Las cejas de Kostolitz se alzaron.

— ?El culo de quien tienes que besar para llegar a un trato como ese?, ?el de Gregor Vorbarra?

Habia un fondo de incipiente envidia en su tono, una consciente sospecha de clase. La mandibula de Miles se apreto. No saquemos a relucir el tema de los padres…

— ?Como piensas ingresar sin aprobarlos? — persistio Kostolitz, entrecerrando los ojos. Su nariz olfateaba el aroma del privilegio, como un animal se alerta por la sangre.

Se diplomatico, se dijo a si mismo Miles, tambien eso deberia estar en tu sangre, como la guerra.

— Hice una peticion para que me promediaran mis calificaciones, en lugar de tomarlas por separado. Espero que mis examenes escritos compensen los examenes fisicos — explico pacientemente Miles.

— ?Hasta ese punto? ?Necesitarias unas calificaciones casi perfectas!

— Exacto — gruno Miles.

— Kosigan, Kostolitz — grito otro supervisor uniformado.

Entraron en la zona de salida.

— Es un poco duro para mi, ya sabes — se quejo Kostolitz.

— ?Por que? No tiene nada que ver contigo, no es asunto tuyo en absoluto — senalo Miles intencionadamente.

— Nos ponen en parejas para compararnos. ?Como sabre si lo estoy haciendo bien?

— Oh, no te preocupes en ir a mi ritmo — murmuro Miles.

Fueron llamados a su puesto. Miles miro, a traves del campo de maniobras, a un grupo de hombres esperando y observando: unos pocos parientes militares y los sirvientes de librea del punado de hijos del conde presentes hoy. Habia un par de hombres de recia apariencia que vestian el dorado y azul de los Vorpatril; el primo Ivan debia estar por ahi en alguna parte.

Y alli estaba Bothari, alto como una montana y flaco como un cuchillo, con el marron y el plateado de los Vorkosigan. Miles levanto su menton en un saludo apenas perceptible. Bothari, a cien metros de distancia, recogio el gesto y cambio su postura suelta por una inmovil posicion de descanso, como reconocimiento.

Un par de oficiales examinadores, el suboficial y dos supervisores de la carrera estaban agrupados a cierta distancia. Algunas gesticulaciones, una mirada en dierccion a Miles: una discusion, al parecer. Finalizo. Los supervisores volvieron a sus puestos, uno de los oficiales se dirigio al siguiente par de aspirantes que correrian y el suboficial se acerco a Miles y a su companero. Parecia incomodo. Miles estudio sus rasgos de fria cortesia.

— Kosigan — comenzo a decir el suboficial con una voz cuidadamente neutral —, va a tener que quitarse el refuerzo de la pierna. No se permiten auxilios artificiales para la prueba.

Una docena de contraargumentos surgieron en la mente de Miles. Apreto los labios conta ellos. Este suboficial era, en cierto sentido, su jefe; Miles sabia con toda seguridad que hoy se evaluaba algo mas que el rendimiento fisico.

— Si, senor.

Es suboficial parecio imperceptiblemente aliviado.

— ?Puedo entregarselo a mi siriviente? — pregunto Miles. Amenazo al suboficial con la mirada; si no, voy a encajartelo a ti y tendras que acarrearlo durante el resto del dia, ya veras que ilustre te sientes.

— Desde luego, senor — dijo el suboficial.

El «senor» fue un desliz; el suboficial sabia quien era el, por supuesto. Una leve sonrisa cruzo la boca de Miles y desaparecio. Miles le hizo a Bothari una sena orgullosa y el guardaespaldas de librea troto obedientemente hasta alli.

— No debe conversar con el — advirtio el suboficial.

— Si, senor — acepto Miles. Se sento en el suelo y desabrocho el pesado aparato. Bien, un kilo menos que cargar. Se lo arrojo a Bothari, quien lo atrapo con una mano y se mantuvo erguido. Bothari, correctamente, no le ofrecio una mano para levantarse.

Al ver juntos a su guardaespaldas y al suboficial, subitamente el suboficial le parecio a Miles menos molesto. De alguna manera, el supervisor le parecio mas bajo, y mas joven; incluso un poco mas blando. Bothari era mas alto, mas delgado, mucho mas viejo, bastante mas feo y notablemente peor de aspecto; pero Bothari habia sido suboficial cuando este supervisor apenas era una criatura.

Mandibula estrecha, nariz aguilena, ojos muy juntos y de un color impreciso; Miles miro el rostro de su sirviente con un afectuoso y posesivo orgullo. Miro entonces la pista de obstaculos y dejo que sus ojos se cruzaran con los de Bothari. Este observo la pista tambien, fruncio los labios, apreto firmemente el aparato aquel bajo su brazo y dio una leve sacudida a su cabeza dirigida, aparentemente, al medio fondo. La boca de Miles se contrajo. Bothari suspiro y troto de vuelta al area de espera.

De este modo, Bothari aconsejo precaucion. Pero el trabajo de Bothari era mantenerle a salvo, no ayudarle en la carrera; no, no esta bien, se reprocho Miles. Nadie habia sido mas util que Bothari en su preparacion para esta frenetica semana. Se paso interminables horas entrenando, empujando el cuerpo de Miles hasta sus demasiado estrechos limites, dedicado sin flaquezas a la apasionada obsesion de custodiarle. Mi primer comando, penso Miles. Mi ejercito privado.

Kostolitz miro fijamente a Bothari. Identifco la librea al fin, al parecer, porque volvio la vista a Miles con un repentino esclarecimiento.

— Entonces eso es lo que eres — dijo, con un pasmo de envidia —. No es sorprendente que consiguieras llegar a un acuerdo en lo de las pruebas.

Miles sonrio apretadamente ante el insulto implicito. La tension subio por su espalda. Estaba buscando alguna replica convenientemente danina, pero fueron llamados a la marca de la salida.

La facultad deductiva de Kostolitz seguia mascullando al parecer, pues agrego sarcasticamente.

— ?Y por eso es por lo que el Lord Regente nunca se esforzo por el Imperio!

— Preparados — dijo el supervisor —. ?Ya!

Y salieron. Kostolitz aventajo a Miles inmediatamente. Sera mejor que corras, bastardo estupido, porque si llego a agarrarte te voy a matar. Miles galopaba tras el, sintiendose como una vaca en una carrera de caballos.

La pared, la maldita pared; Kostolitz estaba jadeando a mitad de la misma cuando Miles llego a ella. Al menos podria demostrarle a este heroe proletario como trepar. La trepo como si los diminutos asideros para los pies y las manos fueran grandes escalones, los musculos potenciados — sobrepotenciados — por la furia. Para satisfaccion suya, llego a la cumbre antes que Kostolitz. Miro hacia abajo y se detuvo de repente, encaramado prudentemente entre los clavos de hierro.

El supervisor estaba observando atentamente. Kostolitz alcanzo a Miles, con la cara enrojecida por el esfuerzo.

— ?Un Vor asustado por las alturas? — jadeo Kostolitz, sonriendo maliciosamente por encima de su hombro. Luego, se arrojo, golpeo la arena con un impacto imperioso, recupero el equilibrio y echo a correr.

Bajando a gatas como una vieja artritica, se perderian preciosos segundos… Tal vez si se dejara rodar hasta el suelo… El supervisor estaba mirando… Kostolitz ya habia alcanzado el siguiente obstaculo… Miles salto. El tiempo parecia estirarse, a medida que el iba cayendo hacia la arena, para permitirle saborear especialmente todo el mal sabor de su error. Golpeo la arena con el crujido familiar del astillazo.

Y se sento, pestaneando estupidamente por el dolor. No gritaria. Al menos, comento sarcasticamente el observador independiente oculto en su cerebro, no puedes echarle la culpa a la ortopedia; esta vez te las has arreglado para romperte las dos.

Sus piernas comenzaron a hincharse y a cambiar de color, moteadas de blanco y enrojecidas. Tiro el mismo de ellas hasta estirarlas y se inclino un momento, ocultando el rostro entre las rodillas. Con la cara escondida, se permitio un unico gesto callado de dolor. No maldijo. Los terminos mas viles que conocia parecian totalmente insuficientes para la ocasion.

El supervisor, advirtiendo el hecho de que no iba a levantarse, comenzo a dirigirse hacia el.

Miles se arrastro por la arena, fuera del recorrido de los siguientes aspirantes, y espero pacientemente a Bothari.

Ahora tenia todo el tiempo del mundo.

Miles decidio que, definitivamente, las nuevas muletas antigravitatorias no le gustaban, aun cuando no fueran visibles debajo de la ropa. Le daban a su andar una resbalosa inseguridad que le hacia sentirse de plastico.

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