sostenia una carterita de brocado de seda. Llevaba una pequena cofia al estilo Tudor, orlada de perlas, con un velo del que se asomaba su larga cabellera caoba. Adornaba su cuello una fina cadena de oro con un colgante disenado a partir de un broche de diamantes y esmeraldas que la abuela del rey le habia regalado cuando nacio.

– No veo nada que cubra tu escote -le advirtio Cecily.

– No -dijo Philippa con una sonrisa desafiante-. ?Y que?

– Que tus senos se ven demasiado -continuo Cecily nerviosa.

– Debo llevar un buen cebo si salgo de caceria -respondio Philippa con desenfado.

– Por favor, Philippa, no olvides tu reputacion. Entiendo que Giles haya herido tus sentimientos, pero no arruines tu buen nombre y honor por su causa. Ningun hombre se merece que una mujer pierda la honra.

– Francamente, no creo que a Giles le interese nada de lo que me suceda. Nunca me amo. Jamas podre perdonarle su egoismo. Si le importa mas la Iglesia que desposarse conmigo, muy bien, que sea sacerdote entonces. Mantuve mi castidad para casarme con el. Sabes muy bien que jamas permiti que un joven me besara, a diferencia de muchas de nuestras companeras. ?Hasta tu lo hiciste, Cecily! Pronto mi madre me encontrara un rico terrateniente ingles o mi padrastro me presentara al hijo de alguno de sus amigos escoceses; entonces, me casare y no me divertire nunca mas. Lo peor de todo es que tendre que abandonar la corte para siempre. Asi que, ?que tiene de malo que haga algunas travesuras mientras soy libre? El terrateniente ingles o el lord escoces jamas se enteraran. Ademas, conservare mi virginidad para mi futuro marido.

– Es verdad, hasta ahora te has comportado mucho mejor que todas nosotras. Y ahora que los favoritos del rey han caido en desgracia gracias al cardenal Wolsey, no parece tan arriesgado que juguetees con algunos jovenes de la corte.

– Empezando por el presumido sir Walter de Millicent. Ya le sacare a esa arpia las ganas de hablar a mis espaldas. Lo mas gracioso es que aunque este furiosa con sir Walter, igual tendra que casarse con el porque lo que mas desea en el mundo es el prestigio que obtendra con ese matrimonio.

– Pobre sir Walter -dijo la bondadosa Cecily-. Desposara a una bruja.

– No siento la menor pena por el. Esta muy ocupado con las negociaciones de su alianza, pero ya veras como, pese a todo, sucumbira a mis encantos. Para mi, sir Walter no es un hombre honorable. El y Millicent son tal para cual. Les deseo toda la infelicidad del mundo.

– ?No sientes piedad?

– No. Un hombre sin honor no vale nada. Dicen que mi padre era un caballero noble y gentil. Tambien lo son mi tio lord Cambridge y mi padrastro Logan Hepburn. Y no me casare con ningun hombre que no lo sea.

– Te has vuelto muy severa. -No. Siempre he sido asi.

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