no vacilo en ayudarlos.
Habian partido antes del amanecer y pudieron observar el sol naciente emergiendo, majestuoso, por sobre la cada vez mas lejana costa de Francia. En Dover, comenzaron a cabalgar rumbo a Oxfordshire.
Philippa noto que algo estaba pasando. La amistosa y, en cierto modo, protocolar relacion que habia entablado en los ultimos dos meses con su marido parecia estar cambiando. Y el cambio habia comenzado en Francia, luego de que ella le contara el episodio de los conspiradores. Philippa no lo comprendia. Crispin se mostraba mucho mas solicito y lo habia sorprendido en varias ocasiones observandola con una expresion nueva en esos ojos color gris plata que, de pronto, podian volverse tan gelidos. ?Que estaba sucediendo? ?Acaso la amaba? ?Era posible que algo semejante ocurriera entre ellos? ?Seria ella capaz de responder a ese amor? Penso que si, aunque no estaba segura de lo que significaba estar enamorada. Ademas, no podia decirselo. Habia aprendido en la corte que una mujer debe ocultar sus sentimientos hasta que el caballero no revele los suyos.
El no intento poseerla en los hostales donde habian pernoctado. Y cuando ella le pregunto la razon de esa abstinencia, el le dijo que preferia esperar y hacer el amor en Brierewode; de alguna manera, era comprensible. Lord Cambridge no se habia ocupado de organizarles el viaje, pues no sabia cuando regresarian, de modo que las posadas donde pasaban las noches distaban de ser lugares romanticos, o aun confortables, en algunos casos. Sin embargo, Philippa estaba ansiosa por corroborar si sus juegos amorosos seguian siendo tan placenteros como antes.
Luego de cabalgar varios dias hasta el crepusculo y de pasar las noches en la primera posada que encontraban, arribaron finalmente a Brierewode para sorpresa de la senora Marian, que no esperaba volver a verlos hasta el otono.
Philippa no se habia aseado en mucho tiempo y ordeno que le prepararan el bano de inmediato. Tenia el cabello sucio a causa del polvo de los caminos estivales y de nada le hubiera valido cepillarlo. Mientras Lucy preparaba la banera y los criados la llenaban con agua caliente, la joven abrio de par en par una de las ventanas del dormitorio y se inclino sobre el alfeizar. El aire era fresco y tenia el aroma caracteristico del verano, pero en las colinas la niebla era ahora mas densa. Seguramente lloveria durante la noche, y se alegro de estar de vuelta en casa. Habia pasado muy poco tiempo en Brierewode y, sin embargo, sentia que ese era su verdadero hogar. Alli es donde pasaria el resto de su vida, salvo las visitas anuales a la corte. Y alli nacerian sus hijos.
Aunque no era probable que tuviera hijos si continuaba tomando en secreto el brebaje de su madre para impedir la concepcion. Philippa experimento un profundo sentimiento de culpa. Lo que estaba haciendo se oponia a los preceptos de la Iglesia. La reina se hubiera horrorizado de su sacrilego comportamiento. Sin embargo, en el fondo de su corazon no se arrepentia de su conducta. Habia visto morir a demasiadas mujeres por dar a luz a un hijo tras otro, sin tomarse un descanso entre parto y parto. No. Su culpa no provenia de beber un brebaje para evitar la prenez, sino de no cumplir sus deberes para con Crispin, que era tan bueno con ella y deseaba con tanta vehemencia un heredero.
Cuando llegaron a Brierewode, los esperaba un mensaje procedente de Otterly, donde lord Cambridge les comunicaba que la boda de Banon se celebraria el 20 de septiembre y que los veria primero en Friarsgate y luego en sus tierras. Rosamund estaba ansiosa por conocer a su nuevo yerno.
– Tu madre aun no ha perdido la esperanza de que te hagas cargo de Friarsgate.
– Si tu y Crispin no han cambiado de idea, estoy seguro de que el convencera a Rosamund de renunciar a sus planes, pero ignoro como reaccionara. Todavia es bastante joven y hay tiempo suficiente para elegir a un nuevo heredero.
Probablemente la eleccion recaeria en uno de los Hepburn; Philippa estuvo a punto de desternillarse de risa al pensar en el gesto del finado Henry Bolton de haberse enterado de una decision semejante, pero se conformo con lanzar unas breves, pero estentoreas, carcajadas.
– El bano esta listo -anuncio Lucy, entrando en el dormitorio-. Y perdone la intromision, milady, pero ?se puede saber por que se rie con tanta malicia?
– Porque me imaginaba la reaccion del tio abuelo Henry, en caso de que uno de los Hepburn heredase la tierra de los Bolton.
– De modo que usted renunciara a Friarsgate -repuso Lucy, mientras ayudaba a su ama a desvestirse.
– Hace un momento, al mirar por la ventana, me di cuenta de que este es mi autentico hogar. Pertenezco a Brierewode, Lucy, lo se.
– Si. Oxfordshire es una hermosa tierra.
– Lava solo lo rescatable. En cuanto a esas faldas, han conocido tiempos mejores -acoto Philippa con una sonrisa ironica.
– Las lavare de todas maneras, y usted podra ponerselas cuando viaje al norte, para no estropear la ropa nueva -dictamino la practica y ahorrativa doncella. Una vez que Philippa se sento, Lucy le quito los pesados zapatos de cuero para cabalgar-. Necesitan algunos remiendos, ademas de una buena lustrada -dijo mientras le sacaba las medias-. y estas, ?al fuego! De tanto viaje se han quedado con mas agujeros que tela.
– De acuerdo. Tiralas a la basura -concluyo la joven, al tiempo que se ponia de pie y se sacaba la camisa.
Totalmente desnuda, se encamino a la antecamara donde se hallaba la banera, frente a la chimenea. En Brierewode solian encender el fuego incluso en los dias de verano, a fin de quitar la humedad del ambiente. Lucy, quien ya habia puesto a calentar las toallas junto al hogar, recogio las ropas de su ama y la siguio a la antecamara.
– Llevare la ropa al lavadero y luego vendre a ayudarla con el bano.
– No. Primero me lavas la cabeza. Hemos tenido que dormir donde nos sorprendia la noche y quiero asegurarme de no tener pulgas. Si tio Thomas hubiese organizado las cosas, no habriamos pernoctado en esas posadas infectas. Le escribire para pedirle que se ocupe de nuestro viaje al norte, de ese modo sera mas placentero. -Philippa subio los peldanos de madera y se metio en la banera-. ?Ah, el agua esta deliciosa! ?Que placer!
– Sumerjase ahora, milady, y le dare una buena jabonada. -Dos veces le lavo el cabello y dos veces se lo enjuago. Luego envolvio la cabeza de Philippa en una toalla caliente-. Ya esta, milady. Con su permiso, ahora si llevare esta ropa a lavar.
La joven cerro los ojos. El hecho de tener la cabeza limpia la hacia sentir maravillosamente bien. Medio adormecida, escucho a lo lejos el debil retumbo de un trueno y se incorporo para mirar por la ventana abierta: el cielo se habia oscurecido y pronto comenzaria a llover. Pero no le importo. Estaba en casa, al abrigo de cualquier inclemencia. Su cabello estaba limpio y esa noche dormiria en una cama pulcra y fresca.
En ese momento, se abrio la puerta de la antecamara y aparecio Crispin. Al verla, no pudo evitar sonreir.
– Voy a meterme en la banera -anuncio. Y comenzo a sacarse la ropa.
– ?Y si Lucy vuelve y te ve desnudo? -protesto Philippa.
– Lucy no regresara hasta que la llamemos. La encontre en el corredor y le di las instrucciones pertinentes. Cuando hagas sonar la campanilla, nos traera la cena. Esta noche no tengo intenciones de ir al salon. Tu seras mi aperitivo, senora.
Una vez liberado de la ultima de sus prendas, se dirigio a la banera.
– ?El agua va a rebalsar! -exclamo Philippa alarmada.
– No, senora, no va a rebalsar. Les dije a los criados hasta donde debian llenarla.
Subio los peldanos, se metio en el agua y tomo a la joven entre sus brazos.
– Hemos estado separados demasiado tiempo, pequena. -No hemos estado separados en absoluto -dijo ella, con voz ahogada.
Crispin le saco la toalla de la cabeza y hundio los dedos en los cabellos mojados.
– Si, estuvimos separados, senora, pero ya no nos apartaremos el uno del otro.
Sus manos se hundieron en el agua y, tomandola de las nalgas, la levanto y la coloco sobre su erguida vara.
– Ahora, esposa mia, ya no estamos separados -murmuro, al tiempo que la sorprendida Philippa abria los ojos de par en par.
– ?Oh, milord! -exclamo, mientras el deslizaba su potente virilidad en su amoroso canal.
Y aunque ella recordaba cuan maravillosa era su pasion, se habia olvidado de las considerables dimensiones que podia cobrar. El la penetro hasta las profundidades de su alma, moviendo las delgadas caderas cada vez mas