– ?Estas segura? -insistio Jeffrey, preocupado.

– Se encuentra bien -le tranquilizo Sara.

Jeffrey no sabia nada de embarazos. Probablemente tenia miedo de que Tessa se pusiera a parir antes de llegar a la arboleda. Ya quisiera ella que fuera tan facil.

Sara echo a andar hacia la escena del crimen, pero se detuvo al ver que el no la seguia. Se volvio; ya sabia lo que le esperaba.

– Esta manana te fuiste muy temprano -le dijo el.

– Imagine que necesitarias dormir. -Sara retrocedio hasta el y le saco un par de guantes de latex del bolsillo de la americana. Le pregunto-: ?Que te pasa?

– No estaba tan cansado -contesto, en el mismo tono insinuante que habria utilizado por la manana si ella se hubiera quedado.

Sara manoseo los guantes, pensando que decir.

– Tenia que sacar a los perros.

– Podrias haberlos traido.

Sara le lanzo una expresiva mirada al coche patrulla.

– ?Es nuevo? -pregunto, fingiendo curiosidad.

Grant County era un lugar pequeno. Sara habia oido hablar del automovil antes de que lo aparcaran delante de la comisaria.

– Lo trajeron hace un par de dias -dijo Jeffrey.

– Las letras parecen nuevas -dijo ella de pasada.

– ?Y que? -contesto, con la coletilla irritante que utilizaba ultimamente cuando no sabia que decir.

Sara no iba a soltar su presa.

– La chica ha hecho un buen trabajo.

Jeffrey le sostuvo la mirada, como si no tuviera nada que ocultar. A Sara le habria impresionado de no haber sido porque el habia utilizado la misma expresion la ultima vez que le aseguro que no la enganaba.

Sara sonrio, tensa, y repitio:

– ?Que es lo que te parece raro?

Jeffrey solto un seco bufido de irritacion.

– Ahora lo veras -dijo, mientras se encaminaba hacia el rio.

Sara caminaba a paso normal, pero Jeffrey aminoro la marcha para que ella no se quedara rezagada. Estaba enfadado, pero ella no permitia que sus malos humores la intimidaran.

– ?Es una estudiante? -pregunto Sara.

– Probablemente -dijo el, cortante-. Le registramos los bolsillos. No llevaba ninguna identificacion, pero el terreno de este lado del rio pertenece a la universidad.

– Estupendo -murmuro Sara.

Se preguntaba cuanto tardaria en aparecer Chuck Gaines, el nuevo jefe de seguridad de la universidad, para empezar a poner pegas a su labor. Era facil deshacerse de Chuck, pero la directriz principal de Jeffrey, en calidad de jefe de policia de Grant County, era procurar que la universidad fuera una balsa de aceite. Era algo que Chuck sabia mejor que nadie, y se aprovechaba de ello siempre que podia.

Sara se fijo en una atractiva rubia sentada sobre unas rocas. Junto a ella estaba Brad Stephens, un agente joven que mucho tiempo atras habia sido paciente de Sara.

– Ellen Schaffer -le explico Jeffrey-. Estaba haciendo jooging en direccion al bosque. Cruzo el puente y vio el cadaver.

– ?Cuando lo encontro?

– Hara una hora. Llamo por el movil.

– ?Sale a correr con el movil? -pregunto Sara, sin saber muy bien que la sorprendia.

La gente ya no iba ni al retrete sin el movil, por si se aburrian.

– Quiero intentar hablar con ella en cuanto hayas examinado el cadaver. A lo mejor Brad consigue calmarla - dijo Jeffrey.

– ?Conocia a la victima?

– No lo creo. Probablemente solo estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Casi todos los testigos compartian esa mala suerte, ver algo durante unos instantes para no olvidarlo de por vida. Por casualidad, y por lo que Sara podia ver del cadaver, en el centro del cauce, la chica habia tenido suerte.

– Ojo -advirtio Jeffrey, cogiendo a Sara del brazo mientras se acercaban a la orilla.

El terreno era empinado, y habia que bajar una cuesta para llegar al rio. La escasez de lluvias habia abierto un sendero en el suelo, pero el cieno estaba poroso y suelto.

Sara calculo que en esa zona el cauce tenia al menos catorce metros de ancho, pero Jeffrey ya haria que alguien lo midiera luego. El terreno estaba agostado bajo sus pies; la arenilla y la tierra se le metian dentro de las zapatillas de deporte al andar. Doce anos antes, el agua les habria llegado al cuello.

Sara se detuvo a mitad de camino y levanto la vista hacia el puente. No era mas que una sencilla viga de cemento con una barandilla baja. Una cornisa sobresalia unos cuantos centimetros en la parte inferior, y entre esa zona y la barandilla alguien habia pintado con aerosol negro las letras «DIE NIGGER» y una esvastica.

Sara sintio un sabor amargo en la boca.

– Vaya, que bonito -comento, con desden.

– Pues a mi no me lo parece -replico Jeffrey, tan disgustado como ella-. Esta por todo el campus.

– ?Cuando empezo? -pregunto Sara.

La pintada estaba descolorida, quiza tenia un par de semanas.

– ?Quien sabe? -dijo Jeffrey-. La universidad aun no se ha dado por enterada.

– Si se dieran por enterados, tendrian que hacer algo al respecto -senalo Sara. Se giro en busca de Tessa-. ?Sabes quien lo ha hecho?

– Estudiantes -dijo, dandole a la palabra un matiz desagradable mientras echaba a andar otra vez-. Probablemente un grupo de yanquis idiotas a quienes les parece divertido venir al sur a hacer el paleto.

– Odio a los racistas aficionados -murmuro Sara, esbozando una sonrisa mientras se acercaban a Matt Hogan y Frank Wallace.

– Buenas tardes, Sara -dijo Matt.

Tenia una camara instantanea en una mano y varias Polaroid en la otra.

Frank, el segundo de Jeffrey, le dijo:

– Ahora mismo hemos acabado de hacer las fotos.

– Gracias -dijo Sara poniendose los guantes de latex.

La victima estaba debajo del puente, boca abajo. Tenia los brazos extendidos a los lados y los pantalones y los calzoncillos por los tobillos. A juzgar por el tamano y falta de vello de su tersa espalda y nalgas, era un hombre joven, probablemente en la veintena. Tenia el pelo rubio y largo, hasta la nuca, y lo llevaba peinado con raya. Parecia dormido, a excepcion de la mezcla de sangre y tejido que le salia del ano.

– Vaya -dijo Sara, comprendiendo la preocupacion de Jeffrey. Por mera formalidad, Sara se arrodillo y apreto el estetoscopio contra la espalda del muerto. Sintio y oyo moverse las costillas bajo su mano. No habia pulso.

Sara se enrollo el estetoscopio en el cuello y examino el cadaver, recitando en voz alta sus averiguaciones.

– No hay senal de los traumatismos habituales en un caso de sodomia forzada. Ni magulladuras ni desgarros. -Le miro las manos y las munecas. La izquierda estaba girada en un angulo anormal, y vio una fea cicatriz rosa que le subia por el antebrazo. Por su aspecto, la herida habia ocurrido en los ultimos cuatro o seis meses-. No lo ataron.

El joven llevaba una camiseta color gris oscuro, que Sara levanto para ver si habia mas lesiones. Tenia un largo aranazo en la base de la columna vertebral, con la piel levantada, pero no lo bastante para sangrar.

– ?Que es eso? -pregunto Jeffrey.

Sara no contesto, aunque habia algo en ese aranazo que le parecia raro.

Levanto la pierna derecha del muchacho para apartarla, pero se detuvo cuando vio que el pie no la acompanaba. Sara deslizo la mano bajo la pernera del pantalon, palpando los huesos del tobillo, a continuacion la tibia y el perone; era como apretar un globo relleno de gachas. Palpo la otra pierna; tenia la misma consistencia.

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