— Ellos son personalmente inocentes de toda maldad y equivocacion — se apresuro a senalar Miles —, nunca supieron quien era yo… la mayoria de ellos ni siquiera son barrayaranos.
Gregor miro con idecision al conde Vorkosigan, quien se estudiaba las botas como diciendo: «Tu eres quien deseaba ardientemente tomar sus propias decisiones, muchacho.» Aunque lo que dijo en voz alta fue:
— Tu eres tan emperador como lo fue Dorca, Gregor. Haz tu voluntad.
La mirada de Gregor volvio a recaer en Miles durante un largo rato.
— No podias romper el bloqueo dentro de ese contexto militar, asi que cambiaste el contexto.
— Si, senor.
— Yo no puedo cambiar la ley de Dorca… — dijo Gregor lentamente. El conde Vorkosigan, que habia empezado a sentirse inquieto, se tranquilizo otra vez —. Salvo a Barrayar.
El emperador hizo una pausa durante un largo rato, con la frustracion a flor de piel. Miles sabia exactamente como se sentia. Le dejo achicharrarse un momento mas, hasta que el silencio se puso tenso por la expectacion y Gregor empezo a adquirir ese aire desesperado que Miles reconocia de sus examenes orales, un hombre atrapado sin la respuesta. Ahora.
— Los Mercenarios Particulares del Emperador — dijo Miles a modo de sugerencia.
— ?Que?
— ?Por que no? — Miles se irguio y abrio las palmas hacia el cielo —. Estaria encantado de ofrecertelos. Declaradlos «Escuadron de la Corona». Se ha hecho antes.
— ?Con tropas de caballeria! — dijo el conde Vorkosigan. Pero su rostro estaba de repente mucho mas vivo.
— Cualquier cosa que haga con ellos sera una ficcion legal, de todas maneras, dado que estan mas alla de su alcance — indico Miles, y se volvio hacia Gregor para hacerle una reverencia a modo de disculpa —. Puede arreglarlo perfectamente segun su maxima conveniencia.
— ?La maxima conveniencia de quien? — pregunto friamente el conde Vorhalas.
— Estabas pensando en esto en el sentido de que fuese una declaracion privada, espero — anadio el conde Vorkosigan.
— Bueno, si. Me temo que la mayoria de los mercenarios se sentirian… perturbados al escuchar que han sido reclutados para el Servicio Imperial de Barrayar. Pero, ?por que no ponerlos en el departamento del capitan Illyan? — le pregunto a Gregor —. La situacion de los mercenarios tendria que permanecer en secreto, entonces. Permitele imaginar algo util que hacer con ellos. Una flota mercenaria libre que pase a pertenecer en secreto a la Seguridad Imperial Barrayarana.
Gregor parecio de pronto mas dispuesto; de hecho, intrigado.
— Eso podria ser practico…
El conde Vorkosigan reprimio de inmediato una sonrisa que se le asomo entre los dientes.
— Simon se pondra loco de alegria — murmuro.
— ?De veras? — pregunto Gregor con tono dubitativo.
— Tienes mi garantia. — El conde Vorkosigan esbozo una reverencia mientras se sentaba.
Vorhalas resoplo y miro agudamente a Miles.
— Eres malditamente astuto para tu propio bien, ?sabes, muchacho?
— Exactamente, senor — dijo Miles complaciente, con un moderado ataque de histeria por el alivio, y sintiendose mas ligero en unos tres mil soldados y Dios sabe cuantas toneladas de equipo. Lo habia hecho; la ultima pieza encajada en su lugar…
— … osas tomarme por tonto — murmuraba Vorhalas. Alzo la voz al conde Vorkosigan —. Eso solo contesta la mitad de mi pregunta, Aral.
El conde Vorkosigan se estudio las unas, con los ojos iluminados.
— Es verdad, no podemos dejarle andar suelto por ahi. Tambien yo me estremezco al pensar en los accidentes que podria cometer a continuacion. Sin duda, deberia ser confinado en alguna institucion, donde pudieran obligarle a trabajar todo el dia bajo atenta vigilancia. — Hizo una pausa, pensativo —. ?Puedo sugerir la Academia del Servicio Imperial?
Miles alzo la vista, con la boca abierta en un idiotismo de subita esperanza. Todos sus calculos se habian concentrado en ver el modo de escabullirse al peso de la ley de Vorloupulous. Apenas se hubiera atrevido siquiera a sonar en su vida futura, y mucho menos aun a imaginar semejante recompensa…
Su padre bajo la voz dirigiendose a el.
— Asumiendo que eso no sea indigno de ti… almirante Naismith. No he tenido todavia la ocasion de felicitarte por tu ascenso.
Miles se sonrojo.
— Era todo unicamente una farsa, senor. Usted lo sabe.
— ?Todo?
— Bueno… en su mayor parte.
— Ah, te has vuelto sutil, incluso conmigo… Pero has saboreado el mando. ?Puedes volver a ser un subordinado? Las degradaciones son un bocado amargo de digerir. — Una antigua ironia jugueteaba en su boca.
— Usted fue degradado, despues de lo de Komarr, senor…
— Descendido a capitan, si.
Miles torcio en una mueca un rincon de su boca.
— Tengo un estomago bionico ahora, que puede digerir cualquier cosa. Puedo aguantarlo.
El conde Vorhalas alzo las cejas, esceptico.
— ?Que tipo de galones cree usted que lograra, almirante Vorkosigan?
— Creo que lograra unos galones espantosos — dijo con franqueza el conde Vorkosigan —. Aunque, si puede evitar ser estrangulado por sus superiores por… exceso de iniciativa, me parece que podra ser un buen oficial del Estado Mayor algun dia.
Vorhalas se avino con un gesto renuente. Los ojos de Miles resplandecian como hogueras, reflejando los ojos de su padre.
Tras dos dias de testimonios y maniobras entre bastidores, el Consejo voto unanimemente la absolucion. Entre otras cosas, Gregor ocupo su lugar por el derecho que le correspondia como conde Vorbarra y emitio un resonante «inocente» cuando se requirio el cuarto voto, en vez de la habitual abstencion acostumbrada por el emperador. El resto se alineo mansamente.
Algunos de los mas antiguos oponentes politicos del conde Vorkosigan parecieron mas bien escupir, pero unicamente el conde Vorhalas voto abstencion. El conde Vorhalas jamas habia sido del partido de Vordrozda y no tenia manhas de asociacion que lavar.
— Cojonudo bastardo — comento el conde Vorkosigan e intercambio un saludo familiar con su mas estrecho enemigo a traves del salon —. Ya me gustaria que todos tuvieran su firmeza, si no sus opiniones.
Miles permanecio sentado en silencio, absorbiendo este triunfo tan mitigado. Elena habria estado prudente, despues de todo.
Pero no feliz. Los halcones de caza no viven en jaulas, no importa cuanto ambicione un hombre su gracia, no importa cuan doradas sean las barras. Son mucho mas hermosos remontandose libres. Desgarradoramente hermosos.
Suspiro, y se levanto para ir a luchar con su destino.
Los vinedos que coronaban las faldas escalonadas del lago, en Vorkosigan Surleau, estaban empanados de un nuevo verdor. La superficie del agua brillaba con un calido soplo de aire, salpicada de monedas de plata. Alguna vez habia sido costumbre poner monedas en los ojos de los muertos, habia leido Miles, para su viaje; parecia apropiado. Imagino las monedas hundidas en el lago, apilandose hasta emerger un formar una nueva isla.
Los terrones estaban frios y humedos todavia: el invierno se demoraba aun bajo la superficie del suelo. Pesado. Arrojo por encima del hombro una palada desde el pozo que estaba cavando.
— Tus manos estan sangrando — observo su madre —, podias hacer esto en cinco segundos con un arco de plama.