Eran altos, muy delgados, semihumanoides; fuertes y delicados, se movian con cierta torpeza Y lentitud sobre la tierra, que no era su elemento. Su estrecho torax se proyectaba entre los musculos, en los hombros, de largas y suaves alas que caian, curvas, a sus espaldas, como capas grises. Las piernas eran delgadas y cortas y las nobles cabezas oscuras se inclinaban hacia adelante, como empujadas por las alas.

El Manual de Rocannon se hallaria bajo las aguas cubiertas de niebla del canal, pero su memoria lo evoco: Formas de vida de alto nivel de inteligencia: Especie no confirmada (?): se dice que grandes humanoides habitan amplias ciudades (?). y ahora era el quien tenia la suerte de confirmarlo, de poner por primera vez los ojos sobre una especie nueva, una nueva cultura avanzada, un nuevo miembro para la Liga. La limpia e impecable belleza de los edificios, la impersonal caridad de las dos grandes figuras angelicas que trajeran al agua, su silencio majestuoso, todo aquello le sobrecogia. En ningun mundo habia visto una raza similar a esta. Se acerco a ambas criaturas, que estaban vertiendo agua en la boca de Kyo, y les pregunto con timida cortesia:

— ?Hablais la lengua comun, senores alados?

Ni siquiera repararon en el, sino que prosiguieron su ronda, con el paso torpe, hacia Raho, en cuya boca contraida echaron agua; el liquido se derramo por las mejillas del sirviente. Los alados se volvieron hacia Mogien y Rocannon los siguio:

— ?Escuchadme! — clamo enfrentandolos, pero se detuvo; habia comprendido con estupor que los grandes ojos dorados estaban ciegos, que aquellos seres eran ciegos y sordos: no le contestaban ni le miraban y se alejaron erguidos, aereos, envueltos del cuello hasta los tobillos en sus tersas alas. Y la puerta se cerro con suavidad tras ellos.

Como saliendo de una pesadilla, Rocannon se acerco a cada uno de sus companeros con la esperanza de que aquel estado de paralisis desapareciese. No advirtio cambios. En cada uno comprobo la persistencia de la respiracion lenta y el debil latido; en todos, excepto uno. El pecho de Raho estaba silencioso, su cara, contraida en una mueca penosa, estaba fria. El agua que le dieran los alados mojaba sus mejillas.

La ira se alzo por entre el asombro reverencial de Rocannon. ?Por que aquellos hombres angelicos les trataban, a el y a sus amigos, como si fuesen animales salvajes prisioneros? Se aparto de sus companeros y atraveso el patio hacia la puerta que daba a la calle de la increible ciudad.

Nada se movia. Todas las puertas permanecian cerradas. Altos, sin ventanas, uno junto a otro, los frentes plateados dejaban ver su silencio en la luz temprana del sol.

Rocannon conto seis travesias antes de llegar hasta el cabo de la calle: una pared, cinco metros de altura que se extendian hacia los lados, sin discontinuidades. No exploro la calle periferica para buscar una salida, pues adivinaba que no la habria. ?Para que necesitaban los seres alados una ciudad con puertas? Por la calle radial regreso hacia el edificio del centro, del que habia salido, el unico edificio distinto y mas alto que las elevadas casas de plata, dispuestas en hileras geometricas. Penetro en el patio. Todas las casas estaban cerradas las calles limpias y vacias, el cielo desierto; no habia mas ruido que el de sus propios pasos.

Golpeo la puerta del extremo mas lejano en el patio. Ninguna respuesta. Pero a la primera presion de su mano, la puerta se abrio.

En el interior reinaba una oscuridad tibia, una dulce agitacion sibilante, sensaciones de altura y vastedad. Una forma larga se balanceo a su lado, luego se detuvo silenciosa. En el rayo de luz del primer sol de la que la puerta dejaba entrar, Rocannon vio los ojos amarillos de aquella criatura, parpadeando. La luz solar los cegaba. Sin duda volaban y recorrian sus calles de plata solo en la oscuridad.

Ante aquella mirada insondable, Rocannon adopto la actitud que los exoetnologos denominaban «ICA» — iniciador de comunicacion abierta —: en una pose teatral, receptiva, pregunto en galactico:

— ?Quien es vuestro jefe?

Dicha con enfasis, por lo comun la pregunta obtenia alguna respuesta. Sin embargo nada hubo esta vez. El ser alado tenia sus ojos fijos en el intruso; parpadeo por una vez con una impasibilidad que iba mas alla del desden, cerro los ojos y permanecio quieto, aparentemente dormido.

La vision del etnologo se iba adecuando a la casi oscuridad; descubrio en el ambito tibio y abovedado grupos y filas de cuerpos longilineos, todos inmoviles y con los parpados cerrados.

Camino entre ellos y ninguno hizo un movimiento.

Muchos anos atras, en Davenant, su planeta natal, recordaba haber caminado a traves de un museo lleno de estatuas; era entonces un nino que atisbaba los rostros estaticos de los antiguos dioses haineses.

Armandose de su valor, se acerco a uno de ellos ?o ellas?, bien podian ser hembras y le toco el brazo. Los ojos dorados se abrieron y el hermoso rostro se volvio hacia el, oscuro y alto en la penumbra.

— ?Hassa! — reclamo el ser alado, que, con una rapida inclinacion, le beso un hombro y retrocedio luego tres pasos; otra vez se envolvio en sus alas y cerro los ojos, inmovil Rocannon desistio de la idea de comunicarse con ellos en aquel momento y a tientas busco una salida a traves de la pacifica, dulce, oscuridad de la vasta sala. La hallo, al cabo de unos instantes, y era una puerta que desde el suelo llegaba hasta el techo elevadisimo; al otro lado se abria un ambito mas claro, donde la luz accedia a traves de orificios estrechos que desde el cielo raso filtraban un halo dorado y polvoriento. Las paredes laterales, curvas, se empinaban hasta una cupula cenida. Parecia un pasaje circular que rodeaba la medula, el corazon de la ciudad radial misma. La pared interna mostraba una magnifica decoracion compuesta por un abigarrado diseno de triangulos y hexagonos, repetido hasta la cupula. Revivia en Rocannon el entusiasmo etnologico por desentranar las pautas de una raza. Aquel pueblo era maestro en el arte de la arquitectura. Todas las superficies del enorme edificio eran perfectas, cada union impecable; la concepcion hacia gala de esplendidez y sutil factura. Solo una cultura muy avanzada podia haber logrado todo eso. Pero el etnologo jamas se habia topado con una raza de elevado nivel cultural tan poco comunicativa. Despues de todo, ?por que los habian llevado hasta alli a el y a sus companeros? ?Quiza en su silenciosa y angelical arrogancia habrian salvado a los vagabundos de algun peligro de la noche? ?O usarian a otras especies a modo de esclavos? Si asi era, resultaba extrano que hubiesen ignorado la aparente inmunidad de Rocannon al agente paralizante que obraba en Mogien y los demas.

Quiza se comunicaran por completo sin palabras, pero se inclino a pensar, en aquel increible palacio, que las explicaciones provendrian de la existencia de un tipo de desarrollo intelectual que estaba mas alla de cualquier perspectiva humana, simplemente. Avanzo por el pasaje hasta hallar en la pared interior una tercera puerta, de escasisima altura, tanto, que debio inclinarse para franquearla; un ser alado deberia arrastrarse al atravesarla.

Otra vez la misma tibia, amarillenta y dulzona atmosfera. Pero alli predominaban la agitacion, los roces y susurros, junto con un constante y suave murmullo de voces y leves movimientos de innumerables cuerpos y alas. Arriba, muy arriba, el ojo de la cupula dominaba la escena, amarillo. Una amplia rampa describia una suave espiral adosada a la pared, hasta la parte superior de la boveda. Aqui y alla, sobre dicha rampa, se advertia cierta agitacion, y, por dos veces, la figura desplego en lo alto sus alas, volando sin ruido a traves del gran cilindro colmado de aire dorado y polvoriento. Cuando se disponia a cruzar la estancia, hacia la rampa, algo se precipito desde la mitad de la espiral y cayo a tierra con un golpe seco. El etnologo observo que se trataba de un cuerpo alado; aunque el impacto habia deshecho el craneo no se veia sangre. Era un cuerpo pequeno y, en apariencia, las alas no estaban totalmente desarrolladas.

Prosiguio su camino, tercamente, e inicio la ascension por la rampa.

A unos diez metros del suelo, advirtio un nicho triangular en el muro, en el que estaban acuclilladas varias de las extranas criaturas, pequenas y con las alas plegadas. Habia nueve, agrupadas en forma regular en tres grupos de tres, equidistantes, en torno de un palido bulto; a Rocannon le llevo cierto tiempo advertir que era una de las bestias aladas de Hallan, con los ojos abiertos, ausentes; estaba viva y paralizada. Las boquitas de delicado trazo de los nueve pequenos alados se inclinaban hacia el animal una y otra vez, besandolo, besandolo.

Otro golpe resono en el piso de la sala. Esta vez Rocannon vio con claridad el cuerpo que se deslizaba en un vuelo inmovil; era el cuerpo seco y mustio de un kilar.

Desanduvo el camino a traves del adornado pasaje circular y cruzo tan pronta y suavemente como pudo entre las figuras durmientes de la sala de entrada. Salio al patio. Estaba vacio. La luz blanca del sol caia de lado y brillaba sobre el piso. Sus companeros ya no estaban. Las crias los habian arrastrado al salon abovedado, para succionarlos hasta la desecacion.

VII

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