incumbencia el que ame o no a Rusell Ottley. Ademas -prosiguio con decision-, no veo por que debo quedarme aqui puesto que Nona esta ausente.

Se puso de pie con rapidez. Por desgracia, Stallard fue mas rapido y la tomo del brazo. La hizo perder el equilibrio y solo tuvo que tirar de ella con suavidad para hacer que Farran se sentara en el sofa, a su lado. La miro con fijeza para inmovilizarla en su sitio, cuando se dio cuenta de que la chica no tenia intenciones de quedarse quieta.

Farran echaba chispas por los ojos y abrio la boca para protestar y de nuevo Stallard fue mas rapido.

– ?Vaya! Nunca he tenido que llegar a los extremos a que he llegado contigo para que vengas aqui… y solo piensas en marcharte -gruno-. Lo unico que deseo es hablar contigo. Necesito hablar contigo…

– Entonces, llamame por telefono -exclamo la chica.

– Ya lo intente -gruno el, y de pronto su voz se torno muy serena y tranquila-. Todo… salio mal.

Fue su voz mas baja, su mirada mas tranquila, esa mirada que de alguna forma lo hacia aparecer inseguro de si mismo, lo que hizo que la furia y la agresion de Farran desaparecieran. Si era duro o aspero con ella, Farran podia hacerle frente. Pero estaba enamorada de el, lo amaba tanto que contuvo la replica dura que iba a decir y se suavizo.

– ?Que -solto sus manos de las de Stallard sin prisa alguna- fue exactamente lo que no salio bien?

– ?Que fue lo que salio bien? -pregunto el a su vez-. Desde el principio, me equivoque contigo.

– Me percate de ello -murmuro Farran y de pronto se alegro de estar sentada, pues de lo contrario se habria desmayado por la impresion de oir lo que Stallard acababa de admitir-. Pero… pero… ?cuando… te diste… cuenta?…

– Fue obvio casi desde el principio -le explico Stallard-. Pero el problema fue que, una y otra vez, justo cuando empezabamos a entendernos, me tenias que hacer enojar.

– ?Yo hacerte enojar a ti! -exclamo Farran, endureciendose de nuevo-. Se supone que debo quedarme sentada, tranquila y medrosa…

– Nunca hubo nada tranquilo ni medroso en ti, Farran Henderson -la interrumpio Stallard-. Tus hermosos ojos cafes echaban chispas desde la primera vez que hable contigo. Recuerdo muy bien tu aire altanero, tu…

– ?Mi aire altanero! -exclamo Farran-. Santo cielo -prosiguio, sin olvidar nunca la ocasion en que Stallard fue a buscarla al dormitorio de la tia Hetty y la hallo tratando de encontrar el testamento-. Tu si que podrias dar clases de arrogancia.

– ?Arrogante? ?Yo? -inquirio Stallard y Farran tuvo ganas de matarlo. Se contuvo y Stallard murmuro-: Debe ser el efecto que ejercemos uno sobre otro.

A Farran, eso no le gusto nada. Estaba segura de que no queria que el pensara que ejercia cierto efecto sobre ella. Mas, si lo aclaraba, seria como darle demasiada importancia al asunto. Asi que decidio que lo mejor era cambiar de tema.

– Me estabas diciendo que…

– Intente disculparme contigo -corrigio Stallard-. Trate de explicarte -prosiguio y de pronto parecio escoger muy bien sus palabras antes de decirlas- por que, gracias a circunstancias que eran nuevas, demasiado nuevas para mi, me he portado tan mal contigo.

Farran nunca espero que el admitiera algo asi y lo miro de inmediato a los ojos. Abrio mucho los suyos al percatarse de que en los ojos grises que la observaban habia una calidez enorme.

– Ah -aunque su vida dependiera de ello, no creyo ser capaz de decir otra palabra.

Pero no tuvo que anadir nada puesto que Stallard, todavia observandola con calidez, se refirio, como si solo le importara disculparse por completo con ella, al momento antes de que se conocieran.

– Las cosas estuvieron bastante confusas cuando la senorita Newbold murio. Nadie parecia saber en donde vivia alguno de sus familiares y Nona estaba muy tensa, pues queria que su amiga tuviera un funeral respetuoso y adecuado. Asi que yo me encargue de ello para ver que se podia hacer. Despues supe que la senora Allsopp hacia la limpieza para la senorita Newbold. Fue ella quien me dio la caja de galletas que contenia los documentos personales de la senorita Newbold, y entonces me entere de los nombres y direcciones de sus familiares, asi como de que, en el ultimo testamento, yo era el heredero unico.

– ?No… no lo supiste hasta entonces? -inquirio Farran con un hilo de voz.

– Fue una sorpresa total -explico Stallard-. Claro, de inmediato me percate de que la senorita Newbold habia cambiado el testamento a mi favor por capricho, pero antes de tomar las medidas necesarias para anular ese testamento…

– ?Tenias la intencion de anular ese testamento? -exclamo la chica-. ?Antes de que yo te llamara, antes…?

– Me temo que asi es -confeso.

– Entonces… entonces… -tartamudeo Farran- no era necesario que Georgia se preocupara o hiciera averiguaciones sobre ti. Y… yo cene contigo para nada, vine aqui para…

– No fue tan sencillo como eso -declaro Stallard al ver que ya no estaba tan, atenta y que comenzaba a enojarse-. Al principio, como la senorita Newbold se tomo la molestia de hacer que el ultimo testamento fuera un documento con validez legal, pense que tenia el deber con ella de averiguar si habia un buen motivo por el cual desheredara a sus parientes.

– ?Hiciste averiguaciones sobre nosotros!

– No tuve que hacerlas. Perdoname, Farran, pero pense que podria sentarme con tranquilidad a esperar. Estaba convencido de que, de modo directo o a traves de abogados, pronto recibiria noticias de cualquiera de los tres herederos mencionados en el testamento anterior.

– ?Asi que no te sorprendio que te llamara y que dejara dicho con tu secretaria que, por favor, me llamaras tu a tu vez?

Stallard nego con la cabeza y aclaro, dejando atonita a Farran:

– Tu y yo ya nos habiamos conocido en el funeral de la senorita Newbold y confieso que me agrado pensar que te volveria a ver -al oir eso, el corazon le dio un vuelco a Farran, quien mantuvo la vista fija en Stallard mientras el proseguia-: Pero cuando te llame y oi que mentias acerca de que no habias visto la fecha del testamento, descubri, para sorpresa mia, que en vez de que me molestara ese engano, de hecho me estaba divirtiendo mucho.

– ?Que? -se sentia toda temblorosa por dentro y trato de recobrar la compostura.

– Al principio, si -confirmo, y confeso con lentitud-: De hecho, no pude sacarte de mi mente desde el funeral -Farran trago saliva y escucho-. Tendras que perdonarme de nuevo, querida -la voz baja, la mirada serena y el 'querida' descontrolaron tanto a la joven que apenas pudo evitar tragar saliva de nuevo.

– ?Ah, si? -cuestiono-. ?De que?

– Porque, a pesar de pensar en ti, decidi que no te caeria mal esforzarte un poco, al igual que a tu familia, por haber descuidado a la senorita Newbold.

– Ya veo -musito Farran y su corazon parecio hundirse, al darse cuenta de que Stallard solo penso en ella para hacerle pagar el hecho de que nadie visito a la senorita Newbold durante el ultimo ano de vida que le quedo-. Bueno, pues funciono, ?verdad? -hablo con dureza-. Que yo recuerde, hallaste la forma de 'hacerme sufrir' cuando te revele que no solo no tenia empleo, sino que me llevaba bien con la gente mayor.

– Se justa conmigo, Farran -pidio Stallard con voz baja-. Mis motivos me parecieron sensatos en ese momento. De veras necesitaba una dama de compania para Nona. Me equivoque, pero me parecio que como deseabas tu herencia, no habia ninguna razon para que no te esforzaras para conseguirla.

– ?Gracias! -hablo con frialdad y, esa vez, Farran se levanto del sofa y se dirigio con decision hacia la puerta. Pero antes de que pudiera salir, Stallard la detuvo.

– Si esto te consuela, pronto me confundiste por completo -lo miro a los ojos de inmediato y Stallard la tomo de las manos con suavidad y anadio-: Muchas cosas de ti empezaron a entibiar mi corazon.

– ?Calla! -exclamo Farran alarmada, y trato de soltar sus manos de las suyas.

– ?Por que? -la miro con intensidad a los asustados ojos cafes y se nego a soltarle las manos.

– Porque… porque… ?maldita sea! -se dio cuenta de que no llegaba a ningun lado. Se percato de que la mirada de Stallard era calida y suave, como si le dijera: 'No temas, confia en mi, no te lastimare'. De pronto, supero sus temores-. ?Que… que clase de cosas empezaron a entibiar tu corazon? -inquirio sin aliento.

Lo vio sonreir de alivio, pero no supo si era porque ya no le temia o porque le dio alientos para proseguir.

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