unico que mi madre lamento, el tejado. Por lo demas, decidir donde enterrar el dinero fue una especie de divertimento; el Orfanato del Servicio Imperial se encontro el paquete.

Por pura curiosidad, Miles saco un momento para ver las cotizaciones financieras en las pantallas del tele- comunicador. El mili-pfennig feliciano figuraba en la lista nuevamente. El indice de cambio era de 1.206 mili- pfennigs por dolar betano, pero al menos aparecia. El indice de la semana anterior habia sido de 1.459 por dolar.

La creciente sensacion de urgencia que Miles tenia los impulso hacia la puerta.

— Si logramos partir en el expreso feliciano con un dia de ventaja, sera suficiente — le dijo a su abuela —. Luego, prodras llamar a la embajada y librarlos de su sufrimiento.

— Si — respondio su abuela sonriendo —. El pobre teniente Croye estaba convencido de que iba a pasarse el resto de su carrera como retirado, cmpliendo tareas de vigilancia en algun sitio desagradable.

Miles se detuvo junto a la puerta, antes de salir.

— Ah… en cuanto a Tav Calhoun…

— ?Si?

— ?Conoces el armario de limpieza que esta en el segundo piso?

— Vagamente — respondio la senora Naismith, mirandole con cierta incomodidad.

— Por favor, asegurate de que alguien lo registre manana por la manana, pero no subas tu antes de entonces.

— Ni siquiera lo sonaria — aseguro ella.

— Vamos, Miles — tercio Ivan.

— Solo un segundo.

Miles se precipito otra vez adentro del apartamento, hacia la sala de estar, donde Elli Quinn seguia obedientemente sentada. Le puso en la palma de la mano los billetes que le quedaban y le hizo cerrar el puno sobre el dinero, ejerciendo una suave presion.

— Bonificacion por combate — le susurro al oido —, te la has ganado. Ahora debo irme.

Beso la mano de la joven y salio rapidamente para alcanzar a Ivan.

21

Miles realizo un lento y recatado sobrevuelo en torno del Castillo Vorhartung, resistiendose al vigoroso impulso de aterrizar la aeronave directamente en el patio del edificio. El hielo, en el rio que serpenteaba por la ciudad capital de Vorbarr Sultana, se habi resquebrajado y el cauce mostraba ahora el agua que enviaban las niveves al derretirse alla en el sur, en las montanas Dendarii.

La moderna ciudad que se levantaba varios kilometros alrededor del viejo castillo se mostraba ruidosa y actva con el trafico matinal. Las areas de estacionamiento proximas al lugar estaban atestadas de vehiculos de todo tipo, asi como de corrillos de hombres en medio centenar de diferentes libreas. Al lado de Miles, Ivan contaba las banderas que ondeaban en las murallas almenadas, agitadas por la fria brisa primaveral.

— Es una sesion del Consejo al completo — comento —. No creo que falte ningun estandarte; esta incluso el del conde Vortala, que durante anos no ha asistido a una sola reunion. Deben de haberle traido a la fuerza. ?Dios mio, Miles!, ahi esta el estandarte del emperador… Gregor debe de estar dentro.

— Podrias haberlo deducido por todos los hombres que hay en la azotea con la librea imperial y armas de plasma antiaereas — observo Miles.

En su interior se sintio acobardado. Una de aquellas armas se movia en ese preciso momento, siguiendo el vuelo de la aeronave como un ojo suspicaz.

Lenta y cuidadosamente, hizo descender el vehiculo en un circulo pintado fuera de los muros del castillo.

— ?Sabes? — dijo Ivan pensativo —, vamos a parecer un par de tontos si llega a resultar que estan debatiendo sobre derechos maritimos o algo por el estilo.

— Si, se me cruzo por la mente — admitio Miles —. Lo de llegar en secreto era un riesgo calculado. Bueno, ambos hemos sido tontos ya antes, no habra nada novedoso ni sorprendente en ello.

Consulto la hora y aguardo un momento en el asiento de mando, respirando cautelosamente y con la cabeza gacha.

— ?Te sientes mal? — pregunto Ivan, alarmado —. No tienes buen aspecto.

Miles movio la cabeza negativamente, mintiendo, y pidio perdon en su corazon por todas las cosas desagradables que alguna vez habia pensado de Baz Jesek. Conque esa era la cosa, asi, el miedo paralizante. El no era mas valiente que Baz, despues de todo. Nunca habia estado tan asustado.

Deseaba haberse quedado con los Dendarii, haciendo algo sencillo, como desactivar bombas diente de leon.

— Ruego a Dios que esto funcione — murmuro.

Ivan parecia mas alarmado aun.

— Has estado incitandome a este plan-sorpresa durante las ultimas dos semanas. De acuerdo, finalmente me convenciste. ?Es demasiado tarde para cambiar de opinion!

— Yo no he cambiado de opinion. — Miles se quito los circulos plateados de la frente y de las sienes, y fijo la vista en el gran muro gris del castillo.

— Los guardias van a fijarse en nosotros si nos quedamos sentados aqui — agrego Ivan despues de un momento —. Por no mencionar el infierno que probablemente se este desatando en el puerto de lanzaderas en este preciso momento.

— Tienes razon — convino Miles.

Se columpio entonces en el extremo de una larga cadena de razonamientos que se balanceaban a los vientos de la duda. Era tiempo de pisar tierra firme.

— Despues de ti — dijo Ivan cortesmente.

— Esta bien.

— Cuando gustes — anadio Ivan.

El vertigo de la caida libre… Abrio las puertas y descendio hasta el pavimento.

Avanzaron hacia un cuarteto de guardias armados, vestidos con la librea imperial, que custodiaban la puerta del castillo. Al verlos acercarse, uno de ellos, pegando la mano al cuerpo, formo cuernos con los dedos; tenia el rostro de campesino. Miles suspiro para si. Bienvenido a casa. Inclino incisivamente la cabeza, a manera de saludo.

— Buenos dias, senores. Soy lord Vorkosigan. Tengo entendido que el emperador me ha ordenado presentarme aqui.

— Maldito bromista — dijo uno de los guardias, desatando su porra.

Un segundo guardia le aferro el brazo, mirando impresionado a Miles.

— ?No, Dub… realmente lo es!

Soportaron un nuevo registro en el vestibulo de la gran camara. Ivan seguia tratando de espiar por la puerta, ante el fastidio del guardia encargado de realizar el control final para impedir cualquier arma ante la presencia del emperador. Algunas voces llegaban de la camara a los oidos de Miles, quien se esforzaba por distinguirlas. Reconocio la del conde Vordrozda, de sostenida nasalidad, ritmica en las cadencias del debate.

— ?Cuanto hace que vienen reuniendose? — le pregunto Miles a un guardia.

— Hace una semana. Hoy debia ser el ultimo dia. En este momento estan presentando los alegatos. Llega justo a tiempo, mi senor. — El guardia le dirigio a Miles un gesto de aliento.

— ?Estas seguro de que no preferirias estar en terapia en Colonia Beta? — murmuro Ivan.

Miles sonrio sombriamente.

— Ahora es demasiado tarde. ?No seria divertido que llegaramos justo para la sentencia?

— Histerico. Moriras riendo, sin duda — gruno Ivan.

Ivan, con el visto bueno del guardia, se encamino hacia la puerta. Miles le detuvo.

— ?Shh, espera! Escucha.

Otra voz identificable: el almirante Hessman.

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