haz penitencia antes de volver a presentarte ante mi.

Mientras tanto, Philippa avanzaba entre la multitud que asistia a las justas del dia. Su acompanante la condujo discretamente a la tienda donde Francisco se preparaba para los torneos. En calzas, con el torso desnudo y sentado en un taburete de tres patas, aguardaba que un criado terminara de lavarlo. Alzo la vista al entrar los visitantes y sonrio.

– Madame la comtesse, ha sido usted muy amable en venir a verme -saludo. Se paro con el agua chorreando por su amplio pecho. Era un hombre muy alto y viril.

Philippa retrocedio un paso e hizo una reverencia.

– Monseigneur le roi. Ha peleado con bizarria hoy y veo que su ojo esta casi curado -saludo. Vio con el rabillo del ojo que Guy-Paul se escabullia fuera de la tienda y entonces se dio cuenta de que estaba cometiendo una tonteria. Lo unico que conseguiria seria poner en peligro su integridad y la de su esposo.

El rey indico a su sirviente que se retirara; luego tomo la mano de Philippa y se la beso.

– Usted me llamo la atencion el dia del banquete de la reina. Era la mas elegante de las damas inglesas. ?Por que sus compatriotas se visten tan mal? ?Acaso no les gusta que un hombre las admire? -pregunto sin soltarle la mano y clavando sus ojos negros en el valle de su pecho.

Philippa se sintio perturbada por esa mirada lasciva y ardiente, pero trato de no revelar sus emociones.

– Mi tio Thomas Bolton, lord Cambridge, es un hombre dotado de una finisima sensibilidad en materia de estetica. El me enseno a vestirme, aunque dice que poseo un instinto natural para la ropa y los colores.

– ?Y su tio tambien le enseno a elegir las joyas? -inquirio Francisco, tocando las perlas de su collar y demorando sus dedos en la parte superior de los senos de la joven.

– Asi es, mi tio dice que tambien tengo un instinto natural para las joyas -replico, tratando de reprimir la sensacion de asco que la embargaba.

– ?Y que otros instintos posee, madame'? -ronroneo, mientras su brazo se deslizaba como una serpiente alrededor de la cintura de Philippa y la atraia hacia el.

La joven se sorprendio ante el intento de seduccion. Rozo el cuerpo mojado del rey y tuvo miedo de que sus intensos ojos oscuros la hipnotizaran. Se sintio como un conejo acorralado por un sabueso gigantesco, pero se armo de valor y empujo al monarca con suavidad y firmeza al mismo tiempo.

– ?Oh, monseigneur, es usted tan fuerte y yo soy tan debil! Pero acabo de casarme y no quiero avergonzar a mi esposo. ?Perdoneme! -Se arrodillo bruscamente y alzo la mirada hacia el rey con las manos unidas en senal de suplica-. ?No debi venir! Me senti tan halagada cuando supe que Su Majestad habia reparado en mi humilde persona, que no pude resistirme. Soy solo una muchacha de campo, y ahora tendre que confesar mi conducta pecaminosa al sacerdote de la reina. -Agacho la cabeza y se las ingenio para soltar una lagrima.

– ?Y no le dira nada a su marido? -pregunto el rey, divertido.

– ?Oh, no! ?Me moleria a golpes!

– Si fuera mia, madame la comtesse, y mirara a otro hombre, yo tambien la azotaria -acoto el rey y luego la levanto-. Regrese con su esposo y duerma con su casta conciencia tranquila, pues no ha cometido pecado alguno. Nunca me vi en la necesidad de forzar a una mujer. -Beso sus labios y rio al ver la cara de asombro de Philippa-. No pude evitarlo, cherie, y en compensacion por la desilusion que me ha provocado, exijo que me conceda una danza en el baile de esta noche.

Philippa hizo una graciosa reverencia y huyo de la tienda, agradeciendo a su buena estrella por haber salido indemne de esa terrible situacion. Sin embargo, Guy-Paul tenia razon. Habia logrado enganar al rey con su pequena pero brillante actuacion, y habia escapado sin mancillar su honor. De pronto, se detuvo pues no sabia donde estaba. Y si bien aun era de dia y el sol tardaria en ocultarse, no habia suficiente luz en las angostas callejuelas que se formaban entre las carpas. Ademas, el viento empezaba a levantar el polvo y le impedia ver el camino.

Quiza si caminaba hasta el final de la hilera de tiendas veria el campo y no seria dificil hallar el camino que conducia al sector ingles. Sin embargo, cuando llego al extremo de la fila, descubrio que el sendero terminaba alli y que lo cruzaba una nueva callejuela. ?Debia doblar a la derecha o a la izquierda? Recordo que el campamento ingles se hallaba al oeste, entonces doblo a la izquierda y continuo caminando. Cuando llego al final del corredor, se encontro en la misma disyuntiva que antes: ?izquierda o derecha? Ese lugar era peor que un laberinto de ligustros y ella, una mujer sola en un campamento extrano. ?Maldito Guy-Paul! Debio haberla esperado, pero, de seguro, creyo que su rey lograria seducir a la campesina inglesa. Jamas volveria a dirigirle la palabra. No, mejor hablar con el, si queria que su esposo no se enterara del infortunado incidente que ella misma habia provocado. ?O le contaria todo? ?Por Dios! ?Donde estaba el campo de juego? ?Y si la sorprendia la noche? ?Como hallaria el camino de regreso?

Por fin, vio el campo de juego y sintio un gran alivio. Pero habia un grupo de caballeros franceses conversando, y Philippa decidio avanzar hasta la siguiente callejuela para eludirlos. Mas adelante vio un corrillo mas pequeno de hombres. Philippa tuvo que detenerse pues no podia ver nada por el polvo que el viento arremolinaba. Sabia que estaba a centimetros de los hombres, pero temia moverse en esas circunstancias.

Sin querer escucho la conversacion y descubrio con estupor que estaban tramando un asesinato. ?Iban a matar a Enrique Tudor! Se quedo petrificada por el terror, pero al instante se dio cuenta de que ella misma corria peligro de ser asesinada. Tenia que usar toda su inteligencia para escapar de esa horrenda situacion.

La garganta se le cerraba y apenas podia tragar. Respiraba con dificultad, las piernas le flaqueaban. Philippa trato de recuperar la calma: inspiro y espiro una y otra vez hasta que el dolor y la opresion de la garganta desaparecieron y pudo volver a tragar. Tenia que ser valiente para salvar su vida y advertir al rey. Con el cuerpo pegado a una carpa, Philippa se puso a escuchar con extrema atencion.

CAPITULO 17

Philippa no podia ver a los hombres que hablaban claramente de asesinar al rey Enrique, pero ellos tampoco podian verla a ella. Sin embargo, cuando la tormenta de polvo amainara y advirtieran su presencia, ?se darian cuenta de que los habia escuchado?

– ?Estamos de acuerdo, entonces? -pregunto un hombre de voz ruda en un frances extrano.

– Asi es -replico una segunda voz-. Todos estaran en el mismo lugar al mismo tiempo. No podemos dejar pasar esta oportunidad, mes amis, pues no volvera a repetirse. Los malditos ingleses ya no seguiran reclamando el trono de Francia, y nosotros nos apoderaremos de Inglaterra. Una vez eliminados el presuntuoso Enrique Tudor, su beata esposa espanola y el rechoncho cardenal, Francisco tomara bajo su tutela a la princesa Maria, la prometida del delfin, e Inglaterra sera nuestra. Cuando el rey se entere de nuestra hazana, de seguro nos recompensara generosamente.

– ?Y no se enojara el emperador? Despues de todo, la reina es su tia. Ademas, ?realmente crees que nos recompensaran? ?No es posible que nos ejecuten por lo que planeamos hacer?

– ?Por supuesto que el emperador se va a enojar, idiota! Pero nuestros agentes en Inglaterra arrancaran a la princesita de las manos de sus guardianes y la traeran a Francia. Tal vez Francisco se enfade al principio, pero enseguida apreciara las ventajas de la situacion. Ademas, la reina Luisa de Saboya nos protegera pues ?no somos acaso sus sirvientes? Cuando el rey tenga en sus manos a la princesa, podra celebrarse la boda y el emperador no se animara a desafiar a la Iglesia. Inglaterra dejara de ser una amenaza para nosotros y se convertira en subdita de Francia. Los nobles ingleses no tardaran en aceptar la nueva situacion, pues la aristocracia siempre trata de caer bien parada. Lo unico que les importa es su propio bienestar; siempre ha sido asi. Todos se echaron a reir a mandibula batiente.

– La senal sera la salamandra del rey, ?entendido?

– Oui.

El viento empezo a amainar y la nube de polvo se disipaba progresivamente. Philippa no tenia lugar donde esconderse. Apretando los dientes, decidio avanzar.

– ?Abran paso, abran paso! -grito caminando en medio de la penumbra en direccion a los conspiradores. Ahora podia verles el rostro-. ?Muevanse! Dejen pasar a la condesa de Witton. ?Vamos, muevanse! -Estaba a

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