CAPITULO 02

– ?Vamos, jovencitas! -vocifero lady Brentwood, la asistente de las doncellas-. El dia de campo esta por comenzar. Su Majestad permitio que paseen a gusto, siempre que dos de ustedes se turnen para acompanarla.

Las damas de honor salieron de sus aposentos riendo y parloteando como cotorras. Un dia de campo junto al rio era un programa maravilloso. Sobre todo porque en esas ocasiones, las formalidades de la corte solian dejarse de lado. Era un dia hermoso. El cielo azul y la fresca brisa que mecia las flores prometian una jornada inolvidable. Como era muy temprano para ejecutar su plan, Philippa se ofrecio a escoltar a la reina. Aun no habia visto a sir Walter y queria aguardar hasta que se encontrara ligeramente ebrio.

– Estas muy bella, pequena -dijo Catalina a Philippa-. Me traes bellos recuerdos de tu madre y de los anos que pasamos juntas en el palacio cuando eramos ninas. -La hijita de la reina, a quien se le habia permitido asistir a la fiesta, saltaba en el regazo de su madre-. Maria, mi amor, por favor, quedate quieta. A papa no le va a gustar verte asi.

– Su Majestad, ?le gustaria que lleve de paseo a la princesa? -pregunto Philippa con gentileza-. Tambien puedo jugar con ella y entretenerla un rato. Siempre ayude a mama a cuidar a mis hermanos.

La reina asintio aliviada.

– Querida Philippa, ?harias eso por mi? El embajador de Francia viene esta tarde a verla y le escribira al rey Francisco sobre los progresos de nuestra princesita. Ahora que Maria esta comprometida con el delfin, los franceses no le quitan los ojos de encima. Aunque yo preferiria que se casara con mi sobrino Carlos. Si, mejor llevatela de aqui y trata de que no se ensucie.

– Si, Su Majestad -dijo Philippa tras hacer una reverencia. Luego, tomo de la mano a la pequena princesa-. Venga conmigo, Su Alteza. Vamos a pasear por los jardines y admirar las bellas vestimentas que lucen los invitados.

Maria Tudor, con sus tres anos de edad, se deslizo de la falda de su madre y, respetuosamente, acepto la mano que le tendia la senorita Meredith. Era una nina de mirada muy seria, bonita, de cabello caoba similar al de Philippa. Su vestido era una replica en miniatura del de su madre.

– Tu vestido es bonito -reconocio. La princesa Maria tenia una inteligencia notable. Pese a su corta edad, podia sostener una conversacion sencilla tanto en ingles como en latin.

– Gracias, Su Alteza.

Caminaron a la vera del rio y la nina senalo las embarcaciones. -?Vamos! -grito exultante de alegria-. Quiero pasear en bote. Philippa sacudio la cabeza.

– ?Su Alteza sabe nadar?

– No.

– Entonces no puede pasear en canoa. Para hacerlo es necesario saber nadar.

– ?Y tu sabes nadar? -le pregunto escrutandola con su extrana mirada de adulta.

– Si -respondio Philippa con una sonrisa. -?Quien te enseno?

– Un hombre llamado Patrick Leslie, conde de Glenkirk.

– ?Donde?

– En un lago de las tierras de mi madre. Tambien les enseno a mis hermanas Banon y Bessie. Pensabamos que nuestro lago era muy frio, pero el nos dijo que los lagos ingleses eran tibios en comparacion con los escoceses. Una vez estuve en Escocia, pero nunca me aventure a nadar en sus gelidas aguas.

– Mi tia Meg es la reina de Escocia -anuncio la pequena Maria.

– Ya no -corrigio Philippa-. Luego de enviudar, su tia contrajo nuevas nupcias. Ahora solo es la madre del rey. Pero yo tuve la suerte de visitaria junto con mi madre cuando todavia era reina de Escocia. Su corte era esplendida.

– ?Mejor que la de mi papa? -pregunto con un dejo de arrogancia.

– No hay en el mundo una corte como la del rey Enrique. Como usted bien sabe, su padre es el rey mas distinguido y gallardo de toda la cristiandad.

– ?Que delicioso elogio! -dijo Enrique VIII acercandose a su hijita. Philippa, ruborizada, le hizo una reverencia.

– ?Papa! -grito Maria Tudor, riendo mientras el la tomaba en sus brazos y la acariciaba con ternura.

– ?Y quien es la mas bella princesa del mundo? -pregunto el rey a su hija, besando sus mejillas rosadas.

La nina reia con felicidad. El rey se dirigio a Philippa:

– Tu eres la hija de Rosamund Bolton, ?o me equivoco, senorita?

El rostro de la joven era pura dulzura e inocencia.

– Lo soy, Su Majestad -respondio apartando la vista, como dictaba el protocolo. Ademas, a Enrique Tudor le molestaba muchisimo que lo miraran a los ojos.

El rey se acerco a la joven Meredith y le rozo la mejilla con un dedo.

– Eres tan bella como Rosamund a tu edad. Como sabras, nos conocemos desde hace muchos anos.

– Si, Su Majestad, ella me lo ha contado todo -rio Philippa con nerviosismo.

– ?Ah! -dijo Enrique con una sonrisa-. Entonces conoces toda la historia. En esa epoca yo era un muchachito lleno de malicia.

– Incluso le gustaba apostar a las cartas -respondio con picardia.

– ?Ja, ja, ja! Es muy cierto, senorita Philippa. Y mi abuela recolectaba el dinero de las apuestas y las ponia religiosamente en la caja de los pobres en Westminster. Asi fue como aprendi a no apostar. -Dejo a su hija en el suelo-, Me entere de que el hijo menor de Renfrew ha decidido ordenarse sacerdote. Lo siento mucho.

A Philippa se le llenaron los ojos de lagrimas, pero se las seco de inmediato.

– Es la voluntad de Dios -afirmo la joven sin la menor conviccion.

– Puedes contar con mi ayuda, senorita Philippa -murmuro Enrique Tudor-. Tu madre sigue siendo una de mis grandes amigas, aunque se haya casado con un escoces salvaje.

– Gracias, Su Majestad -contesto con una reverencia.

– Tambien recuerdo a tu padre, pequena. Era un buen hombre y, ademas, fue el mas leal servidor de la Casa Tudor. Sus hijas cuentan con mi amistad eterna. No lo olvides, Philippa Meredith. Ahora, por favor, lleva a mi hija con su madre. Luego, regresa y unete a tus amigos, asi te diviertes un poco, jovencita. ?Es una orden del rey! - exclamo prodigandole una amplia sonrisa-. ?Corre a divertirte! Es el ultimo dia de mayo, hay que disfrutarlo.

El rey la observo partir. ?Como era posible que la hija de Rosamund Bolton hubiera crecido tanto? Tanto como para casarse y tener el corazon destrozado… 'Habia otras dos Meredith -recordo el monarca-, y su padrastro le habia dado dos hermanos mas'. ?Y el que tenia? Una nina y una mujer demasiado vieja para parir los hijos varones que necesitaba. La reina habia perdido una criatura hacia seis meses. Siempre ocurria lo mismo: cuando el embarazo llegaba a termino, los bebes nacian muertos o sobrevivian al parto unos pocos dias. Maria fue la unica que pudo seguir con vida. Algo no estaba bien. Los medicos decian que la reina no podia tener mas hijos. ?Acaso Dios trataba de transmitirle algun mensaje? Observo a su esposa sentada en el trono, al otro lado del parque. Su piel otrora rozagante se veia macilenta; su cabellera brillante ahora lucia opaca. La reina pasaba cada vez mas tiempo rezando de rodillas y cada vez menos tiempo cumpliendo sus deberes reales en la cama.

Enrique contemplo al grupo de doncellas que acompanaban a Catalina, y sus ojos se posaron en la sobrina de Montjoy, la deliciosa Elizabeth Blount. Era pequena y curvilinea, de cabello rubio y ojos celestes. Junto con su hermana Mary, era la bailarina mas graciosa de la corte, ademas cantaba como los angeles. Tenia un gran ingenio, pero tambien era docil frente a la autoridad, cualidad que, segun Montjoy, podia convertirla en la mejor esposa del mundo. El rey entrecerro sus ojos azules. Si la joven era tan obediente como aseguraba Montjoy, seria una amante encantadora, feliz de rendirse ante la pasion de Su Majestad. Enrique Tudor sonrio. ?Que dulce verano tendrian por delante, si no los asolaba la peste o la fiebre! Luego continuo su paseo por los jardines y saludo con jubilo a todos los invitados.

Philippa volvio junto a la reina para entregarle sana y salva a la princesita.

– Hemos dado una magnifica caminata, Su Majestad. La princesa quiso pasear en bote, pero no me parecio seguro.

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