merced de un piloto de lanzaderas para transportarse.

No obstante, ahora era el turno de Kostolitz. Miles quedo comprimido en su asiento acolchado por la aceleracion, cuando la lanzadera se libro de su ajuste y empezo a impulsarse hacia la estacion asignada. Mascaras de aire. Listas de control. Suposiciones. Kostolitz el pendenciero. Suposiciones… Los nervios de Miles se extendieron solos, con paciencia de arana, investigando. Los minutos se arrastraban.

Un agudo estallido y un silbido llegaron desde el fondo de la cabina. El corazon de Miles daba bandazos y comenzo a latir violentamente, a pesar de su prevision. Se dio la vuelta y lo comprendio de un vistazo, como cuando el resplandor de un relampago revela los secretos de la oscuridad. Kostolitz maldijo violentamente. Miles susurro.

— ?Ja!

Un agujero dentado en el panel de estribor de la lanzadera estaba dejando salir un espeso gas verde; una tuberia de refrigeracion habia estallado, como por el impacto de un meteoro. El «meteoro» habia sido indudablemente explosivo plastico, ya que emanaba hacia dentro y no hacia afuera de la cabina. Por otra parte, el instructor estaba sentado todavia, observandolos. Kostolitz pego un salto en busca del estuche de las mascaras respiratorias de emergencia.

Miles, en cambio, se lanzo a por los controles. Invirtio de golpe el circuito de ventilacion, de reciclaje a salida exterior, y, en un movimiento sin pausa, acciono los impulsores laterales de posicion a maxima aceleracion. Tras un instante de gemidos, la lanzadera empezo a virar y luego a girar alrededor de un eje que pasaba por el centro de la cabina. Miles, el instructor y Kostolitz fueron arrojados hacia adelante. El gas refrigerante, mas pesado que la mezcla atmosferica de la nave, comenzo a juntarse contra la pared posterior de la cabina en oleadas nocivas, por la influencia de esa gravedad artificial de lo mas simple.

— ?Bastardo loco! — grto Kostolitz, embrollado con una mascara respiratoria —. ?Que estas haciendo?

La expresion del instructor fue primero un eco de la de Kostolitz; luego, subitamente, se ilumino. Se acomodo nuevamente en el asiento, del que habia empezado a salir disparado, aferrandose con firmeza y observando, los ojos fruncidos con interes.

Miles estaba demasiado ocupado para responder. Kostolitz se daria cuenta de ello en breve, estaba seguro. Kostolitz se puso la mascara y trato de inhalar. Se la arranco de la cara y la arrojo a un lado, al tiempo que echaba mano de la segunda de las tres que se habia traido. Miles trepo por la pared en busca de la caja de primeros auxilios.

La segunda mascara respiratoria paso a su lado. Depositos vacios, sin duda. Kostolitz habia contado las mascaras sin comprobar su estado de funcionamiento. Miles logro abrir la caja y saco un entubado IV y dos conectores Y. Kostolitz arrojo a un lado la tercera mascara y comenzo a trepar por la pared de estribor para alcanzar mas mascaras respiratorias. El gas refrigerante provocaba una acre y ardiente hediondez en la nariz de Miles, pero la nociva concentracion del mismo permanecia en el otro extremo de la cabina, por ahora.

Un aullido de rabia y miedo, interumpido por la tos, provino de Kostolitz, mientras manoseaba las mascaras comprobando finalmente su estado de uso. Los labios de Miles se estiraron hacia atras en una perversa sonrisa. Saco la daga de su abuelo de la vaina, corto el entubado IV en cuatro piezas, inserto los conectores Y, los sello con vendaje plastico, conecto el aparato — parecido a una pipa narguile — a la salida del tubo de oxigeno reservado para emergencias medicas y se deslizo hacia el instructor.

— ?Aire, senor? — Le ofrecio al oficial un sibilante extremo del entubado IV —. Le sugiero que aspire por la boca y exhale por la nariz.

— Gracias, cadete Vorkosigan — dijo el instructor con tono fascinado, aceptando el ofrecimiento.

Kostolitz, tosiendo, con los ojos desorbitados por la desesperacion, se volvio hacia ellos, apanandoselas apenas para no pisotear el panel de control. Miles le paso un tubo. Kostolitz pego su boca al mismo, con los ojos abiertos y lagrimeantes; no solo — penso Miles — por los efectos del gas refrigerantes.

Apretando su tubo de aire con los dientes, Miles comenzo a trepar por la pared de estribor. Kostolitz empezo a seguirle y descubrio entonces que tanto el como el instructor habian recibio tubos cortos. Miles desenrollo el tubo detras de si; si, alcanzaria, aunque muy ajustadamente. Kostolitz y el instructor solo podian mirar, respirando con una cadencia parecida a la del yoga.

Miles invirtio su sujecion cuando paso el punto medio de la cabina y la fuerza centrifuga empezaba a empujarle hacia el gas verde que lentamente llenaba la lanzadera desde la pared posterior. Calculo los paneles de la pared 4a, 4b, 4c… debia de ser ese. Lo abrio por la fuerza y hallo las valvulas interruptoras manuales. ?Esa? No, aquella. La quiso girar, resbalaba en su mano sudorosa.

El panel de la puerta sobre el que descansaba su peso cedio con un repentino crujido y Miles rodo hasta el gas verde que se desplazaba malignamente. El tubo de oxigeno se le solto de la boca y aleteo bruscamente quedando fuera de su alcance. Se vio librado de aullar solo por el hecho de estar reteniendo el aliento. El instructor, delante, se bamboleaba inutilmente, restringido como estaba por su suministro de aire. Para cuando se acordo de buscar a tientas en su bolsillo abierto, Miles ya habia tragado, conseguido una sujecion mas segura a la pared y recuperado su tubo en una maniobra escalofriante. Lo intento otra vez. Hizo girar la valvula, firmemente, y el silbido del agujero, a un metro de el, se fue desvaneciendo hasta parecer el gemido de un elfo; y, despues, se paro.

La marea de gas verde comenzo a disminuir y a retroceder al fin, a medida que trabajaban los ventiladores de la cabina. Miles, temblando solo levemente, volvio al extremo frontal de la lanzadera y se aseguro en su asiento de copiloto, sin comentarios. Los comentarios habrian sido torpes, de todas maneras.

El cadete Kostolitz, en su rol de piloto, volvio a los controles. La atmosfera se limpio finalmente. Detuvo el paseo y apunto la averiada nave de vuelta al muelle, lentamente, prestando estricta y sumisa atencion a la lectura indicadora de la temperatura del motor. El instructor parecia extremadamente pensativo, y solo un poco palido.

Cuando atracaron, el jefe de instructores en persona los estaba esperando en el corredor de lanzaderas, acompanado por un tecnico mecanico. Sonreia alegre, girando distridamente dos brazaletes amarillos entre sus manos.

El instructor que habia ido con ellos suspiro y movio la cabeza con tristeza al ver los brazaletes.

— No.

— ?No? — inquirio el jefe de instructores. Miles no estaba seguro de si era con sorpresa o desilusion.

— No.

— Eso tengo que verlo.

Los dos instructores entraron en la lanzadera, dejando a Miles y a Kostolitz solos un momento. Kostolitz se aclaro la garganta.

— Esa… daga tuya resulto muy util, despues de todo.

— Si, hay ocasiones en que el rayo de un arco de plasma no es ni mucho menos tan adecuado para cortar — convino Miles —. Como, por ejemplo, cuando estas en una camara llena de gas inflamable.

— Oh, diablos. — Kostolitz parecio de repente conmocionado —. Esa sustancia hubiera explotado al mezclarse con el oxigeno. Yo casi… — Se interrumpio y volvio a aclararse la voz —. Tu no te equivocas mucho, ?no? — Una subita sospecha asomo en su rostro —. ?Sabias de antemano lo de ese montaje?

— No exactamente. Pero me imagine que algo habia cuando conte tres mascaras respiratorias en el bolsillo del instructor.

— Tu… — Kostolitz se detuvo, y continuo —: ?Realmente habias perdido tu lapiz optico?

— No.

— Diablos — murmuro nuevamente Kostolitz.

Camino un poco por el corredor, arrastrando los pies, encorvado, rojo, lugubremente recalcitrante.

Ahora, se dijo Miles.

— Conozco un lugar donde puedes comprar buenas dagas, en Vorbarr Sultana — le dijo con timidez finamente calculada —. Mejores que las que se hacen de material comun. Puedes conseguir una verdadera ganga alli, a veces, si sabes lo que buscas.

Kostolitz se detuvo.

— ?Oh, de veras? — Empezo a enderezarse, como si se viera aliviado de una carga —. Tu, eh… Supongo que no…

— Es una especie de agujero-en-la-pared. Podria llevarte alli alguna vez, durante el permiso, si tienes interes.

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