– Mientras tanto, propongo que juguemos una partida de bridge -dijo el gordo-. Dara tiempo al senor Hannay para reflexionar, y nos distraeremos un rato. ?Quiere usted jugar, senor?
Acepte como si se tratara de una invitacion normal en el club. Todo aquel asunto me habia hipnotizado. Fuimos al salon de fumar, donde habia una mesa de juego, y me invitaron a fumar y beber. Ocupe mi lugar en la mesa como en un sueno. La ventana estaba abierta y la luna iluminaba los acantilados y el mar con una luz amarilla. La cabeza me daba vueltas. Los tres habian recobrado la compostura y charlaban con naturalidad de los temas que se oyen en cualquier club de golf. Yo debia destacar como un bicho raro, sentado entre ellos con el ceno fruncido y la mirada ausente.
Mi pareja era el joven moreno. Soy un jugador de bridge bastante aceptable, pero creo que aquella noche no hice un buen papel. Vieron que habian logrado desconcertarme, y eso les confirio aun mas seguridad en si mismos. Yo segui observando sus rostros, pero no me revelaron nada. No es que tuviesen un aspecto distinto; eran distintos. Me aferre desesperadamente a las palabras de Peter Pienaar.
De repente algo me desperto.
El anciano bajo la mano para encender un cigarro. No lo cogio en seguida, sino que se retrepo un momento en la silla, tamborileando con los dedos sobre las rodillas.
Recorde que habia hecho este movimiento cuando me hallaba ante el en la granja de los paramos, encanonado por las pistolas de sus criados.
Fue un pequeno detalle, que solo duro un segundo, y habia un millar de probabilidades contra una de que en aquel momento yo estuviera mirando mis cartas y no lo viese. Pero lo vi, y, en un instante, el aire parecio aclararse. Las sombras de mi cerebro se desvanecieron y observe a los tres hombres de un modo muy distinto.
El reloj de la repisa de la chimenea dio las diez.
Las tres caras parecieron cambiar ante mis ojos y revelar sus secretos. El joven era el asesino. Ahora vi crueldad donde antes solo habia visto buen humor. Estaba seguro de que su cuchillo era el que habia atravesado el corazon de Scudder. Otro de su misma calana habia atravesado a Karolides con una bala.
Las facciones del hombre gordo parecieron borrarse y formarse de nuevo mientras yo las contemplaba. No tenia una cara, solo un centenar de mascaras que podia ponerse cuando queria. Este individuo debia ser un excelente actor. Quiza hubiera sido lord Alloa la noche anterior; quiza no, no importaba. Me pregunte si habria sido el que encontro a Scudder y le dejo la tarjeta en el buzon. Scudder me dijo que ceceaba, y me imagine como podia llegar a aterrorizar la adopcion del ceceo.
Pero el anciano era la flor y nata del grupo. Era totalmente cerebral, frio, calculador, tan cruel como un martillo a vapor. Ahora que mis ojos se habian abierto me pregunte donde habia visto la benevolencia. Su mandibula parecia de acero, y sus ojos tenian la inhumana luminosidad de los de un pajaro. Segui jugando, y el odio fue creciendo en mi interior.
Me asfixiaba, y no pude contestar cuando mi pareja me hablo. No resistiria su compania mucho rato mas.
– ?Caramba! ?Bob! Mira que hora es -dijo el anciano-. Seria mejor que te apresurases si no quieres perder el tren. Bob tiene que ir esta noche a la ciudad -anadio, volviendose hacia mi. Ahora si que note la falsedad de su voz.
Mire el reloj, y vi que eran casi las diez y media.
– Me temo que debera retrasar su viaje -dije.
– Oh, maldita sea -exclamo el joven-, pensaba que habia olvidado esas tonterias. No tengo mas remedio que irme. Le dare mi direccion y todas las seguridades que quiera.
– No -replique-, tiene que quedarse.
Creo que entonces se dieron cuenta de que su situacion era desesperada. Su unica oportunidad habia sido convencerme de que estaba haciendo el ridiculo, y en eso habian fallado. Pero el anciano hablo de nuevo.
– Yo respondo de mi sobrino. Eso deberia bastarle, senor Hannay -?fueron imaginaciones mias, o percibi realmente un cambio en la suavidad de aquella voz?
Debio ser asi, porque cuando le mire parpadeo de aquel modo tan similar al de un halcon que el miedo habia grabado en mi memoria.
Toque mi silbato.
En un instante las luces se apagaron. Un par de fuertes brazos me agarraron por la cintura, tapando los bolsillos en los que un hombre podia llevar una pistola.
– Schnell, Franz -exclamo una voz-, das Boot, das Boot! -al mismo tiempo, vi aparecer a dos de mis hombres en el jardin iluminado por la luna.
El joven moreno se lanzo hacia la ventana, y salto a traves de ella y por encima de la valla antes de que nadie pudiera alcanzarle. Yo agarre al viejo, y la habitacion parecio llenarse de figuras. Vi al gordo cogido por el cuello, pero mis ojos estaban pendientes de lo que ocurria en el exterior, donde Franz corria por la carretera hacia la reja que daba paso a las escaleras de la playa. Un hombre le seguia, pero no pudo alcanzarle. La verja de las escaleras se cerro hermeticamente tras el fugitivo, y yo me quede mirando, con las manos en torno al cuello del viejo, durante el rato que un hombre invertiria en bajar esos escalones hasta el mar.
De repente mi prisionero se desasio y se lanzo contra la pared. Oi un chasquido como si hubiera accionado una palanca. Despues se produjo un ruido sordo, procedente de las entranas de la tierra, y a traves de la ventana vi una nube de polvo en el lugar donde estaban las escaleras.
Alguien encendio la luz.
El anciano me estaba mirando con ojos centelleantes.
– Esta a salvo -exclamo-. No le alcanzaran a tiempo… Se ha ido… Ha triunfado… Der ’schwarze Stein’ist in der Siegeskrone.
Esos ojos reflejaban algo mas que triunfo. Habian parpadeado como los de un ave de presa, y ahora centelleaban con el orgullo de un halcon. La llama del fanatismo ardia en ellos, y por primera vez comprendi con quien me habia enfrentado. Aquel hombre era mas que un espia; a su modo habia sido un patriota.
Mientras las esposas se cerraban en torno a sus munecas, le dije mis ultimas palabras:
– Espero que Franz soporte bien su triunfo. Debo decirle que el Ariadne esta en nuestras manos desde hace una hora.
Tres semanas despues, como todo el mundo sabe, entramos en guerra. Yo me incorpore al Nuevo Ejercito la primera semana, y debido a mi experiencia en Matabele obtuve inmediatamente el grado de capitan. Sin embargo, creo que preste mi mejor servicio antes de ponerme el uniforme.
John Buchan
[1] La muerte es la puerta de la vida.