quinientos o mil kilometros, cuando encuentren un buen sitio, hacen un alto en el camino y crean una colonia. Un lugar nuevo. Solos.
—No es posible… Luz, eso divide a la comunidad —explico Andre—. Seria como… huir.
—?Vaya! —exclamo Luz y sus ojos ardieron de furia—. ?Huir! ?Caes en la trampa de Marquez en el Valle del Sur y a eso lo llamas una situacion firme! Hablas de eleccion y de libertad… El mundo, el mundo entero esta para que lo vivas y seas libre, ?pero lo otro seria huir! ?De que? ?Hacia que? Tal vez no podemos ser libres, quizas la gente siempre va consigo, pero al menos puede intentarlo. ?Para que sirvio vuestra Larga Marcha? ?Que te hace pensar que alguna vez concluyo?
11
Vera pretendia permanecer despierta para despedirlos, pero se habia dormido junto al fuego y la suave llamada a la puerta no la desperto. Luz y Vientosur se miraron y esta meneo la cabeza. Luz se arrodillo y deprisa, procurando hacer el menor ruido posible, deposito un trozo de turba detras de las brasas para que la casa se mantuviera caldeada durante la noche. Estorbada por el grueso abrigo y la mochila, Vientosur se agacho y rozo la cabellera gris de Vera con los labios. Luego miro la casa —una mirada apresurada y perpleja— y salio. Luz la siguio.
Era una noche nublada, pero seca y muy oscura. El frio arranco a Luz del largo trance de la espera y contuvo el aliento. Habia varias personas a su alrededor, un punado de voces quedas en la oscuridad.
—?Estan las dos? Entonces, adelante.
Partieron rodeando la casa y atravesaron el patatal hacia la loma baja que se extendia detras, al este. Cuando los ojos de Luz se adaptaron a la oscuridad, descubrio que a su lado caminaba Sasha, el padre de Lev. El hombre percibio su mirada en la negrura y pregunto:
—?Que tal la mochila?
—Esta bien —respondio en un murmullo apenas audible.
No debian hablar, no debian producir el menor ruido, penso Luz, todavia no, no hasta que salieran del asentamiento, hasta que superaran la ultima aldea y la ultima granja y cruzaran el Rio Molino: un camino largo. Debian moverse deprisa, en silencio y sin detenerse. ?Oh, Dios, Senor, por favor, que no nos detengan!
—La mia esta fabricada con lingotes de hierro o con pecados no perdonados —susurro Sasha y siguieron adelante en silencio, una docena de sombras en la penumbra del mundo.
Aun era de noche cuando llegaron al Rio Molino, pocos kilometros al sur del punto donde se unia con el Songe. La canoa los esperaba y Andre y Grapa estaban junto a ella. Hari cruzo a remo a los seis primeros y a continuacion a los otros seis. Luz iba en el segundo grupo. Al aproximarse a la orilla oriental, la solida negrura del mundo nocturno se tornaba insustancial, un velo de luz difuminaba el entorno, la bruma se espesaba sobre el agua. Temblorosa, Luz piso la orilla lejana. A solas en la canoa, que Andre y los otros habian vuelto a desatracar, Hari los despidio discretamente:
—?Buena suerte, buena suerte! ?Que la paz les acompane!
La canoa se perdio en la bruma como un fantasma y los doce se quedaron en la arena espectral y difusa.
—Por aqui arriba —surgio la voz de Andre de la niebla y la palidez—. Nos estan esperando para desayunar.
Formaban el ultimo y mas reducido de los tres grupos que partieron, uno por noche. Los otros esperaban mas lejos, entre las escarpadas colinas del este del Molino, territorio que solo hollaban los tramperos. En fila india, detras de Andre y Grapa, abandonaron la orilla del rio y partieron a tierras ignotas.
Llevaba horas y horas, paso tras paso, pensando que en cuanto hiciera un alto se dejaria caer sobre la tierra, el barro o la arena, se hundiria y no volveria a moverse hasta la manana. Pero cuando hicieron un alto vio que Martin y Andre discutian en la primera fila y siguio adelante, paso tras paso, hasta alcanzarlos; ni siquiera entonces se hundio, sino que siguio de pie para oir lo que decian.
—Martin opina que la brujula no funciona correctamente —dijo Andre.
Con expresion vacilante, le ofrecio el instrumento a Luz, como si de un vistazo ella fuera capaz de evaluar su precision. Lo que Luz vio fue su delicadeza, la caja de madera lustrada, la anilla de oro, el cristal, la aguja fragil y brunida que titubeaba entre los puntos delicadamente grabados: Es algo maravilloso, milagroso, improbable, penso. Martin miraba la brujula desaprobadoramente y dijo:
—Estoy seguro que se desvia al este. En aquellas colinas debe haber masas de mineral de hierro que la desvian. —Inclino la cabeza hacia el este.
Hacia un dia y medio que avanzaban por un territorio extrano y cubierto de maleza que no ofrecia arboles anillados ni arboles del algodon, sino una broza rala y enmaranada que no superaba los dos metros de altura; no era bosque ni terreno abierto y casi nunca se divisaba una extensa panoramica. Pero sabian que hacia el este, a su izquierda, continuaba la hilera de elevadas colinas que por primera vez habian visto seis dias atras. Cada vez que coronaban una elevacion de las tierras cubiertas de maleza veian el perfil rocoso y de color rojo oscuro de las cumbres.
—Bueno, ?es muy importante? —pregunto Luz y oyo por primera vez su voz desde hacia muchas horas.
Andre se mordio el labro inferior. Parecia agotado y sus ojos estaban casi cerrados y exanimes.
—Para seguir adelante, no. Siempre y cuando veamos el sol o, por la noche, las estrellas. Pero para trazar el mapa…
—Podriamos girar de nuevo al este y atravesar esas colinas. No se han vuelto mas bajas —opino Martin.
Como era mas joven que Andre, a Martin no se lo veia tan cansado. Era uno de los pilares del grupo. Luz se sentia comoda con el; se parecia a un hombre de la Ciudad, corpulento, moreno, musculoso, bastante laconico y sombrio; hasta su nombre era corriente en la Ciudad. Pese a la reconfortante fortaleza de Martin, fue a Andre a quien Luz dirigio la pregunta:
—?Todavia no podemos senalar el camino?
Poco dispuestos a dejar huellas que pudieran seguirse, habian intentado trazar el mapa de su recorrido. Un par de anos despues, unos pocos mensajeros podrian llevar el mapa al Arrabal a fin de guiar al segundo grupo hasta la nueva colonia. Ese era el unico motivo explicito para su confeccion. Andre, el cartografo del viaje al norte, estaba a cargo del trazado y esa responsabilidad le pesaba como una lapida ya que el proposito implicito del mapa siempre ocupaba sus mentes. Era su unico vinculo con el Arrabal, con la humanidad, con su pasado; la unica certeza de no estarse perdiendo en la inmensidad, sin proposito, sin objetivo y, puesto que no podian jalonar el camino, sin esperanza de retorno.
En ciertos momentos Luz se aferraba a la idea del mapa y en otros se impacientaba. Martin estaba muy interesado, pero su maxima preocupacion consistia en cubrir las huellas. Italia comento que Martin se inquietaba cada vez que alguien pisaba una rama y la rompia. En los diez dias de travesia habian dejado tan pocas huellas de su paso como las que pueden dejar sesenta y siete personas.
Martin meneaba la cabeza ante la pregunta de Luz.
—La eleccion de nuestra direccion ha estado clara desde el principio: el camino mas facil.
Andre sonrio. Fue una sonrisa agrietada y seca, como una grieta en la corteza de un arbol, que entrecerro sus ojos hasta convertirlos en dos grietas aun mas pequenas. Esa era la razon por la que a Luz le gustaba estar con Andre, sacaba fuerzas de el, esa sonrisa paciente y graciosa, como si un arbol sonriera.
—?Martin, evaluemos las opciones! —exclamo Andre.
Luz vio lo que el hombre imaginaba: un destacamento de hombres de la Ciudad, los matones de Macmilan con armas, latigos, botas y demas pertrechos, de pie en los acantilados del Songe, mirando hacia el norte, hacia el este y hacia el sur, contemplando la enorme inmensidad gris, tenida con anillo de oxido, ascendente y descendente, oscurecida por la lluvia, interminable y sin pistas ni voces, e intentando adivinar cual de los cien rumbos posibles habian escogido los fugitivos.
—De acuerdo, crucemos las colinas —dijo Luz.