— Si, ella sabe lo que me gusta ir a la capital. A veces, siento que es casi mi madre.
— Diselo. Le agradara.
— ?Lo crees de verdad? — pregunto ella con timidez.
— Absolutamente. — Se sacudio, espabilandose. Quizas un futuro no del todo vacio…
Ella se mordio suavemente el labio inferior, sus grandes ojos absorbian el rostro de el.
— Pareces totalmente abatido.
No se desangraria delante de Elena. Desterro su negrura, mofandose de si mismo, reclinandose efusivamente hacia atras y sonriendo.
— Literalmente. Demasiado cierto. Me recuperare. Tu… ya has oido todo el asunto, supongo.
— Si. ?Fue… todo bien con mi senor conde?
— Oh, seguro. Despues de todo, soy el unico nieto que tiene. Eso me da una excelente ventaja, puedo sacarle cualquier cosa.
— ?Hablo de que te cambiaras de nombre?
Miles clavo la vista.
— ?Que?
— Al patronimico corriente. Estuvo hablando de eso, cuando tu…, oh — Se detuvo, pero Miles comprendio el significado completo de aquella revelacion a medias.
— Ah, claro, cuando me convirtiera en un oficial; ?tenia pensado ceder finalmente y concederme mis nombres de heredero? Muy gentil por su parte, diecisiete anos despues del hecho. — Ahogo una profunda rabia bajo una sonrisa ironica.
— Nunca entendi que era todo eso.
— ?Que? ?Lo de mi nombre, Miles Naismith, por mi abuelo materno, en lugar de Piotr Miles por ambos? Todo se remonta al lio de mi nacimiento. Aparentemente, despues de que mis padres se recuperaron del gas soltoxin y descubrieron cual iba a ser el dano en el feto (de paso, se supone que yo no se nada de esto), el abuelo era partidario de un aborto. Tuvo una gran pelea con mis padres (bueno, con mi madre, supongo, y padre, atrapado en medio) y, cuando mi padre la respaldo a ella y le hizo frente a el, el abuelo se enojo y pidio que no se me diera su nombre. Mas tarde, se sereno, cuando descubrio que yo no era und desastre total. — Sonrio afectadamente e hizo tamborilear los dedos sobre el brazo de la silla —. ?Asi que estaba pensando tragarse sus palabras? Solo que, posiblemente, yo hubiera fracasado igual. Pudo haberse atragantado. — Apreto los dientes con mas amargura y deseo revocar su ultimo parlamento. No tenia sentido mostrarse ante Elena mas enfadado de lo que ya estaba.
— Se lo mucho que lo preparaste, lo siento.
Fingio estar de humor.
— Ni la mitad de lo que lo siento yo. Me gustaria que hubieras pasado tu mis examenes fisicos, ?entre ambos hariamos un oficial del demonio!
Algo de la antigua franqueza que compartian de ninos escapo de pronto de los labios de ella.
— Si, pero, por las normas de Barrayar, estoy en mayor desventaja que tu; soy mujer. Ni siquiera se me permitiria presentar la peticion para hacer los examenes.
Las cejas de el se alzaron con una mueca de acuerdo.
— Lo se, y es absurdo. Con lo que te ha ensenado tu padre, todo lo que necesitarias es un curso de armamento pesado y podrias asi arrollar a nueve de cada diez de los tipos de vi alli. Piensalo, sargento Elena Bothari.
— Me estas tomando el pelo.
— Solo estoy hablando como un civil a otro civil — se excuso a medias.
Ella asintio con una inclinacion y de repente recordo el motivo que la habia llevado alli.
— Ah, tu madre me ha enviado para que vayas a almorzar.
— Vaya. — Se incorporo con un grunido sibilante —. He ahi un oficial al que nadie desobedece. El capitan del almirante.
Elena sonrio ante la imagen.
— Si. Ahora, ella fue oficial de los betanos y nadie piensa que sea extrana ni la critica por querer romper las reglas.
— Al contrario, es tan extrana que nadie siquiera piensa en tratar de incluirla en las reglas. Simplemente, ella va haciendo las cosas a su antojo.
— Desearia ser betana — dijo hoscamente Elena.
— Oh, no te equivoques; ella tambien es extrana para las normas betanas. Aunque creo que te agradaria la Colonia Beta, algunas de sus partes — musito.
— Nunca dejare el planeta.
La miro suspicazmente.
— ?Que es lo que te deprime?
Elena se encogio de hombros.
— Oh, bien, tu conoces a mi padre. Es tan conservador… Deberia haber nacido hace doscientos anos. Eres la unica persona que conozco que no piensa que es raro. Es un paranoico.
— Lo se, pero es una cualidad muy util en un guardaespaldas. Su suspicacia patologica me salvo dos veces la vida.
— Tu tambien deberias haber nacido hace doscientos anos.
— No gracias. Me habrian matado al nacer.
— Bueno, esta bien — admitio —. De todas maneras, esta manana comenzo pronto a hablar de preparar mi matrimonio.
Miles se detuvo abruptamente y la miro con fijeza.
— ?De veras? ?Que dijo?
— No mucho, solo lo menciono. Quisiera… no se, quisiera que mi madre viviese.
— Ah. Bueno… siempre esta la mia, si quieres hablar con alguien. O yo. Puedes hablar conmigo, ?no?
Elena sonrio agradecida.
— Gracias.
Llegaron a la escalera. Ella se detuvo, el espero.
— Nunca ha vuelto a hablarme de mi madre, ?saes?, no lo ha hecho desde que yo tenia doce anos. Solia contarme largas historias (bueno, largas para el) sobre mi madre. Me pregunto si estara empezando a olvidarla.
— Yo no pensaria eso. Le veo mas que tu. Nunca ha pasado de mirar a otra mujer — dijo Miles para tranquilizarla.
Comenzaron a bajar la escalera. Sus piernas dolidas no se movian correctamente, tenia que hacer una especie de arrastre de pinguino para dar los pasos. Miro a Elena con cierto embarazo y aferro firmemente la barandilla.
— ?No deberias usar el ascensor? — pregunto ella de pronto, viendo el inseguro desplazamiento de sus pies.
No empieces tu tambien a tratarme como un tullido… Miro hacia abajo la brillante espiral de la barandilla.
Me dijeron que me cuidara las piernas, no especificaron como… — Se encaramo en la barandilla y le dirigio a Elena una sonrisa perversa por encima de su hombro.
La cara de ella reflejo una mezcla de diversion y horror.
— ?Miles, estas loco! Si caes de ahi te romperas todos los huesos del cuerpo…
Miles se deslizo alejandose de ella y tomando rapidamente velocidad. Ella bajo trotando tras el, mientras reia. En la curva, se distancio. Su sonrisa murio al ver lo que le esperaba al final.
— Oh, diablos…
Iba demasiado rapido para frenar…
— Que…
— ?Cuidado!
Se desplomo sobre el desesperado abrazo de un hombre macizo y canoso, quien vestia uniforme de oficial. Cuando Elena llego, ambos se revolcaban a sus pies, sin aliento, en el mosaico de la entrada. Miles podia sentir el