angustiado calor en su rostro, y sabia que estaba colorado. El hombre macizo parecia estupefacto. Un segundo oficial, un hombre alto con marcas de capitan en el cuello de su uniforme, ofrecio su baston de paseo y solto una breve y sorprendida carcajada.
Miles se recobro, poniendose mas o menos serio.
— Buenas tardes, padre — dijo friamente. Dio un pequeno respingo agresivo con su menton, desafiando a cualquiera a comentar su entrada poco ortodoxa.
El almirante lord Ararl Vorkosigan, primer ministro de Barrayar al servicio del emperador Gregor Vorbarra, antiguo lord regente del mismo, aliso la chaqueta de su uniforme y aclaro su garganta.
— Buenas tardes, hijo. — Solo sus ojos reian —. Yo… estoy feliz de ver que tus heridas no fueron demasiado graves.
Miles se encogio de hombros, secretamente aliviado de no tener que hacer mas comentarios sarcasticos en publico.
— Lo normal.
— Excusame un momento. Ah, buenas tardes, Elena. Koudelka, ?que penso usted de esos calculos de costo de buques del almirante Hessman?
— Creo que pasaron terriblemente rapido — contesto el capitan.
— ?Tambien usted penso eso, eh?
— ?Cree que esta ocultando algo en ellos?
— Tal vez, pero ?que? ?El presupuesto de su partido? ?El contratista es su cunado? ?O esta enfangado en una desviacion? ?Malversacion o mera ineficiencia? Pondre a Illyan tras la primera posibilidad; quiero que usted se encargue de la segunda. Presione con esos numeros.
— Van a chillar, ya estuvieron chillado hoy.
— No lo crea. Yo solia hacer esas propuestas cuando estaba en el Estado Mayor. Se cuanta basura cabe ahi. Ellos no hacen dano realmente hasta que sus voces suben por lo menos dos octavas.
Es capitan Koudelka sonrio e hizo una ligera reverencia con la cabeza a Miles y a Elena, un saludo muy superficial, antes de irse.
Miles y su padre se miraron el uno al otro y ninguno queria ser el primero en abordar el tema que habia entre ellos. Como por un mutuo acuerdo, lord Vorkosigan dijo solamente:
— Bueno, ?llego tarde al almuerzo?
— Acaban de avisar, senor.
— Vamos, entonces… — Hizo un pequeno gesto abortado de ofrecer el brazo para ayudar a su hijo, pero unio las manos por detras de la espalda, con mucho tacto. Caminaron jntos, lentamente.
Miles yacia rigido en la cama, vestido aun con la ropa del dia, sus piernas correctamente estiradas frente a el. Las miro disgustado. Provincias rebeldes, tropas amotinadas, saboteadores traidores… Deberia levantarse una vez mas y lavarse y ponerse la ropa de noche, pero el esfuerzo requerido parecia heroico. El no era un heroe. Se acordo de aquel sujeto, de quien le habia hablado su abuelo que, en la carga de caballeria, disparo accidentalmente a su propio caballo en el que montaba; pidio otro, y volvio a hacerlo.
Asi que sus propias palabras, al parecer, habian puesto al sargento Bothari a pensar justo en el sentido que Miles menos deseaba.
La imagen de Elena aparecio en su imaginacion: el delicado perfil aquilino, los grandes ojos oscuro, la fria longitud de la pierna, la calida llama de la cadera; parecia, penso, una condesa en un drama. Si solo pudiera escogerla para ese papel en la realidad… ?Pero semejante conde!
Un aristocrata en una obra de teatro, seguramente. Los deformes eran escogidos invariablemente como villanos en el teatro de Barrayar. Si el no podia ser un soldado, quiza tuviera futuro como villano.
— Raptare a la muchacha — susurro, bajando experimentalmente la voz en una octava — y la encerrare en mi mazmorra.
Su voz volvio a su tono normal con un suspiro de pesar.
— Solo que no tengo mazmorra. Tendria que ser en el armario. El abuelo tiene razon, somos una generacion disminuida. De todas maneras, acaban de alquilar a un heroe para rescatarla, una especie de gran trozo de carne; Kostolitz, quizas. Y ya se sabe como resultan siempre esos duelos…
Se levanto y comenzo a representar una pantomima por el cuarto: las espadas de Kostolitz contra, digamos, el lucero del alba de Miles. Un lucero parecia un arma apropiada para un villano, daba un aire de autentica autoridad al concepto de espacio personal propio. Apunalado, moria en brazos de Elena, mientras ella se desmayaba de dolor; no, estaria en brazos de Kostolitz, celebrandolo.
La mirada de Miles recayo en un antiguo espejo, enmarcado en madera labrada.
— Enano saltarin — gruno.
Tuvo un subito deseo de destrozarlo con los punos desnudos, hacer anicos el vidrio y desangrarse, pero el ruido atraeria al guardia del pasillo y a montones de parientes, y peticiones de explicacion. Quito de un tiron el espejo para ver en su lugar la pared y se tumbo en la cama.
Nuevamente recostado, considero mas seriamente el problema. Trato de imaginarse a si mismo, correcta y adecuadamente, pidiendo a su padre que fuera su mediador ante el sargento Bothari. Aterrador. Suspiro y se retorcio en vano buscando una posicion mas comoda. Solo diecisiete anos, demasiado joven para casarse incluso para las normas de Barrayar, y totalmente desempleado ahora. Probablemente, le llevaria anos alcanzar una posicion lo suficientemente independiente para ofertar por Elena sin el respaldo de sus padres. Y, seguramente, a ella se la llevarian mucho antes de eso.
Y Elena misma… ?Que habria para ella en todo eso? ?Que placer? ?Ser totalmente escalada por un hombrecillo retorcido, desagradable? ?Ser mirada en publico, en un mundo donde la costumbre nativa y la medicina importada se combinaban cruelmente para eliminar incluso la mas leve deformidad fisica? ?Mirada doblemente, ademas, por el ridiculo contraste? ?Podian compensar todo esto los dudosos privilegios de un orden obsoleto, mas vacio de significado con cada ano que pasaba? Un orden, el lo sabia, carente por completo de sentido fuera de Barrayar; en dieciocho anos de residencia aqui, su propia madre jamas habia llegado a considerar el sistema Vor como otra cosa que una inmensa alucinacion de las masas.
Hubo un doble golpear en su puerta. Autoritariamente firme, cortesmente breve. Miles sonrio con ironia, suspiro y se sento.
— Entra, padre.
Lord Vorkosigan asomo la cabeza por el marco labrado de la puerta.
— ?Todavia vestido? Es tarde, deberias estar descansando un poco.
En cierto modo incoherentemente, entro y se acomodo a horcajadas en la silla del escritorio, apoyando confortablemente sus brazos en el respaldo. Tambien el estaba vestido todavia con el uniforme que usaba todos los dias en su trabajo, observo Miles. Ahora que era solo el primer ministro y no el regente — y ya no era, por lo tanto, el comandante titular de las fuerzas armadas —, Miles se preguntaba si el viejo uniforme de almirante era aun adecuado. ?O simplemente se le habia adherido?
— Yo, esto… — comenzo su padre, e hizo una pausa. Se aclaro con delicadeza la garganta —. Me estaba preguntando cual era tu idea ahora, sobre tus proximos pasos. Tus planes alternativos.
Los labios de Miles se contrajeron y el joven hizo un gesto con los hombros.
— Nunca hubo un plan alternativo, yo esperaba lograrlo, iluso de mi.
Lord Vorkosigan ladeo la cabeza como negando las cosas.
— Si es algun consuelo, estuviste muy cerca. Hoy hable con el comandante de la oficina de seleccion. ?Quieres saber tu calificacion en los escritos?
— Crei que nunca entregaban eso, solo una lista alfabetica: dentro o fuera.
Lord Vorkosigan extendio su mano, ofreciendo las calificaciones. Miles sacudio la cabeza.
— Dejalo, no importa. Estaba perdido desde el principio, solo que fui demasiado terco para admitirlo.
— No es asi. Todos sabiamos que seria dificil, pero yo jamas hubiera permitido que pusieras tanto esfuerzo en algo que creyera imposible.
— Debo de haber heredado la tozudez de ti.
Intercambiaron una breve e ironica reverencia.
— Bueno, si, no podrias haberla heredado de tu madre — admitio lord Vorkosigan.
— ?No esta… desilusionada?