La doctora dio media vuelta y se aparto el pelo de los ojos. Jill Rosen tenia la cara estrecha y el cabello, castano oscuro, caia sobre sus hombros. Era atractiva para su edad, que debia rondar los cuarenta, y vestia con sencillez, con blusas largas y holgadas y faldas que le realzaban el tipo. Su comportamiento sereno molestaba a Lena, sobre todo cuando, al cabo de tres sesiones, le dijo que era alcoholica. A Lena le asombraba que, con aquella actitud, tuviera algun paciente. Y si uno se paraba a pensarlo, poco se podia decir a favor de una psiquiatra que era incapaz de impedir que su hijo saltara de un puente.
Como era de prever, Rosen fue al grano:
– ?Cual es el problema?
Lena inhalo profundamente y se pregunto si aquella situacion iba a ser muy desagradable, teniendo en cuenta su pasado con Rosen. Decidio ser directa.
– Hemos venido por su hijo.
– ?Andy? -pregunto Rosen, desplomandose en una de las sillas, como un globo que se desinfla lentamente.
Se quedo sentada, la espalda recta, las manos entrelazadas en el regazo, en perfecta compostura, a excepcion de la expresion de panico de sus ojos. Lena jamas habia leido tan claramente una emocion. La mujer estaba aterrada.
– ?Esta…? -Rosen se aclaro la garganta, y le aparecieron lagrimas en los ojos-. ?Se ha metido en algun lio?
Lena se acordo de que Chuck estaba alli, de pie, en la puerta, con las manos en los bolsillos, como si presenciara un programa de entrevistas. Antes de que pudiera protestar, Lena le cerro la puerta en las narices.
– Lo siento -dijo Lena, apretando las palmas contra la mesa al sentarse.
La disculpa era para Chuck, pero Rosen no lo entendio asi.
– ?Que? -suplico la doctora.
Su voz sonaba desesperada.
– Me referia a…
Bruscamente, Rosen extendio los brazos y agarro las manos de Lena, que se resistio, pero Rosen no parecio darse cuenta. Desde la violacion, la idea de tocar a alguien -o peor aun, de que alguien la tocara- le provocaba sudores frios. La intimidad del momento le hizo tragar bilis.
– ?Donde esta? -pregunto Rosen.
A Lena comenzo a temblarle una pierna. El talon le subia y bajaba de manera incontrolable. Al hablar se le formo un nudo en la garganta, pero no debido a la pena.
– Quiero que vea una foto.
– No -se nego Rosen, apretando las manos de Lena como si estuvieran al borde de un acantilado y Lena fuera lo unico que la impedia caer-. No.
Con dificultad, Lena libero una mano y saco la Polaroid del bolsillo. Sostuvo la foto ante los ojos de Rosen, pero esta los aparto y los cerro, como haria una nina.
– Doctora Rosen -comenzo a decir Lena, pero enseguida modero el tono-: Jill, ?este es su hijo?
Rosen miro a Lena, no a la foto, y el odio brillo en sus ojos, como carbones al rojo vivo.
– Digame si es el -insistio Lena, deseando acabar con aquello cuanto antes.
Rosen miro la Polaroid. Se le dilataron las aletas de la nariz y sus labios formaron una linea delgada mientras reprimia las lagrimas. Lena dedujo de la expresion de la mujer que el muchacho era su hijo, pero Rosen se lo tomaba con calma, miraba la foto, dejaba que su mente aceptara lo que veian sus ojos. Probablemente sin pensar, Rosen acaricio la cicatriz que habia en el dorso de la mano de Lena con el pulgar, como si fuera un talisman. La sensacion fue como rascar papel de lija sobre una pizarra, y Lena apreto los dientes para no gritar.
– ?Donde? -pregunto Rosen finalmente.
– Le encontramos en el lado oeste del campus -le dijo Lena.
Estaba tan obsesionada por la urgencia de retirar la mano que el brazo comenzo a temblarle.
Rosen, casi sin quererlo, pregunto:
– ?Que ha pasado?
Lena se paso la lengua por los labios, aunque tenia la boca seca como un desierto.
– Salto -dijo, intentando respirar-. De un puente. -Callo-. Creemos que…
– ?Que? -pregunto Rosen, aun agarrando la mano de Lena.
Lena no podia soportarlo mas, y le suplico:
– Por favor, lo siento… -Una expresion de perplejidad cruzo la cara de Rosen, lo que hizo que Lena se sintiera aun mas atrapada. A cada palabra aumentaba el volumen de su voz, hasta que al final chillo-: ?Suelteme la mano!
Rosen aparto la mano rapidamente, y Lena se puso en pie con tanta brusquedad que derribo la silla. Se aparto de la otra mujer hasta notar la puerta en la espalda.
En el rostro de Rosen se dibujo un gesto de horror.
– Lo siento.
– No -dijo Lena, apoyada contra la puerta, frotandose la mano en los muslos como si se limpiara la suciedad-. No pasa nada -dijo, aunque el corazon le sacudia el pecho-. No deberia haberle gritado.
– Deberia haberme dado cuenta…
– Por favor -dijo Lena, sintiendo calor en los muslos a causa de la friccion.
Dejo de hacerlo, junto las manos y comenzo a frotarlas como si tuviera frio.
– Lena -empezo a decir Rosen, incorporandose en la silla pero sin levantarse-. No pasa nada. Aqui esta a salvo.
– Ya lo se -afirmo Lena, en un susurro, y el sabor del miedo aun era agrio-. Estoy bien -insistio, pero seguia retorciendose las manos. Lena bajo la mirada, apreto el pulgar contra la cicatriz de la palma y la froto como si pudiera borrarla-. Estoy bien -dijo-. Estoy bien.
– Lena… -comenzo Rosen, pero no acabo la frase.
Lena se concentro en la respiracion y se calmo. Tenia las manos rojas y pegajosas del calor, y las cicatrices asomaban en un inflamado relieve. Se obligo a dejar de mover las manos y las incrusto bajo las axilas. Se comportaba como una orate. Esas cosas eran lo que solian hacer los enfermos mentales. Seguramente Rosen estaba dispuesta a internarla.
Rosen volvio a intentarlo.
– ?Lena?
Lena intento tomarselo a broma.
– Me he puesto un poco nerviosa -dijo, colocandose el pelo detras de la oreja.
El sudor le habia pegado el cabello al craneo.
Era inexplicable, pero Lena sentia deseos de decir algo desagradable, algo que hiriera a Rosen en lo mas hondo y las dejara a las dos empatadas en el campo del dolor.
Quiza Rosen intuyo lo que ocurria, porque le pregunto.
– ?Deberia llamar a la comisaria?
Lena se la quedo mirando, pues, durante una milesima de segundo, no recordo por que estaba alli.
– ?Lena? -pregunto Rosen.
Habia encogido el cuerpo, las manos juntas en el regazo, el tronco muy erguido.
– Yo… -Lena callo. Al momento anadio-: El jefe Tolliver estara en la biblioteca dentro de media hora.
Rosen la miro, como si no supiera que hacer. Para una madre, treinta minutos de espera para conocer los detalles de lo que le habia pasado a su hijo era probablemente toda una vida.
– Jeffrey no sabe lo de… -dijo Lena e indico el espacio que las separaba.
– ?La terapia? -Rosen remato la frase, como si Lena fuera estupida por no decir la palabra.
– Lo siento -dijo Lena, y esta vez era sincera.
Supuestamente habia ido a consolar a Jill Rosen, no a gritarle. Jeffrey le dijo a Chuck que le seria muy valiosa para esa tarea, y ella lo habia jodido todo en cinco minutos.
Lena lo intento de nuevo.
– Lo siento de verdad.