Gracia, en esa zona las carpas son pequenas, estan alineadas una al lado de otra y forman un verdadero laberinto. Despues de caminar para uno y otro lado, escuche una conversacion entre dos hombres.
– Su esposo me dijo que eran tres individuos -interrumpio el cardenal.
– Asi es, pero solo hablaban dos de ellos. Al principio, no podia verlos a causa del polvo -explico Philippa clavando la vista en el cardenal.
– Prosiga, senora -dijo Thomas Wolsey. Cuando Philippa concluyo el relato, el hombre asintio con la cabeza y pregunto-: ?Esta segura de que eran sirvientes de la reina Luisa de Saboya?
– Si, Su Gracia, y decian que ella los protegeria en caso de que los atraparan. Tengo la impresion de que el complot es una idea que se les ocurrio a esos hombres para congraciarse con su ama.
– Me sorprende que una joven que ha pasado cuatro anos en la corte no conozca las iniquidades de las que son capaces los seres humanos. Es usted muy ingenua, senora, y sospecho que se debe a la influencia de Su Majestad Catalina -comento el cardenal-. A decir verdad, no me interesa si la reina Luisa esta involucrada; lo importante es encontrar la manera de impedir que el crimen se lleve a cabo. Con excepcion de esos tres imbeciles, todos los demas escaparan al castigo, en especial los mas poderosos. ?Cuando planean cometer el asesinato? Ese es el meollo de la cuestion.
– Dijeron que lo harian en un momento en que ustedes tres estuvieran juntos.
El cardenal se sumio en una profunda reflexion, mientras sus elegantes dedos tamborileaban en el apoyabrazos de la silla. Fruncio los labios, cerro los ojos y al rato los abrio.
– ?Ya se! -exclamo.
– ?Milord? -pregunto el conde.
– El ultimo evento de esta pomposa fanfarria es una misa que yo mismo presidire y a la que asistira todo el mundo. Es el lugar perfecto para perpetrar un asesinato. Enrique Tudor y Catalina, Francisco, la reina Claudia y Luisa de Saboya estaran en la primera fila. -Luego volteo hacia Philippa-. ?Seria capaz de reconocer a esos tres sujetos, senora? ?Pudo observar bien sus rostros pese al miedo?
– Estaba asustada, milord, pero el miedo no llego a enceguecerme. Puedo reconocerlos sin dificultad.
– Supongo que no exigira a la reina Luisa que haga desfilar a todos sus sirvientes para someterlos a una inspeccion -acoto el conde de Witton.
– Por supuesto que no, mi querido Crispin. En primer lugar, seria muy facil para los conspiradores eludir esa inspeccion y, ademas, dudo que la reina conozca a todos sus sirvientes.
– Entonces su idea es esperar hasta el dia de la misa. ?No le parece peligroso, Su Gracia? ?Habra tiempo para detener a esos malhechores?
– No queda otra opcion -replico el cardenal con voz calma-. Dios nos protegera. Ahora, debo regresar antes de que empiecen a preocuparse por mi ausencia. Senora, la felicito por su inteligencia y su valentia. No conoci personalmente a su padre, pero se que estaria muy orgulloso de usted. -Tendio la mano a Philippa, que se la beso, y se dirigio al conde-: Ha elegido una excelente esposa, Crispin. -Volvio a extender su regordeta mano para que el conde se la besara-. Les deseo buenas noches -se despidio.
– Me parece un hombre muy seductor y a la vez atemorizante.
– Es las dos cosas, pequena.
– ?Realmente no intentara hallar a los asesinos antes de la misa? Si fueramos al campamento frances, podriamos encontrarlos.
– O ellos podrian encontrarnos a nosotros. Y entonces descubriran que entendiste cada una de las viles palabras que pronunciaron. No, pequena, aunque el plan del cardenal parezca demasiado sencillo e incluso peligroso, debemos confiar en el. Ese hombre sabe lo que hace.
El conde la abrazo y le dio un beso en la frente. Philippa se apoyo contra el pecho de su esposo, embriagada por una sensacion de absoluta felicidad. 'Lo amo -penso-. Ojala tambien me ame, pero a pesar de que se ha comportado muy bien desde el dia de la boda, se que se caso conmigo por mis tierras. Nunca me amara'.
Al dia siguiente los gobernantes de Inglaterra y Francia intercambiaron regalos, con la intencion de demostrar la amistad que reinaba entre los soberanos. Sin embargo, debajo de ese barniz civilizado, seguia existiendo la vieja rivalidad.
Despues de casi un mes de fiestas, torneos y diversas actividades sociales, el encuentro llegaba a su fin. El dia de la entrega de los suntuosos regalos, no habia combatientes en el campo de juego, sino carpinteros, vidrieros, albaniles y artesanos que trabajaban sin descanso para erigir una capilla temporal. Los dos reyes juraron que algun dia se levantaria en ese mismo lugar la iglesia de Nuestra Senora de la Amistad, donde volverian a reunirse alli para rezar y estrechar aun mas sus vinculos. El cardenal Wolsey seria el encargado de colocar la piedra fundacional de ese templo luego de la misa final.
La corte en pleno asistio a la capilla. Philippa y su marido lograron ubicarse junto a la reina. El altar estaba adornado con los candelabros de la abadia de Westminster y cubierto por un mantel traido de Notre Dame de Paris. Los calices pertenecian a ambas catedrales. El cardenal, vestido con su toga color purpura, era asistido por sacerdotes ingleses y franceses.
De pronto, Philippa reconocio al hombre que habia permanecido callado durante la ominosa conversacion. Al principio no podia creer lo que estaba viendo, pero, luego, se inclino hacia su marido y le susurro al oido:
– ?Crispin, uno de los conspiradores esta en el altar con el cardenal! ?Dios mio, es un sacerdote! ?Que horror!
– ?Cual es? -pregunto el conde al tiempo que hacia senas a uno de los sacerdotes ingleses que el conocia y que se hallaba junto a la reina.
– El hombre pelirrojo. Ese dia llevaba una capucha y el polvo le oscurecia el color de su cabello, pero estoy absolutamente segura de que es el. Hay solo dos ancianos sacerdotes entre el y el cardenal -dijo con nerviosismo.
– ?Milord? -pregunto el religioso ingles acercandose a Crispin.
– El hombre pelirrojo que esta junto al cardenal es un asesino, padre. Wolsey sabia que estaria aqui, pero ignoraba su identidad. Acabamos de reconocerlo. ?Podria avisarle a Su Gracia?
El sacerdote asintio con la cabeza. Sabia que el conde habia sido funcionario del rey y que su esposa era una devota servidora de la reina. Sigilosamente se deslizo entre los coristas y se paro en uno de los extremos del altar. Susurro algo al oido de otro sacerdote y se desplazaron con sumo cuidado hasta colocarse a ambos lados del conspirador.
– Tendra que acompanarnos, padre -susurro el hombre de la reina-. Se ha descubierto el complot y el cardenal desea hablar con usted despues de la misa.
El frances se sobresalto, pero se dejo escoltar por los caballeros sin oponer resistencia. Salieron al campo de juego por una puerta lateral. El conde, que los estaba aguardando, echo una rapida mirada al prisionero y descubrio una peligrosa daga, cuya punta era mas oscura que el resto de la hoja.
– ?Cuidado! -grito Crispin-. ?La daga esta envenenada!
– Salvaron la vida del cardenal, pero muy pronto su rey y su reina seran asesinados. Y no podran hacer nada para impedirlo -gruno el conspirador.
El conde lo agarro del cuello y casi le rozo la garganta con la punta de la ponzonosa daga.
– ?Digame como se llaman y donde estan sus secuaces!
– ?Vayase al infierno!
– ?Realmente cree que asesinando a los monarcas de Inglaterra y secuestrando a su hija, Francia va a regir mi pais? ?Esta dispuesto a perder su vida por esa ridicula idea? ?Acaso no sabe que hay otros herederos legitimos del trono?
El sacerdote permanecio en silencio, pero era evidente que estaba reflexionando en las palabras del conde.
– ?Que haran con nosotros? -pregunto finalmente.
– Digame quienes son y donde estan los otros conspiradores y los entregaremos a su ama. Ella decidira que hacer con ustedes. No queremos romper los lazos de amistad que se han creado entre ambos reinos. Hable ya mismo o le juro por Dios que le clavare el cuchillo y lo dejare morir sin la posibilidad de confesarse. ?Acaso quiere presentarse ante el Creador con el alma mancillada por tan abyecto pecado?
– Sus nombres son Pierre y Michel, y son sirvientes de la reina Luisa. Ahora se encuentran junto a ella en la capilla. Pierre es el mas alto de todos los presentes, despues de su rey Enrique. Michel esta parado a su derecha. ?Quite esa daga de mi cuello, se lo suplico!