le recorrio, y cerro su mente para evitar el contacto con un extrano poder que penetraba en su ser intimo, en el nucleo mismo de su identidad. Tras un minuto de silencio, Kyo giro la cabeza, sereno y sonriente, y hablo con su voz calmosa de siempre:

— Al otro lado de estas colinas hay Fiia, al otro lado de los bosques, en los valles verdes. Mi pueblo busca los valles, tambien aqui, la luz del sol y los sitios llanos. Encontraremos las aldeas en pocos dias mas de vuelo.

Estas fueron buenas nuevas para los otro cuando Rocannon las transmitio.

— He pensado que no hallariamos seres con habla aqui. ?Una tierra tan bella y rica y vacia! — comento Raho.

En tanto que observaba una pareja de kilar revoloteando como amatistas sobre el lago, Mogien recordo:

— No siempre ha estado vacia. Mi pueblo la cruzo mucho tiempo ha, en la epoca anterior a los heroes, antes de que Hallan o el elevado Oynhall fueran construidos, antes de que Hendin asestara su golpe y de que Kirfiel muriese en la colina de Orren. Vinimos desde el sur, en botes con cabezas de dragon en la proa; en Angien hallamos un pueblo salvaje que se ocultaba en bosques y cuevas, un pueblo de caras blancas. Tu conoces la cancion, Yahan, la Balada de Orho-gien:

Cabalgan en el viento, marchan sobre la hierba, rozan el mar oscuro, siempre en pos de Brehen, estrella luminosa, siguiendo el sendero de la radiante Lioka…

— El camino de Lioka va de sur a norte. Y la cancion dice como, en batallas duras, nosotros, los Angyar, luchamos y vencimos a los cazadores salvajes, los Olgyior, los unicos de nuestra raza en Angien; porque ambos pueblos hemos sido una raza, los Liuar. Pero la balada no habla de estas montanas. Es un poema antiguo; quiza se haya perdido el comienzo. O quiza mi pueblo partio desde estas colinas. Esta tierra es bella; bosques para cazar, colinas para el ganado y alturas para asentar una fortaleza. Aunque aqui no se ven trazas de seres humanos…

Esa noche Yahan no pulso su lira de plata; todos durmieron intranquilos, tal vez porque las monturas se habian ido y porque el silencio de las colinas era de muerte, como si ninguna criatura osase moverse durante la noche.

Al dia siguiente, acordes todos en que el suelo era demasiado pantanoso junto al lago, decidieron trasladarse, sin prisas, deteniendose para cazar y coger hierbas secas. Al atardecer llegaron a un collado; en la zona mas elevada, bajo la hierba, se advertian restos de alguna construccion; nada quedaba en pie ya, pero pudieron adivinar que habia sido el emplazamiento de las cuadras de una pequena fortaleza, tan antigua que ninguna leyenda hablaba de ella. Acamparon, alli; las monturas los habrian de hallar con facilidad a su regreso.

Muy avanzada la larga noche, Rocannon se desperto incorporandose. No brillaba mas luna que la menuda Lioka; la lumbre se habia extinguido, pues no habian establecido vigilancia. Mogien estaba de pie a unos cinco metros de distancia, inmovil, una forma alta, de contornos vagos a la luz de las estrellas. Sonoliento, Rocannon le echo una mirada mientras se preguntaba por que razon la capa le hacia aparecer tan alto y delgado. La capa de los Angyar flotaba siempre en tomo a los hombros, abierta como el techo de una pagoda, e incluso cuando no llevaba su capa, Mogien era identificable por la anchura de su torax. ?Por que estaba alli de pie, tan aislado, abatido y sombrio?

El rostro giro con lentitud y no era el rostro de Mogien.

— ?Quien esta ahi? — pregunto Rocannon, de pie ahora, y su voz sono recia en el silencio de muerte. Junto a el, Raho desperto; mirando alrededor, cogio el arco y salto en pie. Por detras de la alta figura algo se movio apenas: otra sombra igual. En torno de ellos, sobre las ruinas cubiertas de hierba, a la luz de las estrellas, se erguian altas, magras y silenciosas formas, enfundadas en sus capas, las cabezas gachas. Junto a las cenizas frias de la lumbre, solo se hallaban Raho y el etnologo.

— ?Senor Mogien! — grito Raho.

No hubo respuesta.

— ?Donde esta Mogien? ?Quienes sois vosotros? ?Hablad!

Las sombras no respondieron, pero comenzaron a adelantarse. Raho arrojo una flecha. Tampoco ahora hubo palabras, pero el circulo fantasmal se dilato, las capas llamearon y el ataque se precipito desde todas las direcciones; las sombras avanzaban a brincos altos y lentos. Rocannon luchaba como si lo hiciera para despertar de un mal sueno, pues eso debia ser la lentitud, el silencio, todo era irreal y ni siquiera percibia el contacto de aquellas extremidades, porque llevaba su traje protector. Oyo la voz desesperada de Raho, llamando a su amo. Los atacantes habian abatido a Rocannon, superiores como eran en peso y numero; antes de que pudiera rechazarlos desde el suelo, se sintio izado y se columpiaba cabeza abajo y una sensacion de nausea lo poseia. Mientras, entre contorsiones, intentaba liberarse de aquellas manos, colinas y bosques fluctuaban oscilantes lejos muy lejos de el. Una violenta sensacion de vertigo le inundaba y se aferro con ambas manos a las delgadas extremidades de aquellos seres. Todos lo rodeaban, lo sostenian con sus manos y el aire estaba lleno de negras alas batientes.

La situacion se prolongaba mas y mas; siguio luchando por emerger de aquella monotonia de terror, en tanto continuaban a su alrededor las voces suaves y sibilantes, el aleteo reiterado que lo sacudia sin cesar. Luego el movimiento se convirtio en un deslizarse sesgadamente y el oriente radiante se precipito hacia el y la tierra tambien y las manos suaves y firmes que lo sostenian se abrieron y cayo. No estaba herido; solo atontado e incapaz de mantenerse en pie. Se quedo tendido con brazos y piernas abiertos, mirando a su alrededor.

Bajo su cuerpo, un piso de pulidos y fragiles mosaicos. A la izquierda, a la derecha y por encima de el se elevaba un muro, plateado en la luz de la manana, alto, recto y limpio, como si estuviera hecho de acero. Por detras, se levantaba la vasta mole de un edificio, y por delante, a traves de una puerta abierta, vio una calle de casas plateadas y sin ventanas, en perfecta alineacion todas semejantes; una pura perspectiva geometrica en la claridad sin sombras del amanecer. Era una ciudad, y no una aldea de la epoca de piedra ni una fortaleza de la edad de bronce; era una gran ciudad, y era grandiosa, solida y exacta, producto de una tecnologia desarrollada. Rocannon se sento; su sensacion de vertigo seguia aun.

Con la claridad creciente logro captar ciertos contornos en la penumbra del patio, ciertos bultos amorfos en principio; una linea de reluciente amarillo. Un sacudimiento quebro su estado: estaba viendo el oscuro rostro bajo la mata de cabello dorado. Los ojos de Mogien estaban abiertos, fijos en el cielo, no parpadeaban. Sus cuatro companeros yacian rigidos con los ojos abiertos. El rostro de Raho se convulsionaba en una mueca horrible. Incluso Kyo, a quien se habria creido invulnerable en su fragilidad, estaba tendido de espaldas y sus grandes ojos reflejaban la palidez del cielo.

Pero todos respiraban en profundas, silenciosas y espaciadas inspiraciones; Rocannon busco con su oido en el pecho de Mogien y oyo los latidos, muy debiles y lentos, como si llegaran desde muy lejos.

De pronto silbo el aire a sus espaldas, e instintivamente se echo de bruces, tan inmovil como los cuerpos parados de sus companeros. Unas manos, cogiendolo de hombros y piernas, lo volvieron de espaldas al suelo y se hallo ante un rostro de amplias facciones, sombrio y dulce. La cabeza oscura no tenia cabellos y tampoco cejas; los ojos, de un color amarillo oro, asomaban entre anchos parpados carentes de pestanas; pequena y delicada en sus trazos, la boca estaba cerrada con firmeza. Las suaves y fuertes manos tiraban de sus mandibulas para abrirle la boca.

Otra figura alta se inclino sobre el; sofocado, tosio mientras algo se deslizaba por su garganta: agua tibia, sucia y nauseabunda. Las dos altas criaturas lo soltaron y se puso en pie, escupiendo y gritando:

— ?Estoy bien, dejadme!

Pero ya le habian dado la espalda. Se detuvieron junto a Yahan: uno forzaba las mandibulas del joven, el otro le vertia en la boca un chorro de agua de una gran redoma plateada.

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