cosas. Ayudarles por la noche con los deberes. Banarles. Todas aquellas cosas tranquilas que el habia hecho con sus padres; pero, en lugar de eso, lo consumia un desasosiego interior que pocas veces lo abandonaba, ni siquiera cuando le permitia dormir. ?Estaba viva o muerta? Habia pasado ocho anos y diez meses intentando averiguarlo y seguia sin estar mas cerca de la verdad que cuando habia comenzado.

Aparte del trabajo, la vida era un vacio. No habia podido -o no habia querido- iniciar otra relacion. Todas las citas que habia tenido resultaron ser un desastre. A veces, le parecia que el unico companero fiel de su vida era su pez, Marlon. Lo habia ganado en una barraca de tiro al blanco de una feria, hacia nueve anos, y se habia comido a todos sus intentos posteriores de darle un companero. Marlon era un animal hosco y asocial. Seguramente, la razon por la que se caian bien, pensaba Roy. Eran tal para cual.

A veces deseaba no ser policia: tener un trabajo menos exigente del que pudiera desconectar a las cinco, irse al pub y luego a casa, a descansar delante de la tele. Una vida normal. Aun asi, no podia evitarlo. Tenia algun gen -o un grupo de genes- testarudo y decidido dentro de el -como su padre- que lo habia empujado inexorablemente durante toda su vida a perseguir hechos, a perseguir la verdad. Eran esos genes los que le habian aupado de rango a rango, hasta su ascenso relativamente temprano a comisario. Sin embargo, no le habian aportado ninguna tranquilidad.

Su cara volvio a mirarle desde el retrovisor. Grace hizo una mueca al ver su reflejo, el pelo muy corto, un poco mas que una fina pelusa, la nariz, aplastada y torcida despues de que se la rompieran en una pelea en sus dias de patrulla y que le daba aspecto de boxeador profesional retirado.

En su primera cita, Sandy le habia dicho que tenia los ojos de Paul Newman. Aquello le habia gustado mucho. Era una del millon de cosas que le habian gustado de ella: que le encantara todo de el, incondicionalmente.

Roy Grace sabia que el no era nada del otro mundo fisicamente. Con su metro setenta y siete, supero en solo cinco centimetros la estatura minima requerida para ingresar en la policia, diecinueve anos atras. Aun asi, a pesar de su aficion a la bebida y a una batalla intermitente contra el tabaco, habia desarrollado un fisico poderoso trabajandoselo mucho en el gimnasio de la policia; ademas, se habia mantenido en forma corriendo treinta kilometros a la semana y todavia seguia jugando algun que otro partido de rugby, por lo general, de tres cuartos.

Las nueve y veinte.

Maldita sea.

No queria acostarse tarde por nada del mundo. No lo necesitaba. No podia permitirselo. Manana tenia que comparecer en el juzgado y necesitaba dormir toda la noche. Solo pensar en las repreguntas que le esperaban activaba todo tipo de malas sensaciones en su interior.

Un haz de luz le inundo de repente desde arriba y oyo el estruendo de las aspas de un helicoptero. Al cabo de un momento, la luz avanzo y vio que el helicoptero descendia.

Marco un numero en el movil. Respondieron casi de inmediato.

– Hola, al habla el comisario Grace. Estoy en un atasco en la A 26 al sur de Crowborough. Parece que ha habido un accidente mas adelante. ?Pueden informarme?

Le pasaron con el centro de operaciones.

– Hola, comisario -dijo una voz de hombre-. Ha habido un accidente grave. Nos han comunicado que hay muertos y personas atrapadas. La carretera estara cortada un rato. Sera mejor que de la vuelta y coja otra ruta.

Roy Grace le dio las gracias y colgo. Entonces saco su Blackberry del bolsillo de la camisa, busco el numero de Claudine y le mando un mensaje.

Le contesto casi al instante. Le decia que no se preocupara, que llegara cuando pudiera.

Aquello hizo que sintiera aun mas simpatia por ella.

Y le ayudo a olvidarse de lo que le esperaba al dia siguiente.

Capitulo 4

Viajes como aquel no ocurrian a menudo, pero cuando sucedian, vaya, ?Davey los disfrutaba de verdad! Iba sentado en el asiento del copiloto al lado de su padre con el cinturon abrochado mientras el coche de policia que les escoltaba avanzaba a toda velocidad delante de ellos, las luces azules encendidas, la sirena ululando: «nii-noo, nii-nooo», yendo en direccion contraria, adelantando kilometros y kilometros de vehiculos inmoviles. Aquello era mejor que cualquier atraccion de feria en la que le hubiera montado su padre, incluso las de Alton Towers, ?y eso que no habia ninguna que fuera mejor!

– ?Yupiiiiii! -grito, entusiasmado.

Davey era adicto a las series de policias americanas, razon por la cual le gustaba hablar con acento estadounidense. A veces era de Nueva York; a veces de Misuri; a veces de Miami; pero casi siempre de Los Angeles.

Phil Wheeler, un hombre corpulento, con una barriga cervecera inmensa, que llevaba el uniforme de pantalones marrones, botas viejas y gorro negro de lana, sonrio a su hijo, sentado a su lado. Anos atras, su mujer se habia derrumbado y marchado por la presion de cuidar a Davey. Durante los ultimos diecisiete anos le habia criado solo.

El coche de policia aminoro la marcha al adelantar a una cola de maquinaria excavadora pesada. El remolcador llevaba estampado «Gruas Wheeler» a ambos lados y tenia luces ambar en el techo de la cabina. Mas adelante, por el parabrisas, los faros y las luces iluminaban primero la parte delantera destrozada de la furgoneta Ford Transit, aun empotrada parcialmente debajo del parachoques del camion de cemento, y luego el resto de la furgoneta, aplastada como una lata de coca-cola y volcada sobre un seto maltrecho.

Destellos de luz azul se deslizaban por el asfalto mojado y el arcen de hierba brillante. En la escena aun habia coches de bomberos, de policia y una ambulancia; tambien un gran grupo de gente, bomberos y policias, en su mayoria con chaquetas reflectantes, andaban por alli. Un policia barria cristales de la carretera con una escoba.

La camara del fotografo de la policia disparo el flash. Dos investigadores de accidentes extendian una cinta metrica. Trozos de metal y cristales brillaban por todas partes. Phil Wheeler vio una llave de cruceta, una zapatilla deportiva, una alfombrilla, una chaqueta.

– ?Que mala pinta tiene esto, papa! -Esta noche tocaba acento de Misuri.

– Muy mala.

Phil Wheeler se habia curtido a lo largo de los anos y ya nada le impactaba. Habia visto todo tipo de tragedias relacionadas con vehiculos: un hombre de negocios decapitado, todavia con traje, camisa y corbata, con el cinturon abrochado en el asiento del conductor entre los restos de su Ferrari, figuraba entre las imagenes que recordaba con mas nitidez.

Davey, que acababa de cumplir veintiseis anos, llevaba su gorra de beisbol de los Yankees de Nueva York vuelta hacia atras, chaqueta de borreguillo encima de una camisa de lenador, vaqueros y borceguies. Le gustaba vestir como veia que vestian, en television, los americanos. El chico tenia una edad mental de seis anos, y eso no cambiaria nunca; pero tenia una fuerza fisica sobrehumana que a menudo le venia bien en los desplazamientos. Davey podia doblar planchas de metal con las manos. En una ocasion, habia levantado el solito la parte delantera de un coche que aplastaba una motocicleta.

– Muy mala -admitio-?Crees que hay muertos, papa?

– Espero que no, Davey.

– ?Crees que puede haberlos?

Un guardia de trafico, con gorra con visera y chaleco amarillo fluorescente, se acerco a la ventanilla del conductor. Phil la bajo y reconocio al agente.

– Buenas noches, Brian. Tiene mala pinta.

– Un vehiculo provisto de equipo de levantamiento esta de camino para encargarse del camion. ?Puedes ocuparte de la furgoneta?

– No hay problema. ?Que ha pasado?

– Choque frontal, la Transit y el camion. Hay que llevar la furgoneta al deposito.

– Dalo por hecho.

Вы читаете Una Muerte Sencilla
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×