– Muy divertido. Ahora dejadme salir, ?por favor! Nada.

?Quien cono era Davey?

Tenia la garganta seca. Necesitaba beber agua. La cabeza le daba vueltas. Queria estar en casa, en la cama con Ashley. Aparecerian dentro de unos minutos. Solo tenia que esperar. Manana se enterarian.

Sintio nauseas otra vez. Cerro los ojos. Todo daba vueltas, se movia. Volvio a quedarse dormido.

Capitulo 6

En un aterrizaje de mierda de un vuelo de mierda, una fuerte sacudida hizo retumbar todo el avion cuando las ruedas golpearon el asfalto, con exactamente cinco horas y media de retraso sobre el horario previsto. Mientras el aparato desaceleraba ferozmente, Mark Warren, destrozado y harto, sentado en su estrecho asiento con el cinturon de seguridad clavandosele en la barriga, que, por otra parte, ya le dolia de comer demasiadas galletitas saladas y una musaka que lamentaba haber ingerido, echo una ultima mirada a las fotografias del Ferrari 360 presentadas en las pruebas de carretera de su revista Autocar.

«Te quiero, nena», penso. «?Te quiero tanto! ?Si, te quiero!»

Las luces de la pista de aterrizaje, borrosas por la lluvia torrencial, pasaron como una bala por delante de su ventana mientras el avion frenaba hasta alcanzar la velocidad de rodaje. La voz del piloto sono por el intercomunicador, todo encanto y disculpas una vez mas, para echarle la culpa a la niebla.

La puta niebla. El puto clima ingles. Mark sonaba con un Ferrari rojo, una casa en Marbella, una vida tumbado al sol y alguien con quien compartirla. Una mujer muy especial. Si el trato inmobiliario que habia negociado en Leeds se concretaba, estaria un paso mas cerca de la casa y el Ferrari. La mujer era otro tema.

Cansinamente, se desabrocho el cinturon, saco el maletin de debajo del asiento y guardo la revista dentro. Luego se levanto, se mezclo con la marabunta de la cabina, se aflojo la corbata y cogio la gabardina del compartimento superior, demasiado cansado para preocuparse por su aspecto.

A diferencia de su socio, que siempre vestia con dejadez, Mark era, por lo general, muy exigente con su apariencia; pero del mismo modo que lucia el pelo rubio repeinado, llevaba ropa demasiado conservadora para sus veintiocho anos; normalmente, estaba tan inmaculada que parecia nueva, recien salida de la tienda. Le gustaba imaginar que el mundo lo veia como un empresario aburguesado, pero, en realidad, en cualquier grupo de gente, siempre destacaba como el hombre que parecia estar alli para venderles algo.

Su reloj marchaba las 23.48. Encendio el movil y este cobro vida, pero antes de poder llamar, sono el aviso de bateria baja y la pantalla se apago. Se lo guardo en el bolsillo. Ya era muy tarde, joder, demasiado tarde. Lo unico que queria ahora era irse a casa a dormir.

Una hora despues, entraba marcha atras con su BMW X5 plateado en su plaza del aparcamiento subterraneo del edificio Van Alen. Cogio el ascensor al cuarto piso y entro en casa.

Habia tenido que hacer un esfuerzo economico para comprar aquel lugar, pero le permitio subir un peldano en el mundo. Era un edificio imponente, de estilo moderno, situado en el paseo maritimo de Brighton, con muchos inquilinos famosos. Tenia clase. Si vivias en el Van Alen eras alguien. Si eras alguien, queria decir que eras rico. Durante toda su vida, Mark habia tenido ese unico objetivo: ser rico.

Mientras cruzaba el gran salon abierto vio que la luz del contestador parpadeaba en el telefono. Decidio no hacerle caso por el momento mientras dejaba el maletin y enchufaba el movil en el cargador y luego fue directo al mueble bar y se sirvio un par de dedos de whisky Balvenie. Despues, se acerco a la ventana y miro el paseo, que aun era un hervidero de gente, a pesar del tiempo y de la hora. Mas alla, vio las luces brillantes del Palace Pier y la oscuridad impenetrable del mar.

De repente, el movil pito. Un mensaje. Se acerco y miro la pantalla. «Mierda. ?Catorce mensajes!»

Sin desconectarlo del cargador, marco el numero del buzon de voz. El primer mensaje era de Pete, a las siete de la tarde: le preguntaba donde estaba. El segundo era de Robbo, a las ocho menos cuarto: amablemente le informaba de que se iban a otro pub, al Lamb at Ripe. El tercero, era de las ocho y media de Luke y Josh, con voz de borrachos, y se oia a Robbo al fondo: se iban del Lamb a un pub llamado Dragon, en Uckfield Road.

Los dos siguientes mensajes eran del agente inmobiliario, en relacion con el trato de Leeds, y del abogado de su empresa.

El sexto era a las once y cinco de Ashley, que sonaba afligida. Su tono le asusto. Normalmente, Ashley era tranquila, imperturbable: «Mark, por favor, por favor, llamame en cuanto oigas el mensaje, por favor», le rogaba con su acento suave, claramente norteamericano.

Dudo y, luego, escucho el siguiente mensaje. Tambien era de Ashley. Ahora estaba muy nerviosa. Y el siguiente y el siguiente, con diez minutos de separacion. El decimo mensaje era de la madre de Michael. Tambien sonaba angustiada: «Mark, tambien te he dejado un mensaje en el telefono de casa. Por favor, llamame en cuanto lo escuches, no importa la hora».

Mark pulso la tecla de pausa. ?Que diablos habia pasado?

La siguiente llamada volvia a ser de Ashley. Parecia estar al borde de la histeria: «Mark, ha habido un accidente terrible. Pete, Robbo y Luke han muerto. Josh esta en la UCI conectado a una maquina que mantiene sus constantes vitales. Nadie sabe donde esta Michael. Dios santo, Mark, por favor, llamame en cuanto escuches el mensaje».

Mark reprodujo el mensaje de nuevo, apenas podia creer lo que acababa de oir. Mientras lo escuchaba otra vez, se dejo caer en el brazo del sofa.

– Dios mio.

Luego escucho el resto de los mensajes. Mas de lo mismo de Ashley y de la madre de Michael. «Llama. Llama. Llama, por favor.»

Apuro el whisky, luego se sirvio otro trago, tres dedos, y se dirigio a la ventana. A traves del espectro de su reflejo, volvio a mirar el paseo, contemplo el trafico, luego el mar. Al fondo, hacia el horizonte, vio dos puntitos de luz, de un buque de carga o un petrolero que subia por el canal de la Mancha.

Estaba pensando.

«Yo tambien habria sufrido ese accidente si el vuelo hubiera salido a su hora.»

Sin embargo, penso en mas que eso.

Bebio un trago de whisky, luego se sento en el sofa. Al cabo de unos momentos, el telefono volvio a sonar. Se acerco y se quedo mirando la pantalla de identificacion de llamada. El numero de Ashley. Cuatro tonos, luego paro. Unos momentos despues, sono el movil. Otra vez Ashley. Dudo, luego le dio al boton de finalizacion de llamada y la envio directamente al buzon de voz. Apago el telefono, se sento, se recosto, levanto el reposapies y mecio el vaso entre las manos.

Los cubitos de hielo repicaron en el vaso; se dio cuenta de que le temblaban las manos; le temblaba todo por dentro. Se acerco al Bang and Olufsen y puso un CD recopilatorio de Mozart. Mozart siempre le ayudaba a pensar. De repente, tenia mucho en que pensar.

Volvio a sentarse y se quedo mirando el whisky, centrandose intensamente en los cubitos de hielo como si fueran runas. Habia pasado mas de una hora cuando descolgo el telefono y marco.

Capitulo 7

Los espasmos eran ahora mas frecuentes. Juntando los muslos, aguantando la respiracion y cerrando los ojos, Michael logro evitar orinarse en los pantalones. No podia permitirlo, no podia soportar pensar en como se reirian de el esos cabrones cuando volvieran y vieran que se habia meado encima.

La claustrofobia comenzaba a afectarle de verdad. El saten blanco parecia encogerse en torno a el, acercandose mas y mas a su cara.

A la luz de la linterna, el reloj de Michael marcaba las 2.47.

Mierda.

?A que cono estaban jugando? Eran las dos y cuarenta y siete. ?Donde cono estaban? ?Como una cuba en alguna discoteca?

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