tenia acerca de sus nuevos amigos. Despierta, Gregor, penso Miles. Tu, entre todos los hombres, no puedes darte el lujo de comodas ilusiones. No, por cierto, no tengo ningun deseo de cambiar mi sitio por el tuyo.

Para cuando Miles hubo terminado, Gregor estaba abatido. El conde Vorkosigan se sento a la diestra de Gregor, reclinado, como de costumbre, en una silla, y miro a su hijo con pensativo anhelo.

— ?Por que, entonces? — pregunto Gregor —. ?Que querias hacer de ti, cuando erigiste semejante fuerza, sino un emperador; si no de Barrayar, quiza de algun otro lugar?

— Mi senor. — Miles bajo la voz —. Cuando jugabamos juntos aquellos inviernos en la Residencia Imperial, ?cuando pedi alguna vez otro papel que no fuera el de Vorthalia, el leal? Tu me conoces, ?como podias dudar? Los Mercenarios Dendarii fueron un accidente. Yo no los planee, sucedieron, en el transcurso de querer salir de un lio para meterme en otro. Solo queria servir a Barrayar, como mi padre antes que yo. Cuando no pude servir a Barrayar, quise… quise servir para algo. Para… — alzo los ojos hacia su padre, impelido a una honesta y dolorosa confesion —, para hacer de mi vida una ofrenda digna que poner a sus pies. — Se encogio de hombros —. Volvi a fallar.

— Arcilla, muchacho. — La voz del conde Vorkosigan era ronca pero clara —. Solo arcilla. Indigno de recibir un sacrificio tan precioso. — Su voz se quebro.

Por un momento, Miles se olvido de preocuparse por el inminente juicio. Parpadeo, y almaceno tranquilidad en los huecos mas reconditos de su corazon, para que le reconfortara y le deleitara en alguna hora oscura y desesperada de su futuro. Gregor, huerfano, trago saliva y miro hacia otro lado, como avergonzado. El conde Vorhalas miraba desconcertado al suelo, como un hombre presenciando accidentalmente alguna escena privada y delicada.

La diestra de Gregor se movio vacilante para tocar el hombro de su primer y mas leal protector.

— Yo sirvo a Barrayar — dijo —. Mi deber es la justicia. Nunca me propuse dispensar injusticia.

— Te viste cercado, muchacho — le murmuro al oido el conde Vorkosigan —. Te enredaron. No importa. Pero aprende de ello.

Gregor suspiro.

— Cuando jugabamos juntos, Miles, siempre me derrotabas en los juegos de estrategia. Fue porque te conocia por lo que tuve dudas.

Miles se arrodillo, inclino la cabeza y abrio los brazos.

— Tu voluntad, mi senor.

Gregor sacudio la cabeza.

— Ojala siempre soporte traiciones como esta. — Alzo la voz para los testigos —. ?Bien, mis lores? ?Estais de acuerdo en que la esencia de la acusacion de Vordrozda, el intento de usurpacion del Imperio, es falsa y maliciosa? ?Y querreis testificarlo ante vuestros pares?

— Por completo — dijo Henri Vorvolk con entusiasmo.

Miles estimo que el cadete de segundo ano se habia enamorado de el aproximadamente hacia la mitad de su relato sobre las aventuras con los Mercenarios Dendarii.

El conde Vorhalas permanacia frio y pensativo.

— El cargo de usurpacion ciertamente aparece como falso — convino — y, por mi honor, asi lo testificare. Pero hay otra traicion aqui. Por su propia admision, lord Vorkosigan estuvo, y de hecho sigue estando, en violacion de la ley de Vorloupulous, traicion por su propio derecho.

— Ningun cargo semejante ha sido presentado en el Consejo de Condes — dijo friamente el conde Vorkosigan.

Henri Vorvolk sonrio.

— ?Quien se atreveria, despues de esto?

— Un hombre de probada lealtad al Imperio, con un interes teorico en la justicia perfecta, podria atreverse — respondio desapasionadamente el conde Vorkosigan —. Un hombre sin nada que perder podria atreverse … mucho. ?No?

— Suplica por ello, Vorkosigan — susurro Vorhalas perdiendo su frialdad —. Implora clemencia, como yo hice. — Cerro los ojos y se estremecio.

El conde Vorkosigan le miro en silencio durante un momento; luego, dijo:

— Como quieras. — Se levanto y se hinco sobre una rodilla delante de su enemigo —. Dejalo pasar, y vere que el muchacho no agite esas aguas nunca mas.

— Demasiado terco, todavia.

— Por favor, entonces.

— Di: «Te lo suplico.»

— Te lo suplico — repitio obedientemente el conde Vorkosigan.

Miles busco signos de ira en su padre. No encontro nada: esto era algo viejo, mas viejo que el mismo, entre los dos hombres, algo laberintico, el apenas podia penetrar en los sitios reconditos de ese laberinto. Gregor parecia enfermo; Henri Vorvolk, perplejo; Ivan, aterrado.

La firme calma de Vorhalas parecia orlada con una especie de extasis. Se inclino, acercandose al oido del padre de Miles.

— Mas fuerte, Vorkosigan — susurro. El conde Vorkosigan bajo la cabeza y apreto las manos.

Me ve, si es que acaso me ve, como un instrumento para manejar a mi padre… Es hora de llamarle la atencion.

— Conde Vorhalas — dijo Miles, rompiendo el silencio —. Considerese satisfecho. Porque si sigue adelante con esto, en algun momento tendra usted que mirarle a mi madre a los ojos y repetirselo todo a ella. ?Se atreve?

Vorhalas parecio ligeramente acobardado. Se dirigio a Miles, frunciendo el ceno.

— ?Puede mirarte tu madre y no comprender el deseo de venganza? — Hizo un ademan por el atrofiado y enclenque aspecto de Miles.

— Mi madre llama a esto mi gran don. Las pruebas son un don, dice, y las grandes pruebas son grandes dones. Por supuesto — agrego precavidamente —, es muy sabido que mi madre es un poco extrana… — Miro fijamente a Vorhalas —. ?Que se propone hacer usted con su don, conde Vorhalas?

— Diablos — murmuro Vorhalas tras un breve e interminable silencio, y dirigiendose no a Miles, sino al conde Vorkosigan —. Tiene los ojos de su madre.

— Lo he notado — murmuro a su vez en respuesta el conde Vorkosigan.

Vorhalas lo miro con exasperacion.

— No soy un maldito santo — declaro entonces Vorhalas al aire en general.

— Nadie le esta pidiendo que lo sea — dijo Gregor, consolandolo ansiosamente —. Pero usted es mi siervo, y no me vale para nada que mis nervios se esten destrozando entre si en vez de hacerlo con mis enemigos.

Vorhalas resoplo y se encogio de hombros grunosamente.

— Es verdad, mi senor. — Sus manos se fueron abriendo, dedo por dedo, como librandose de alguna invisible posesion —. Oh, levantate — agrego impaciente, mirando al conde Vorkosigan.

El antiguo regente se levanto, relajado otra vez. Vorhalas miro a Miles.

— Y exactamente, ?como te propones, Aral, mantener a este dotado joven maniaco y a su accidental ejercito bajo control?

El conde Vorkosigan midio sus palabras lentamente, gota a gota, como si buscara una delicada dosificacion.

— Los Mercenarios Dendarii son un verdadero acertijo. — Desvio la mirada hacia Gregor —. ?Cual es tu voluntad, mi senor?

Gregor dio un respingo al ser sacado de su calidad de espectador. Miro, mas bien implorante, a Miles.

— Las organizaciones crecen y mueren. ?Hay alguna posibilidad de que ellos sencillamente se desvanezcan?

Miles se mordio el labio.

— Esa esperanza se me cruzo por la mente, pero… parecian terriblemente saludables cuando los deje. Seguian creciendo.

Gregor sonrio.

— Dificilmente podre hacer marchar mi ejercito contra ellos y disolverlos, como lo hizo el viejo Dorca; definitivamente es un paseo demasiado largo.

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