le estaban pasando las ganas de mear. De repente, las nauseas ya no eran tan acentuadas. Se estaba comodo alli dentro. Flotando. ?Era como estar en una cama enorme!

Se le cerraron los ojos y se sumio en un sueno profundo.

Capitulo 3

Roy Grace estaba sentado en la oscuridad de su viejo Alfa Romeo, atrapado en el trafico inmovil; mientras la lluvia repiqueteaba en el techo, sus dedos tamborileaban en el volante y apenas escuchaba el CD de Dido que sonaba. Estaba tenso. Impaciente. Bajo de moral. Se sentia como una mierda.

Manana tenia que comparecer ante el juez, y sabia que estaba metido en un lio.

Bebio un sorbo de agua de una botella de Evian, enrosco el tapon y la volvio a guardar en el bolsillo portamapas.

– Vamos, ?vamos! -dijo, al tiempo que golpeaba de nuevo el volante, ahora mas fuerte.

Ya llegaba cuarenta minutos tarde a su cita. No soportaba ser impuntual, siempre le habia parecido que era una senal de mala educacion, como si estuvieras afirmando: «Mi tiempo es mas importante que el tuyo, asi que puedo hacerte esperar…».

Si hubiera salido del despacho solo un minuto antes, no estaria llegando tarde: otra persona habria atendido la llamada y el atraco de dos punkis con un colocon de sabe Dios que a una joyeria de Brighton habria sido el problema de algun otro companero, no el suyo. Era uno de los riesgos de ser policia: los malos nunca tenian la gentileza de cenirse al horario de oficina.

Esta noche no tenia que haber salido, lo sabia. Debia haberse quedado en casa, preparandose para manana. Saco la botella y bebio un poco mas de agua. Tenia la boca seca, sedienta. Sentia unos nervios sombrios en el estomago.

Sus amigos le habian empujado a un punado de citas a ciegas durante los ultimos anos y antes de acudir siempre estaba histerico. Esta noche aun estaba mas nervioso y, como no habia podido ducharse ni cambiarse de ropa, no se sentia comodo con su aspecto. Todos sus planes detallados sobre que iba a ponerse se habian ido al garete gracias a los dos punkis.

Uno de ellos habia disparado con una escopeta de canones recortados a un policia fuera de servicio que se habia acercado demasiado a la joyeria; por suerte, no lo bastante. Roy habia visto, mas veces de las necesarias, los efectos de un arma del calibre 12 disparada a pocos metros de un ser humano. Podia arrancar de cuajo una extremidad o hacer un agujero del tamano de una pelota de futbol en el pecho. El policia en cuestion, un detective llamado Bill Green, a quien Grace conocia porque habian jugado a rugby en el mismo equipo varias veces, recibio el disparo desde unos treinta metros. Desde esa distancia, los perdigones podrian haber abatido a un faisan o a un conejo, pero no a un pilar de noventa y cinco kilos de peso con una chaqueta de piel. Bill Green habia tenido, relativamente, suerte: la chaqueta le habia protegido el cuerpo, pero tenia varios perdigones incrustados en la cara, incluido uno en el ojo izquierdo.

Cuando Grace llego a la escena, ya habian detenido a los punkis, despues de que estrellaran y volcaran el todoterreno con el que habian huido. Estaba decidido a acusarles de intento de asesinato, ademas de atraco a mano armada. Cada vez odiaba mas el modo en que los delincuentes usaban las armas en el Reino Unido y obligaban a la policia a llevar pistola. En los tiempos de su padre, los policias armados eran algo extrano. Hoy en dia, era habitual que los agentes de algunas ciudades guardaran armas en los maleteros de los coches. Grace no era una persona vengativa, pero, por lo que a el se referia, habria que colgar a cualquiera que disparara a un policia o a cualquier persona inocente.

El trafico seguia sin moverse. Miro el reloj del salpicadero, la lluvia, otra vez el reloj, los pilotos color rojo intenso del coche de delante, pues el imbecil de su conductor tenia puestas las luces antiniebla, que casi le deslumbraban. Luego consulto su reloj, con la esperanza de que el del coche no marcara bien la hora; pero no. Habian transcurrido diez minutos y no habian avanzado ni un centimetro. Y tampoco habia pasado ningun coche en sentido contrario.

Destellos de luz azul cruzaron el retrovisor interior y el exterior. Luego, oyo una sirena. Un coche patrulla paso ululando. Luego una ambulancia. Y otro coche patrulla, a todo gas, seguido de dos coches de bomberos.

«Mierda.» Cuando habia pasado por esta carretera hacia un par de dias, estaba en obras y habia imaginado que esa era la causa del atasco; pero ahora se daba cuenta de que debia de tratarse de un accidente, y los coches de bomberos indicaban que era grave.

Paso otro coche de bomberos. Luego, otra ambulancia, con las luces encendidas, seguida de un equipo de rescate.

Volvio a mirar el reloj: las nueve y cuarto de la noche. Tendria que haberla recogido hacia cuarenta y cinco minutos, en Tunbridge Wells, que aun quedaba a unos veinte minutos largos sin todo aquel embotellamiento.

Terry Miller, un inspector recien divorciado del departamento de Grace, habia estado presumiendo ante el de sus conquistas a traves de un par de paginas de citas de Internet y habia instado a Grace a que se registrara. Roy se habia resistido y, luego, cuando habia comenzado a encontrarse sugerentes mensajes de correo electronico de distintas mujeres en su bandeja de entrada, descubrio hecho una furia que Terry Miller le habia registrado sin decirselo en una pagina llamada «Tus citas».

En realidad, seguia sin tener ni idea de que le habia empujado a responder uno de los mensajes. ?La soledad? ?La curiosidad? ?La lujuria? No estaba seguro. Durante los ultimos ocho anos, su vida habia transcurrido dia a dia. Algunos dias intentaba olvidar; otros, se sentia culpable por no recordar.

A Sandy.

Ahora, de repente, se sintio culpable por acudir a aquella cita.

Era guapisima, al menos por la foto. Tambien le gustaba su nombre: Claudine. Como sonaba a frances, tenia algo exotico. ?La foto era provocativa! Cabello panocha, cara muy bonita, camisa ajustada marcando un busto exuberante, sentada en el borde de una cama con una minifalda subida lo suficiente como para dejar ver que llevaba ligas de encaje, y que quiza no llevaba bragas.

Solo habian mantenido una conversacion telefonica, en la que practicamente lo habia seducido de principio a fin. A su lado, en el asiento del copiloto, descansaba un ramo de flores que habia comprado en una gasolinera. Rosas rojas; cursi, lo sabia, pero asi era el romantico anticuado que llevaba dentro. La gente tenia razon, necesitaba seguir adelante, de algun modo. Podia contar las citas que habia tenido en los ultimos ocho anos con los dedos de una mano. Sencillamente, no podia aceptar que existiera otra princesa azul. Que alguna vez encontrara a alguien que estuviera a la altura de Sandy.

?Quizas aquel sentimiento iba a cambiar esta noche?

Claudine Lamont. Un nombre bonito, una voz bonita.

«?Apaga las putas luces antiniebla!»

Olia el perfume dulce de las flores. Esperaba que tambien el oliera bien.

Desde el resplandor del salpicadero del Alfa Romeo y los pilotos del coche de delante, se miro al retrovisor, sin saber muy bien que esperaba ver. La tristeza le devolvio la mirada.

«Tienes que seguir adelante.»

Bebio mas agua. Si.

Dentro de tan solo dos meses cumpliria treinta y nueve anos. Dentro de tan solo dos meses tambien se acercaba otro aniversario. El 26 de julio haria nueve anos que Sandy no estaba. Habia desaparecido sin dejar rastro el dia que el cumplio treinta anos. Ni una nota. Todas sus pertenencias en casa excepto el bolso.

Transcurridos siete anos, podia declararse a alguien muerto legalmente. Su madre, en la cama de la residencia, dias antes de morir de cancer; su hermana; sus mejores amigos; su psiquiatra: todos le habian dicho que tenia que hacerlo.

De ningun modo.

John Lennon dijo: «La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empenas en hacer otros planes». Que cierto era, diablos.

Siempre habia supuesto que a los treinta y seis anos, Sandy y el ya habrian formado una familia. Siempre habia sonado con tener tres hijos, dos ninos y una nina seria lo ideal; dedicaria los fines de semana a hacer cosas con ellos. Vacaciones familiares. Ir a la playa. Salir de excursion a sitios divertidos. Jugar a la pelota. Arreglar

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