— ?Que esta haciendo el aqui? — pregunto Ivan en voz baja —. Crei que este sitio era reservado para los condes solamente.
— Testigo, te apuesto; exactamente igual que tu. ?Shh!
— … Si nuestro ilustre primer ministro no sabia nada de esta conjura, entonces permitasele presentarnos a ese sobrino «perdido» — la voz de Vordrozda estaba cargada de sarcasmo —. Dice que no puede. ?Y por que no? Yo me permito opinar que no puede porque lord Vorpatril fue avisado con algun mensaje secreto. ?Que mensaje? Obviamente, alguna variante de «?salvese quien pueda, se descubrio todo!». Y yo les pregunto, ?es razonable que un complot de esta magnitud pueda haber sido llevado tan lejos por un hijo sin que su padre lo supiera? ?Adonde fueron esos 275.000 marcos desaparecidos, cuyo destino tan firmemente se niega a revelar, sino a financiar secretamente la operacion? Esas repetidas demandas de postergacion son sencillamente una pantalla de humo. Si lord Vorkosigan es tan inocente, ?por que no esta aqui? — Vordrozda se interrumpio con estudiado dramatismo.
Ivan tiro de la manga de Miles.
— Vamos. Nunca tendras mejor linea de entrada que esta, aunque esperes todo el dia.
— Tienes razon. Vamos.
Ventanas de vidrios coloreados en la pared que daba al este salpicaban el piso de roble de la camara con manchas de luz. Vordrozda estaba de pie en el circulo de los oradores. Detras de el, en el banco de testigos, estaba sentado el almirante Hessman. La galeria superior, con sus barandas finamente labradas, estaba, por cierto, vacia; pero las filas de simples bancos de madera y los pupitres que rodeaban la sala estaban atestados de hombres.
Libreas de etiqueta en una estrafalaria variedad de matices se dejaban ver bajo sus togas de oficio, rojas y plata, con la excepcion de algunos hombres diseminados, sin toga, que llevaban el uniforme de gala rojo y azul de servicio imperial activo. El emperador Gregor, en su estrado elevado a la izquierda del salon, vestia tambien el uniforme del servicio imperial. Miles sofoco un espasmo agudo de miedo a entrar en escena. Deseo haber pasado por la residencia Vorkosigan para cambiarse; todavia llevaba la camisa lisa oscura, los pantalones y las botas que tenia puestos al dejar Tau Verde. Estimo la distancia al centro de la camara en, aproximadamente, un ano luz.
Su padre estaba sentado detras de su escritorio en la primera fila, no lejos de Vordrozda, y con la misma apariencia que en casa, con sus colores rojo y azul. El conde Vorkosigan estaba reclinado hacia atras, con las piernas estiradas y cruzadas a la altura de los tobillos, los brazos plegados en el respaldo, pero tan indiferente como un tigre acechando a su presa. Su rostro estaba irritado, con aire asesino, concentrado en Vordrozda; Miles se pregunto si el antiguo apodo infamante de «El Carnicero de Komarr», que alguna vez se le asigno a su padre, no tendria cierta base real, despues de todo.
Vordrozda, en el circulo de oradores, era el unico que enfrentaba directamente el oscurecido arco de la entrada. Fue el primero en ver a Miles y a Ivan. Acababa de abrir la boca para continuar; se quedo asi, con la mandibula floja.
— Esa es exactamente la pregunta que propongo que usted responda, conde Vordrozda…, y usted, almirante Hessman — grito Miles.
Dos anos luz, penso, y cojeo hacia adelante.
La camara se agito con murmullos y gritos de perplejidad. De todas las reacciones, Miles queria ver una sola en especial.
El conde Vorkosigan giro de golpe la cabeza y vio a Miles. Tomo aire y recogio los brazos y las piernas. Se sento por un instante con los codos sobre el pupitre, ocultando la cara entre las manos. Se froto el rostro, con fuerza; cuando volvio a levantarlo, estaba enrojecido y arrugado, pestaneaba.
?Cuando comenzo a parecer tan viejo?, se pregunto Miles con dolor. ?Era asi de gris su cabello? ?Ha cambiado tanto, o soy yo? ?O ambos?
La mirada del conde Vorkosigan recayo sobre Ivan, y su rostro se aclaro hasta la exasperacion.
— ?Ivan, idiota!, ?donde has estado?
Ivan miro a Miles y aprovecho la ocasion, haciendo una reverencia hacia el banco de teestigos.
— El almirante Hessman me envio para que encontrara a Miles, senor. Lo hice. Aunque, por ciertos motivos, no creo que fuera eso lo que el almirante tenia planeado, en realidad.
Vordrozda giro en circulo para echarle una furiosa mirada a Hessman, quien habia abierto enormemente los ojos al ver a Ivan.
— Tu… — le susurro Vordrozda, con la voz envenenada por la ira. Casi instantaneamente refreno el impulso de saltarle encima y relajo sus manos haciendo que, de rastrillos con garras, volvieran a parecer elegantemente combadas otra vez.
Miles hizo una reverencia a los presentes, inclinandose sobre una rodilla en direccion al emperador.
— Mi senor, mis lores. Habria llegado antes aqui, pero mi invitacion se perdio en el correo. Para dar fe de ello, quisiera llamar a lord Vorpatril como mi testigo.
El joven rostro de Gregor le observo, rigido, los ojos oscuros afligidos y distantes. La mirada del emperador se volvio con perplejidad hacia su nuevo consejero, de pie en el circulo de los oradores. Su antiguo consejero, el conde Vorkosigan, parecia milagrosamente renacido; sus labios se estiraban hacia atras en una sonrisa felina.
Tambien Miles miro a Vordrozda por el rabillo del ojo. Ahora, penso, es el momento de atropellar, en este instante. Para cuando el Lord Guardian del Circulo admita a Ivan con toda la ceremonia debida, se habran recuperado. Dales sesenta segundos para conferenciar en el banco y habran fraguado nuevas mentiras de lo mas razonable, poniendo su palabra contra la nuestra en el espantoso juego de un voto que ya ha sido condicionado. Hessman, si, era a Hessman a quien debia atacar; Vordrozda era demasiado agil para huir asustado. Golpea ahora, y parte por la mitad la conspiracion. Trago saliva, se aclaro la garganta y declaro de golpe.
— Acuso al almirante Hessman, aqui delante vuestro, lores, con los cargos de sabotaje, asesinato e intento de asesinato. Puedo probar que el ordeno el sabotaje del correo imperial del capitan Dimir, que resulto con la horrible muerte de todos sus tripulantes; puedo probar su intento de que mi primo Ivan estuviera entre ellos.
— Usted esta fuera de orden — grito el conde Vordrozda —. Esos cargos descabellados no incumben al Consejo de Condes. Debe llevarlos a una corte militar si quiere formularlos, traidor.
— Donde el almirante Hessman, mas convenientemente, debe afrontarlos solo, dado que usted, conde Vordrozda, no puede ser sometido a juicio alli — dijo Miles de inmediato.
El conde Vorkosigan golpeaba suavemente el puno contra su pupitre, inclinandose impulsivamente hacia Miles; sus labios formaban una silenciosa letania: si, sigue, sigue…
Miles, alentado, alzo la voz.
— Los afrontara solo y morira solo, ya que el tiene unicamente su propia palabra, sin testigos, para acreditar que los crimenes se cometieron por orden suya, conde Vordrozda. No hubo testigos, ?verdad que no, almirante Hessman? ?Cree usted realmente que el conde Vordrozda se sentira tan afectado por sentimientos de lealtad como para respaldar sus palabras?
Hessman estaba palido como un muerto, respiraba con esfuerzo y miraba alternativamente a Miles y a Ivan. Miles podia ver el panico asomando en sus ojos.
Vordrozda, inquieto en el circulo, hizo un gesto espasmodico hacia Miles.
— Mis lores, esta no es una defensa. Solamente espera camuflar su culpabilidad mediante esas descabelladas acusaciones, ?y totalmente fuera de orden al respecto! ?Mi Lord Guardian, le exhorto a restablecer el orden!
El Lord Guardian del Circulo comenzo a incorporarse; se detuvo, traspasado por una penetrante mirada del conde Vorkosigan. Se hundio debilmente en su banco.
— Esto, ciertamente, es muy irregular… — dijo, y se callo. El conde Vorkosigan sonrio aprobadoramente.
— No ha contestado a mi pregunta, almirante. — Miles continuo —: Vordrozda, ?hablara usted en favor del almirante Hessman?
— Los subordinados han cometido excesos no autorizados a lo largo de toda la historia… — comenzo a decir Vordrozda.
Da vueltas, rodeos, va a escabullirse… ?No!, tambien yo puedo dar giros.
— Oh, ?admite usted que el es su subordinado?