deprisa hasta que ambos gritaron al unisono.
– Caramba, Philippa. He pensado en mi propio placer y no en el tuyo. ?Me perdonaras, esposa?
Ella lanzo una suave risita.
– Crispin, no se si le corresponde a una dama admitir que, pese a la rapidez del encuentro, tambien ha alcanzado el placer.
– ?Es cierto?
– Si, es cierto. He extranado nuestros juegos, milord. Pero debemos lavarnos primero antes de meternos en la cama y continuar este delicioso interludio. Luego, comeremos algo y volveremos a hacer el amor, a menos, por supuesto, que estes demasiado cansado por el viaje -concluyo Philippa en un tono provocativo.
– Senora, realmente me asombras -repuso Crispin, lanzandole una mirada de aprobacion.
La joven vertio un poco de agua en el cabello castano ceniza de su marido y se lo lavo. Cuando hubo terminado, tomo un cepillo y le froto vigorosamente la espalda, los hombros y los brazos. Despues, enjabono un pano de franela y lo paso por su ancho y fornido pecho y por su adorable rostro.
– Ahora sal de la banera y dejame terminar mis abluciones, milord. Las toallas estan calientes.
El obedecio y comenzo a secarse cuidadosamente, observando con delicia la punta de sus senos, que flotaban, oscilantes, en el agua, mientras ella se frotaba la espalda.
Su boca anhelaba atrapar esos tentadores capullos de carne. Tras quitarse la toalla de la cabeza, enrosco un lienzo en torno a sus caderas, pero no logro disimular la floreciente lujuria que empezaba a consumirlo. Nunca habia deseado a una mujer como deseaba a Philippa, su adorable y pequena esposa. Philippa, que no solo le incendiaba el cuerpo sino tambien el corazon. Pero ?como podia declararle su amor si ella se obstinaba en guardar silencio? Era una muchacha dulce y docil, fiel a la Iglesia y apasionada en el lecho. Y aunque entregaba generosamente su cuerpo, no comunicaba ninguna de sus emociones.
– Te espero en el dormitorio -dijo Crispin, y abandono la antecamara.
– No tardare -repuso Philippa.
?Por Dios! ?Todos los hombres serian tan apasionados como el? Esa era una de las muchas preguntas que tenia que formularle a su madre. Y de pronto, Philippa supo que debia ir a Friarsgate lo antes posible. Si el se mostraba tan apasionado, entonces ?por que no la amaba? Y si la amaba, ?por que no se lo decia? Su madre conoceria las respuestas.
Salio de la banera y se seco lentamente. Luego se sento junto al fuego y se froto el cabello con una toalla hasta quitarle toda la humedad. Por ultimo, se encamino al dormitorio completamente desnuda.
– ?Detente! -dijo Crispin, cuando ella estaba a punto de franquear el umbral-. ?Eres tan terriblemente bella, Philippa!
Sintio que la ardiente mirada de su marido la quemaba por completo. El le tendio una mano y cuando ella se acerco para tomarla, Crispin la arrastro al lecho, de modo que la joven cayo sobre su cuerpo y se besaron con una pasion arrebatadora.
Afuera se escucho el estruendo que sigue al relampago y Philippa jugo con la idea de que sus labios, al unirse con tanta vehemencia, habian sido la causa del trueno.
Sus bocas se fundieron en un beso ardiente y humedo, cada vez mas intenso. Sus senos se aplastaron contra el suave y fornido pecho de Crispin. Ella estaba encima de el y las manos de ambos se enredaban en los cabellos del otro. Sintio el cuerpo de el arder bajo el suyo. Sintio que su virilidad se erguia una vez mas, aunque tratara de refrenarse para saborear ese magico y sublime momento. Finalmente, Philippa aparto la cabeza.
Crispin la levanto y la sento sobre su torso, como si ella estuviera cabalgando. El redondo y pequeno trasero de la joven le bastaba para mantener intacta su lujuria. Por ahora, todo cuanto queria era acariciarle los senos, esas dos perfectas y deliciosas esferas. Se llevo los dedos a la boca para humedecerlos con saliva y los paso repetidas veces en torno al tenso capullo de rosa. Ella se estremecio. Lo tomo el pezon entre el pulgar y el indice y lo fricciono hasta convertirlo en un talluelo enhiesto. Lo pellizco con suavidad y ella emitio un leve quejido. Al mirar su rostro, vio que tenia los ojos cerrados y que disfrutaba de cada nuevo placer que le ofrecia. Jugo primero con un seno y luego se dedico al segundo.
Philippa suspiraba sin decir palabra. Crispin penso que el tiempo no los apremiaba y, tras un mes de celibato, ella estaria dispuesta a aceptar lo que pensaba proponerle.
– Ahora tiendete de espaldas sobre mi cuerpo, pequena. Dejate caer hacia atras y te hare conocer una nueva manera de gozar. No tengas miedo, Philippa, jamas te lastimaria.
Al escuchar sus palabras, el corazon de la joven comenzo a latir a un ritmo vertiginoso. Lo desconocido la atemorizaba, pero cada vez que se habia adentrado en lo desconocido con su esposo no habia obtenido sino placer. Obedientemente, se tendio boca arriba. El le levanto las piernas y deslizo un cojin bajo su trasero. Philippa estaba intrigada, pero no abria los ojos, pues no sabia si estaba lista para mirarlo cuando hacian el amor. El le levanto aun mas las piernas y la sostuvo firmemente en esa posicion. ?Y su cabeza? ?Donde habia metido la cabeza? ?Acaso entre sus muslos? Entonces, sintio que la lengua del hombre, eludiendo el tierno follaje, separaba sus labios internos y se hundia en el lugar mas secreto de su cuerpo. Philippa ahogo un grito y abrio los ojos, sorprendida.
– ?Crispin! -se las ingenio para exclamar.
El alzo la cabeza y la miro.
– Confia en mi, pequena -fue todo lo que dijo, antes de proseguir con sus deliciosos trabajos de amor.
La lengua era el mas exquisito tormento que Philippa habia experimentado en su vida. Los sabios lenguetazos lamian, avidos, su sedosa carne. Sus jugos fluian mas copiosamente que nunca y, a juzgar por los sonidos de su laboriosa lengua, el los estaba bebiendo con fruicion, como si se tratase del nectar de los dioses. Despues, la lengua llego a ese lugar que solo habia tocado su dedo, y a partir de alli se convirtio en una suerte de embolo, entrando y saliendo del fragante santuario de su femineidad hasta que Philippa comenzo a gemir. Era una sensacion demasiado maravillosa para poder soportarla, y la joven penso que el unico desenlace posible era la muerte. Pero en lugar de morir, se dejo arrastrar por la ola a una vertiginosa altura, antes de desmoronarse dos veces sobre la playa. Crispin la monto entonces, como si fuera una esplendida yegua blanca, y la empalo con su rigido miembro. Sus cuerpos se movieron al unisono hasta que los gemidos de ella le indicaron que habia llegado el momento de saciar sus apetitos y el, incapaz ya de contenerse, la inundo con un chorro que le llego al fondo de las entranas. Temblando, se aparto de ella con un grunido de satisfaccion.
Yacieron el uno junto al otro, jadeantes y maravillados por cuanto acababa de ocurrir. Crispin la tomo de la mano sin decir una palabra. ?Por que Philippa se empenaba en guardar silencio? ?Por que no le decia que lo amaba?
Philippa, aunque encerrada en un mutismo absoluto, no pudo contener las lagrimas. ?Por que su esposo no le declaraba su amor? Tal vez porque no la amaba, concluyo la joven, dejandose llevar por el escepticismo… y la ignorancia.
Crispin St. Claire fue el primero en hablar.
– Creo que esta noche hemos engendrado un hijo -murmuro con una voz sofocada por la emocion.
– No lo se, milord -repuso Philippa, pensando que eso no era posible a causa del brebaje que tomaba todos los dias.
– Yo estoy seguro. Una pasion semejante entre un hombre y su esposa deberia dar algun fruto.
– Nunca he considerado, milord, que la pasion entre nosotros fuera infructuosa -replico la joven.
– ?En serio, senora? -sonrio el conde. Cuando hacian el amor, respondia a sus caricias con una pasion que hubiera satisfecho al hombre mas exigente, pero rara vez hablaba del tema-. ?Tienes hambre? En ese caso llamare a Lucy para que nos traiga la cena.
Ella asintio con la cabeza, totalmente adormilada.
– Mmmh… si. Despiertame cuando llegue -dijo, y sus ojos se cerraron.
Crispin tiro del cordon de la campanilla. Puso un brazo en torno a Philippa y se quedo escuchando su tranquila respiracion. Evidentemente, ella estaba cansada de tantos viajes, y en cuanto a el, la idea de ir al norte en unas pocas semanas no le hacia la menor gracia, pero se lo habia prometido. El casamiento de su hermana era importante para Philippa; ademas, ya era hora de conocer a sus parientes politicos. Se pregunto si era sensato de su parte permitirle a Philippa renunciar a una herencia que le pertenecia por derecho de nacimiento. Y concluyo que si. Los St. Claire de Wittonsby no eran una familia acaudalada ni tampoco era probable que lo fuesen. Los tiempos en que un hombre podia elevar la condicion socioeconomica de su familia habian pasado.
Al escuchar a Lucy en la antecamara, el conde se levanto del lecho, se envolvio la toalla en torno a la cintura y