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Feldman estaba tratando de cobrar el seguro y declararse en quiebra, todo a la vez. A la manana siguiente, un hombre de apariencia muy digna vino en representacion del Banco de America. Nos dijo que no colocaramos mas repisas.

– Simplemente apilen esa mierda en el suelo -asi nos lo dijo. Se llamaba Jennings, Curtis Jennings. Feldman le debia al Banco de America mucho dinero, y el Banco de America queria recobrar su dinero antes de que el negocio se hundiera. Jennings tomo el mando de la compania. Daba vueltas observando a todo el mundo. Examino los libros de Feldman; comprobo concienzudamente todas las cerraduras de puertas y ventanas y la valla de seguridad alrededor del parking. Vino a hablar conmigo:

– No utilice las lineas de transportes Sieberling por mas tiempo. Les robaron cuatro veces llevando uno de los cargamentos de esta casa a Arizona y Nuevo Mexico. ?Hay alguna razon especial por la que hayan estado utilizando a esta gente para los transportes?

– No, no hay ninguna razon especial.

El agente de Sieberling me habia estado pagando diez centavos por cada doscientos kilos de carga contratada.

En menos de tres dias Jennings habia despedido a un tio que trabajaba en la oficina principal y reemplazado a tres tios de la linea de ensamblado por tres joven- citas mexicanas deseosas de trabajar por la mitad del dinero. Despidio al vigilante nocturno y, ademas de ocuparme de la facturacion, me puso a conducir el camion de la compania en los repartos locales.

Recibi mi primer cheque de salario y me mude del cuarto de Jan a un apartamento propio. Cuando volvi a casa por la noche, ella se habia mudado a mi apartamento. Que demonios, le dije, mi reino es tu reino. Un poco mas tarde, tuvimos nuestra peor pelea. Ella se fue y yo me emborrache durante tres dias y tres noches. Cuando me puse sobrio supe que habia perdido el trabajo. No volvi a pasarme por ahi. Decidi limpiar el apartamento. Pase la aspiradora por el suelo, restregue los bordes de las ventanas, fregue la banera y el lavabo, vacie y lave los ceniceros, encere el suelo de la cocina, mate a todas las aranas y cucarachas, lave los platos, limpie el fregadero, colgue toallas limpias e instale un rollo nuevo de papel de water. Debo estar volviendome marica, pense.

Cuando Jan finalmente volvio a casa -una semana mas tarde- me acuso de haber estado con una mujer, porque todo estaba tan limpio. Me ataco muy airada, pero era solo una defensa para ocultar sus remordimientos. Yo no podia comprender por que no la mandaba de una punetera vez a la mierda. Me era inexorablemente infiel

– se iba por ahi con el primero que se encontraba en un bar, cuanto mas guarro y miserable fuera, mejor. Continuamente utilizaba nuestras peleas para justificarse. Yo no dejaba de repetirme que ninguna mujer del mundo era una puta, solo la mia.

62

Entre en las oficinas del Times. Yo habia estudiado dos anos de periodismo en el City College de Los Angeles. Me detuvo una senorita detras de un escritorio, a la entrada.

– ?Necesitan un reportero? -le pregunte.

Ella me entrego una hoja de papel impreso.

– Por favor, rellene esta hoja.

Igual que en la mayoria de los periodicos en la mayor parte de las ciudades. Te contrataban si eras famoso o amigo de alguien. A pesar de todo rellene el impreso. Me quedo muy bien. Luego sali y baje caminando por Spring Street.

Era un caluroso dia de verano. Empece a sudar y a sentir picores. Me picaba el escroto. Empece a rascarme. El picor se fue haciendo insoportable. Segui caminando y rascandome los cojones. Yo no podia ser un reportero, no podia ser un escritor, no podia encontrar una mujer decente, todo lo que podia hacer era andar por ahi rascandome como un mono. Me apresure a montar en mi coche, que estaba aparcado en Bunker Hill. Conduje apuradamente hasta el apartamento. Jan no estaba en casa. Fui al bano y me desnude.

Escarbe entre mi escroto con los dedos y halle algo. Lo saque. Lo deje caer en la palma de mi mano y lo contemple. Era blanco y tenia muchas patas. Se movia. Me quede fascinado. Entonces de pronto dio un salto y cayo en el suelo del bano. Me quede mirandolo fijamente. Dio otro rapido salto y desaparecio. ?Probablemente de vuelta en mi vello pubico! Me senti enfermo y cabreado. Me puse a buscarlo. No consegui encontrarlo. Se me revolvio el estomago. Vomite en el retrete y luego me vesti de nuevo.

La drogueria de la esquina no quedaba lejos. Habia una vieja y un viejo detras del mostrador. Se acerco la vieja.

– No -dije-, quiero hablar con el.

– Oh -dijo ella.

El viejo se acerco. Era el droguero. Parecia muy pulcro.

– Soy victima de una plaga -le dije.

– ?Que?

– Vera. ?Tiene algo para las…

– ?Para que?

– Aranas, pulgas… mosquitos, piojos…

– ?Para que?

– ?Tiene algo para las ladillas?

El viejo me miro con disgusto.

– Espere aqui -dijo.

Saco algo del final del mostrador despues de rebuscar por debajo. Volvio y manteniendose lo mas alejado posible me entrego una cajita de carton verde y negra. La acepte con humildad. Le entregue un billete de 5 dolares. Me devolvio el cambio estirando el brazo lo mas posible. La vieja se habia retirado por un rincon de la drogueria. Me sentia como un leproso.

– Espere -le dije al viejo.

– ?Que ocurre ahora?

– Quiero unos condones.

– ?Cuantos?

– Oh, un paquete, un punado.

– ?Lubricados p secos?

– ?Que?

– ?Lubricados o secos?

– Deme los lubricados.

El viejo me entrego cautelosamente los condones. Yo le di el dinero. Me devolvio el cambio, tambien con el brazo estirado. Sali. Mientras caminaba calle abajo, saque los condones y los mire. Luego los tire a un cubo de basura.

De vuelta al apartamento me desnude y lei las instrucciones. La pomada tenia que aplicarse en las parte invadidas y aguardar treinta minutos. Puse la radio, encontre una sinfonia y aprete el tubo de la pomada. Era verde. Me la aplique con profusion. Luego me tumbe en la cama y vigile el reloj. Pasaron treinta minutos. Cono, odiaba a esas ladillas, lo dejaria actuar una hora. Despues de cuarenta y cinco minutos comenzo a arderme. Matare hasta la ultima puta ladilla, pense. El ardor aumento. Rode por la cama y aprete los punos. Escuche a Beetho-ven. Escuche a Brahms, me levante. Habia pasado una hora. Llene la banera, me meti y me quite la pomada. Cuando sali de la banera, no podia andar. El interior de mis muslos estaba abrasado, mis pelotas estaban abrasadas, mi tripa estaba abrasada, de un espantoso rojo flamigero, parecia un orangutan. Anduve muy lentamente hacia la cama. Al menos habia matado a las ladillas, las habia visto irse por el sumidero de la banera.

Cuando Jan llego a casa yo estaba retorciendome en la cama. Se me quedo mirando.

– ?Que te pasa?

Me di la vuelta y la insulte.

– ?Tu, jodida puta! ?Mira lo que me has hecho!

Me levante de un salto. Le ensene los muslos, el vientre, los huevos. Mis huevos colgaban en una roja agonia. Mi polla estaba abrasada.

– ?Dios! ?Que te ha pasado?

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