a la unica fabricante de rotulos de la ciudad para ponerle los cuernos cuando estaban casados. Suspiro al contemplar el deteriorado cartel, preguntandose si su irreparable estado no significaria algo mas profundo. Quizas era un presagio de lo que acabaria sucediendo con Sara y Jeffrey. Cathy Linton solia decir que los errores no pueden enmendarse.

Sara piso bruscamente el freno, y estuvo a punto de pasarse otra vez el desvio del hospital. Como casi siempre trabajaba con ninos, no era propensa a decir palabrotas, pero solto un par de obscenidades al poner la marcha atras. A las que anadio unas cuantas mas cuando la rueda delantera se subio a la acera. Aparco junto al edificio y bajo los escalones que llevaban al deposito de dos en dos.

Carlos aun no habia traido el cadaver, y Jeffrey intentaba localizar a los padres de William Dickson, por lo que tenia el deposito para ella sola. Se encamino hacia la oficina, pero se detuvo en la puerta. En una esquina de su escritorio habia un enorme ramo de flores. Jeffrey no le habia mandado flores en anos. Se acerco al ramo con una amplia y estupida sonrisa en la cara. Jeffrey habia olvidado que no le entusiasmaban los claveles, aunque habia otras flores, y hermosas, cuyos nombres no recordaba, y toda la oficina estaba llena de su aroma.

– Jeffrey -dijo, sintiendo que se le tensaban las mejillas a causa de la sonrisa.

Debia de haberlas encargado por la manana, antes de que empezara el jaleo. Saco la tarjeta, y se le borro la sonrisa al leer la nota de Mason James.

Sara miro a su alrededor, preguntandose donde podria poner las flores para que Jeffrey no las viera, pero enseguida cambio de opinion, pues no era una persona de secretos, y ahora no iba a empezar a ocultarle cosas.

Se sento en su silla y coloco la tarjeta junto al jarron. Sobre el escritorio habia muchas otras cosas que despertaban su atencion. Esa manana, Molly, la enfermera de Sara en la clinica infantil, habia dejado una montana de papeles que probablemente la entretendrian durante las proximas doce horas sin que apenas descendiera el monton de informes. Sara se puso las gafas, y ya llevaba firmados unos sesenta impresos cuando se dio cuenta de que Carlos habia llegado.

Miro a Carlos por la ventana mientras este preparaba el instrumental para las autopsias. Era lento y metodico, y comprobaba cada instrumento por si tenia algun desperfecto o signos de desgaste. Sara le observo unos minutos mas antes de leer los mensajes. El primero tenia letra de Carlos. Brock habia llamado para saber cuando podria ir a recoger el cadaver de Andy Rosen. Sara cogio el telefono y marco el numero de la funeraria.

Contesto la madre de Brock, y Sara se paso varios minutos informandole sobre el estado de Tessa, sabiendo que toda la ciudad estaria al corriente antes del almuerzo. Penny Brock no tenia mucho que hacer en la funeraria, y cuando no se echaba la siesta o saludaba a algun cliente, cogia el telefono y se ponia a chismorrear. Brock parecia tan jovial como siempre cuando se puso al telefono.

– Hola, Sara -dijo-. ?Llamas para hablar de las tarifas de almacenaje?

Sara se rio, sabiendo que intentaba hacer un chiste.

– Te llamaba para saber cuanto tiempo tengo -dijo Sara-. ?El servicio es hoy?

– Esta programado para manana a las nueve de la manana -dijo Brock-. Hoy me encargare de el, a ultima hora. ?Esta muy hecho polvo?

– No mucho -dijo Sara-. Lo normal.

– Tenlo listo a eso de las tres y me daras tiempo de sobra.

Sara miro su reloj. Ya eran las once y media. Ni siquiera sabia por que tenian a Andy Rosen aun en el deposito. Ya habian hecho la biopsia de su tejido y sus organos, y Brock habia llenado varios frascos de sangre y orina para poderlas estudiar tranquilamente. No se le ocurria nada mas que pudiera hacer.

– Si quieres, puedes venir a recogerlo ahora.

– ?Estas segura?

– Si.

Otro cadaver estaba en camino, por lo que probablemente necesitarian mas espacio en el congelador.

– Si lo necesitas, puedes venir a recogerlo otra vez despues del servicio -le propuso Brock-. Pensaba llevarlo al crematorio a la hora de comer. -Bajo la voz-. Me gusta quedarme por ahi para asegurarme de que lo hacen bien, si sabes a que me refiero. Hoy en dia la gente no se fia mucho de las incineraciones, por culpa de ese bribon del norte de Georgia.

– Tienes razon -dijo Sara.

Y recordo el caso de una familia propietaria de un crematorio que, en lugar de incinerar los cadaveres, los apilaba en los maleteros de los coches o junto a los arboles de su jardin. El Estado gasto casi diez millones de dolares eliminando e identificando los restos.

– Desde luego, es una pena -dijo Brock-. Una manera tan limpia de hacer las cosas. No es que no me guste el dinero extra que sacas en un entierro, pero algunos llegan tan destrozados que es mejor quitarselos de en medio enseguida.

– ?Sus padres? -pregunto Sara, preguntandose si Keller habia amenazado a su esposa delante de Brock.

– Ayer por la noche vinieron por lo de los preparativos, y deja que te diga que…

Pero no acabo la frase. Brock era muy discreto, pero Sara casi siempre conseguia hacerlo hablar. A veces, la franqueza de Brock hacia que Sara se preguntara si no habia tropezado con la telarana de uno de sus famosos enamoramientos no correspondidos. Sara le azuzo.

– ?Si?

– Bueno… -comenzo a decir, bajando aun mas la voz.

Brock sabia mejor que nadie que su madre era la arteria principal del chismorreo de Grant County.

– Su madre estaba preocupada por tener que incinerarlo despues de la autopsia -dijo Brock-. Creia que no podia hacerse. Senor, ?de donde saca la gente estas ideas?

Sara espero.

– Mi impresion -prosiguio Brock- es que, para empezar, no estaba muy contenta con que lo incineraran, pero entonces intervino el padre y dijo que era lo que el muchacho queria y eso era lo que iban a hacer.

– Si ese era su deseo, deberian respetarlo -dijo Sara.

Aun cuando estuviera manejando cadaveres continuamente, a Sara jamas se le habia ocurrido hacer saber a nadie como queria que la enterraran. Pensar en ello la hacia estremecerse.

– Algunos vienen con exigencias -dijo Brock, con una risita-. Chica, las historias que podria contarte acerca de con que cosas quiere la gente que se la entierre.

Sara cerro los ojos, deseando que no se lo contara. Como ella no decia nada, Brock prosiguio.

– Si quieres que te diga la verdad, pensaba que como eran judios, Dios les bendiga, querrian hacerlo rapido, pero han querido la celebracion estandar. Supongo que no lo son de verdad, como otros.

– No -dijo Sara.

Como forense, solo habia visto un caso en el que una familia de ortodoxos judios se opusiera a que practicara la autopsia. Y aunque admiraba la devocion de esa familia, imagino que estos se sintieron realmente aliviados al saber que su padre hubiera muerto de un ataque al corazon y no por haberse adentrado voluntariamente con su coche en el lago.

– Bueno… -Brock se aclaro la garganta, como si se sintiera incomodo, quizas interpretando el silencio de Sara como signo de desaprobacion-. Llegare en un periquete.

Sara colgo y se puso las gafas mientras echaba un vistazo al resto de mensajes. El ruido de fondo del deposito se veia puntuado por los pops y los flashes de la camara con que Carlos tomaba fotos del cadaver. Sara se detuvo en el ultimo mensaje, al comprobar que habia pasado a visitarla el representante de una compania farmaceutica. Fruncio el ceno, sabiendo que le habria dejado mas muestras gratuitas para sus pacientes de haber estado presente para hablar con el.

Debajo de los mensajes habia un folleto en papel satinado dejado por el representante que anunciaba un medicamento para el asma que acababa de ser aprobado para los ninos. De hecho, pediatras como Sara llevaban anos recetando el inhalador; las companias farmaceuticas utilizaban la aprobacion de la FDAI [4] para ampliar sus patentes respecto al farmaco, con lo que podian seguir imponiendoselo al consumidor sin tener que preocuparse de la competencia de los genericos. Sara a menudo se decia que si dejaran de hacer folletos y anuncios de television tan caros, las empresas farmaceuticas podrian bajar el precio de los medicamentos para que la gente pudiera comprarlos.

El cubo de la basura estaba al otro extremo de su despacho, e intento encestar el folleto en el, fallando justo en el momento en que entraba Jeffrey.

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