—Si, ya te imagino, disfrutando de la vejez… a los cuarenta y cuatro anos. ?Ja! Vendimiando uvas, navegando en tu barco… tu padre me ha hablado de tu barquito velero. He oido que van a cambiarle el nombre a la aldea de Vorkosigan Surleau en tu honor, por cierto…

Vorkosigan hizo una mueca, y ambos intercambiaron un gesto ironico.

—De cualquier forma, tendras que decirselo tu mismo.

—Siento… curiosidad por conocerlo —murmuro Cordelia—. Si es realmente la ultima oportunidad.

Vortala le sonrio, y Vorkosigan claudico, reluctante. Regresaron al dormitorio para vestirse, Cordelia con su mas formal vestido de noche, Vorkosigan con el uniforme verde de gala que no se ponia desde la boda.

—?Por que tantos nervios? —pregunto Cordelia—. Tal vez solo quiere despedirse de ti o algo por el estilo.

—Estamos hablando de un hombre que puede hacer que incluso su propia muerte sirva a sus propositos politicos, ?recuerdas? Y si hay algun modo de gobernar Barrayar desde mas alla de la tumba, puedes apostar a que ya lo ha descubierto. Nunca he salido beneficiado de ningun trato que haya tenido con el.

Con esa nota ambigua, se reunieron con el primer ministro para regresar con el a Vorbarr Sultana.

La Residencia Imperial era un edificio antiguo, casi una pieza de museo, penso Cordelia mientras subian los gastados peldanos de granito hasta el portico que daba al este. La larga fachada mostraba multitud de tallas en piedra, cada figura era una obra de arte individual, el opuesto estetico de los modernos y anodinos edificios ministeriales que se alzaban a un kilometro o dos al este.

Los condujeron a una sala que era medio hospital medio exposicion de antiguedades. Altos ventanales asomaban a los jardines y paseos situados al norte de la Residencia. El habitante principal de la habitacion yacia tendido en una enorme cama tallada, heredada de algun esplendoroso antepasado, su cuerpo taladrado en una docena de lugares por los tubos de plastico que lo mantenian con vida.

Ezar Vorbarra era el hombre mas blanco que Cordelia habia visto jamas, tan blanco como sus sabanas, tan blanco como su propio pelo. Su piel era blanca y arrugada sobre sus mejillas hundidas. Sus parpados eran blancos, densos y encapuchados sobre unos ojos almendrados que ella habia visto una vez antes, tenuemente en un espejo. Sus manos eran blancas, con venas azules en el dorso. Sus dientes, cuando hablo, eran de un amarillo marfileno contra un fondo sin sangre.

Vortala y Vorkosigan, y Cordelia despues de un segundo de incertidumbre, se arrodillaron junto a la cama. El emperador despidio a su medico con un pequeno gesto con un dedo que le costo un gran esfuerzo. El hombre hizo una reverencia y se marcho. Todos se pusieron de pie, Vortala con problemas.

—Bien, Aral —dijo el emperador—. Dime que aspecto tengo.

—Muy enfermo, senor.

Vorbarra se echo a reir, y tosio.

—Eres un alivio. La primera opinion sincera que oigo desde hace semanas. Incluso Vortala capea el temporal. —Su voz se quebro, y se aclaro de flema la garganta—. Me quede sin melanina la semana pasada. Ese maldito doctor no me deja salir al jardin durante el dia. —Hizo una mueca, por desaprobacion o para respirar—. Asi que esta es tu betana, ?eh? Ven aqui, muchacha.

Cordelia se acerco a la cama, y el blanco anciano la miro a la cara, con aquellos ojos almendrados e intensos.

—El comandante Illyan me ha hablado de ti. El capitan Negri tambien. He visto todos tus archivos de Exploracion, sabes. Y esa sorprendente elucubracion de tu psiquiatra. Negri queria contratarla, solo para que generase ideas para su seccion. Vorkosigan, siendo Vorkosigan, me ha dicho mucho menos. —Hizo una pausa para respirar—. Dime la verdad, ?que ves en el… como era la frase, un asesino contratado?

—Parece que Aral le ha contado algo —dijo ella, sorprendida al oir sus propias palabras en su boca. Lo contemplo con igual curiosidad. La pregunta parecia exigir una respuesta sincera, y se esforzo por satisfacerla.

—Supongo… que me veo a mi misma. O a alguien como yo. Ambos buscamos la misma cosa. La llamamos por nombres distintos, y la buscamos en lugares diferentes. Creo que se llama honor. Supongo que yo la llamaria la gracia de Dios. Ambos salimos casi siempre de vacio.

—Ah, si. Recuerdo por tu archivo que eres una especie de teista —dijo el emperador—. Yo soy ateo. Es una fe sencilla, pero resulta de gran consuelo, estos ultimos dias.

—Si, a menudo he sentido esa atraccion.

—Mm. —El sonrio—. Una respuesta muy interesante, a la luz de lo que dijo Vorkosigan de ti.

—?Y que dijo, senor? —pregunto Cordelia, picada en su curiosidad.

—Que te lo diga el. Fue una confidencia. Muy poetica, por cierto. Me sorprendio. —La despidio con un gesto, como satisfecho, e indico a Vorkosigan que se acercara. Vorkosigan se planto ante el en una especie de agresiva posicion de firmes. Su boca era sardonica, pero sus ojos, advirtio Cordelia, estaban conmovidos.

—?Cuanto tiempo me has servido, Aral? —pregunto el emperador.

—Desde mi graduacion, veintiseis anos. ?O quiere usted decir en cuerpo y alma?

—En cuerpo y alma. Siempre cuento desde el dia en que el peloton del viejo Yuri mato a tu madre y tu tio. La noche en que tu padre y el principe Xav acudieron a mi en el Cuartel General del Ejercito Verde con su peculiar propuesta. El Dia Uno de la Guerra Civil de Yuri Vorbarra. ?Por que nunca se llama la Guerra Civil de Piotr Vorkosigan? Ah, bien. ?Que edad tenias?

—Once anos, senor.

—Once anos. Yo tenia la edad que tu tienes ahora. Extrano. Asi que me has servido en cuerpo y alma… maldicion, sabes que esto esta empezando a afectar mi cerebro…

—Treinta y tres anos, senor.

—Dios. Gracias. No queda mucho tiempo.

Por la expresion cinica de su rostro Cordelia supuso que Vorkosigan no estaba convencido en lo mas minimo de la supuesta senilidad del emperador.

El anciano volvio a aclararse la garganta.

—Siempre he querido preguntarte que os dijisteis el viejo Yuri y tu, ese dia, dos anos despues, cuando por fin lo eliminamos en ese viejo castillo. Ultimamente me ha dado por desarrollar cierto interes por las ultimas palabras de los emperadores. El conde Vorhalas penso que estabas jugando con el.

Vorkosigan cerro los ojos un instante, dolido por los recuerdos.

—Dificilmente. Oh, creia que estaba ansioso por descargar el primer golpe, hasta que lo tuve desnudo y sujeto delante de mi. Entonces… tuve el impulso de golpearle subitamente la garganta, y acabar limpiamente de una vez.

El emperador sonrio amargamente, los ojos cerrados.

—Que tumulto habria causado.

—Mm. Creo que el supo por mi expresion lo que estaba pensando. Se burlo de mi. «Golpea, nino. Si te atreves mientras llevas mi uniforme. Mi uniforme en un nino.» Eso fue todo lo que dijo. Yo respondi: «Mataste a todos los ninos de aquella habitacion», lo cual fue una tonteria, pero fue lo mejor que se me ocurrio en ese momento, y luego le hundi la espada en el estomago. A menudo he deseado haber dicho… otra cosa. Pero sobre todo he deseado haber tenido agallas para seguir mi primer impulso.

—Tenias muy mal aspecto, en las almenas, bajo la lluvia.

—El habia empezado a gritar ya. Lamente haber vuelto a oir.

El emperador suspiro.

—Si, lo recuerdo.

—Lo preparo usted.

—Alguien tenia que hacerlo. —Hizo una pausa para descansar, y luego anadio—: Bueno, no te he llamado para charlar de los viejos tiempos. ?Te hablo el primer ministro de mi proposito?

—Algo sobre un puesto. Le dije que no estaba interesado, pero se nego a transmitir mi mensaje.

Vorbarra cerro los ojos, cansado, y se dirigio, aparentemente, al techo.

—Dime… lord Vorkosigan… ?quien deberia ser regente de Barrayar?

Vorkosigan puso una cara como si hubiera mordido algo repugnante pero fuera demasiado educado para escupirlo.

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