ultimas.

El 10 de junio Francisco presento sus respetos a la reina Catalina. Se celebro un gran banquete en su honor y Philippa eligio un vestido de brocado verde y dorado con mangas largas de hilos de oro que terminaban en unos punos ajustados y forrados con piedras preciosas. El escote seguia la moda francesa y causo murmullos entre las damas. La joven rio para sus adentros al oir los cuchicheos. El cabello lo llevaba recogido en la nuca con un chignon adornado con flores silvestres. Ni siquiera las francesas usaban un peinado tan audaz.

El rey de Francia reparo inmediatamente en Philippa y pregunto a sus asistentes por ella.

– Es la condesa de Witton, la flamante esposa de mi primo ingles, Su Alteza -dijo Guy-Paul St. Claire.

– ?Nacio en Francia? -pregunto el soberano.

– No, es oriunda del norte de Inglaterra.

– Mon Dieu! ?Donde aprendio esa hermosa nina a tener tan refinado estilo?

– No sabria decirle, senor. Mi primo me la presento hace apenas unos dias.

– Me gustaria conocerla -repuso el rey entrecerrando los ojos.

– Puedo arreglar un encuentro. Estoy seguro de que madame la comtesse se sentira muy honrada por su interes, senor.

Guy-Paul supuso que la esposa de Crispin no cometeria la tonteria de dejarse seducir por Francisco, pero el podria ganarse la simpatia del rey al presentarlos. Lo que ocurriera despues no era asunto suyo. Francisco era un hombre muy persuasivo con las mujeres, y el hecho de que una dama lo rechazara lo estimulaba aun mas. Por consiguiente, tanto si Philippa sucumbia a sus encantos como si lo desairaba, Francisco quedaria satisfecho.

– Entonces, hagalo -replico el rey. Luego giro la cabeza para sonreir a la anfitriona, que precisamente le estaba diciendo que le gustaria presentarle a sus damas de honor. Francisco asintio complacido y saludo con el tradicional beso en ambas mejillas a cada una de las ciento treinta mujeres que desfilaron ante el y entre las cuales se hallaba, por supuesto, la bella condesa de Witton. Al inclinarse en una profunda reverencia, Philippa revelo un par de pechos soberbios que deleitaron los ojos del rey. Cuando la tomo de los hombros para besarla, sus regias manos se demoraron un poco mas de lo habitual. Luego le toco el turno a Anne Chambers, otra de las damas de la reina que tambien resulto del agrado del rey.

Philippa se retiro y volvio a encontrarse con el primo de su esposo.

– Cousine, estas preciosa hoy. Francisco estuvo elogiando tu belleza hace unos segundos. ?Quieres que te lo presente, cherie?

– Me lo acaba de presentar la reina -replico Philippa. Aun no sabia si ese hombre le gustaba o no.

– Non, non! No me refiero a eso. Cuando te vio, el rey quedo maravillado por tu hermosura y me expreso su deseo de pasar un momento a solas contigo.

– ?En medio de todo este barullo? -pregunto Philippa con incredulidad-. ?Vamos, mon cher Guy-Paul! Lo que desea tu venerado rey es seducirme. Conozco muy bien su reputacion y he pasado bastante tiempo en la corte para reconocer a un hombre en plan de conquista. Si aun fuera una doncella, la respuesta seria no. Pero como soy una mujer casada, la respuesta sigue siendo no -y se echo a reir-. No pongas esa cara de desilusion. ?En serio creiste que aceptaria semejante invitacion?

No, definitivamente Guy-Paul St. Claire no le agradaba en lo mas minimo, pero debia ser cortes con el por respeto a Crispin.

El conde se quedo abatido, pero al rato dijo:

– Puesto que conoces tan bien el caracter de Francisco, no correras ningun peligro. ?No piensas que seria conveniente hacerte amiga del rey de Francia?

– ?Con que fin, Guy-Paul? Si no permito que me seduzca, Francisco se sentira ofendido. Y no estoy dispuesta a dejarme seducir por ningun hombre que no sea mi marido, que, ademas, es tu primo, por si lo olvidaste. ?Crees que Crispin aprobara que ofrezcas a su esposa al rey de Francia?

El conde de Renard parecia dolido por las palabras de la joven.

– Siempre es util tener un amigo en las altas esferas, Philippa, no solo para ti sino tambien para tu familia. Algun dia tu y Crispin tendran hijos. Ademas, piensa en tu madre, quien, segun me ha contado mi primo, posee una prospera empresa. Imaginate los beneficios que ella obtendria si su hija fuera amiga del rey de Francia.

– Si no dudara de tus motivos, estaria de acuerdo contigo, Guy-Paul. ?Por que diablos querria el rey conocerme si no es para seducirme? -dijo Philippa, pero a la vez pensaba que quiza la idea no fuera tan mala. Si lograba hacerse amiga del rey de Francia sin comprometer su honor y buen nombre, podria ayudar a su familia algun dia. ?Por que no intentarlo? Despues de todo, lo unico que tenia que hacer era no dejarse seducir.

– Me duele que sospeches de mi. Seamos francos, Philippa. Eres una muchacha de campo a quien se le brinda la oportunidad de conocer a un rey de enorme prestigio. Imagina las historias que les contaras a tus hijos y nietos. Es cierto, el rey me debera un pequeno favor si le presento a la bella mujer que lo ha cautivado. Pero si lo rechazas, no me lo reprochara. Y tu, cherie, eres muy inteligente y te las ingeniaras para conservar su amistad y su buena voluntad, sin perjudicar a Crispin.

Philippa no pudo evitar reirse.

– Eres un ser malvado, Guy-Paul. Argumentas tan bien como Tomas Moro, aunque el es un hombre piadoso y tu jamas lo seras. Si aceptara conocer al rey Francisco, ?donde y cuando seria el encuentro?

El conde trato de disimular su alegria. Sabia que debia apelar a su inteligencia y a su devocion por la familia para convencerla.

– No puede ser de noche -aclaro Philippa-, ni en un horario en que Crispin este desocupado. Si se entera de que voy a reunirme con el rey, me lo prohibira terminantemente y entonces yo me enojare y cometere alguna tonteria -termino la frase con una sonrisa-. Mas vale contarle todo despues del hecho. Es probable que se enfade contigo, ?no has considerado esa posibilidad?

– Podria ser por la tarde, despues de las justas y antes de la fiesta nocturna -sugirio el conde, ignorando las ultimas palabras de Philippa.

– De acuerdo. Crispin suele reunirse con sus amigos en ese horario.

– Me encargare de todo -dijo Guy-Paul con voz suave. Tomo la mano de Philippa y la beso-: Se tan encantadora con el como lo has sido conmigo, y Francisco caera rendido a tus pies, ma chere cousine.

– No quiero que caiga rendido a mis pies. Me entrevistare con el rey en privado, le dire lo que corresponde decir en esas ocasiones, y luego desaparecere de su vista. Ahora, marchate. La reina nos esta observando y querra saber por que conversamos tanto. Creo que no seria prudente repetirle nuestra charla, ?verdad?

Mientras el soberano frances visitaba a Catalina, Enrique Tudor visitaba a Claudia, la reina de Francia. Al regresar a sus respectivos campamentos, los reyes se encontraron en el camino: cada uno elogio a la esposa del otro y agradecio el excelente trato que habia recibido. Luego, se abrazaron y siguieron viaje.

Los festejos continuaron durante dias. Los cocineros reales de los dos campamentos trabajaban sin descanso para ofrecer los menus mas exquisitos y todos los dias se organizaban justas deportivas. Dos arboles de honor artificiales portaban los emblemas de ambos reyes: el capullo de espino de Enrique VIII y la hoja de frambuesa de Francisco I, que se hallaban exactamente al mismo nivel, para demostrar su igualdad.

Hacia mediados de junio, el calor se hizo insoportable. Las multitudes que se acercaban a mirar los torneos eran cada vez mas numerosas; en un momento llegaron a reunirse diez mil personas. La situacion se tornaba peligrosa y el capitan preboste era incapaz de controlarla.

Una de esas tardes temibles y torridas, Guy-Paul St. Claire saludo a Philippa, que descendia de las gradas de los ingleses.

– ?Podrias dar un paseo conmigo? -pregunto con cordialidad.

– Su Majestad, le presento al primo de mi esposo, el conde de Renard -dijo Philippa a la reina-. Si no necesita mis servicios, saldre a caminar con el.

– Por supuesto, hija mia. Te vere en el banquete de esta noche.

– Me pregunto si el conde de Witton sabe que tiene un primo frances -comento maldiciente una de las damas de la reina mientras los observaba alejarse tomados del brazo-. Ese sujeto hace honor a su nombre, pues realmente parece un zorro… o renard, en frances.

Las otras mujeres se echaron a reir, pero la reina las regano:

– No admitire esas habladurias. Philippa me ha hablado del conde y, Alice, te aconsejo que pases mas tiempo rezando a Dios y a su Santa Madre para que te ayuden a contener esa lengua viperina. De todas las damas que me han servido, solo dos poseen una virtud intachable, y una de ellas es Philippa Meredith. Confiesa tu pecado y

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