seria inutil. ?Quien me creeria? Tenia que presentar una prueba, alguna evidencia, y solo Dios sabia cual podia ser. Por encima de todo, debia protegerme a mi mismo, a fin de poder actuar cuando la situacion madurase, y no seria nada facil con la policia de las Islas Britanicas tras de mi y los componentes de la «Piedra Negra» pisandome los talones.

No me habia trazado ningun plan de viaje, pero segui hacia el este guiandome por el sol, pues recorde que el mapa indicaba una region de minas de carbon y ciudades industriales al norte de donde me encontraba. Deje atras los paramos y atravese un extenso prado a la vera de un rio. Bordee el muro de un parque a lo largo de muchos kilometros, y a traves de un claro de bosque divise un gran castillo. Pase por antiguos pueblecitos de casas con techumbre de paja, y sobre apacibles riachuelos, y cruce jardines llenos de espinos y laburnos amarillos. El paisaje era tan hermoso que me resultaba dificil creer en la existencia de alguien que quisiera matarme; y, ?ay!, que al cabo de un mes, a no ser que la suerte me acompanara, estas redondas caras de campesinos estarian inmoviles y lividas, y los hombres yacerian muertos en los campos ingleses.

Alrededor del mediodia entre en un pueblecito, y se me ocurrio detenerme a comer. En la calle principal estaba la oficina de correos, y en los escalones se hallaban la administradora y un policia enfrascados en la lectura de un telegrama. Cuando me vieron se despabilaron, y el policia avanzo con una mano en alto y me grito que me detuviera.

Estuve a punto de obedecer. Despues se me ocurrio que el telegrama podia tener algo que ver conmigo; que mis amigos de la posada habian llegado a un acuerdo y se habian unido para encontrarme, para lo cual, habian telegrafiado una descripcion de mi y del coche a treinta pueblos por los que podia pasar. Solte los frenos justo a tiempo. El policia se lanzo sobre el automovil y no se solto hasta que le di un punetazo en un ojo.

Comprendi que las carreteras no eran lugar para mi, y segui adelante por los caminos vecinales. No resultaba facil sin un mapa, pues corria el riesgo de meterme en el camino de una granja y desembocar en un estanque de patos o un establo, y no podia permitirme el lujo de sufrir un retraso. Empece a darme cuenta de lo tonto que habia sido al robar el coche. El gran automovil verde constituiria una pista imborrable de mi paso a todo lo ancho de Escocia. Si lo abandonaba y continuaba a pie, no tardarian mas de una hora o dos horas en descubrirlo y yo no podria disfrutar de ventaja en la carrera.

Lo primero que debia hacer era llegar al mas solitario de los caminos. No me costo encontrarlo cuando me tope con un afluente del rio mayor, y llegue a un valle con empinadas colinas a todo mi alrededor y a un tortuoso camino que cruzaba un desfiladero al final. Aqui no vi a nadie, pero me estaba llevando demasiado hacia el norte, de modo que gire hacia el este por un sendero muy malo y finalmente halle una linea ferrea de doble via. Desde alli vi otro ancho valle, y pense que si lo cruzaba quiza encontraria una remota posada donde pasar la noche. Empezaba a caer la tarde y yo estaba hambriento, pues desde el desayuno no habia comido nada aparte de un par de bollos que habia comprado por el camino.

En aquel momento oi un ruido en el cielo, y he aqui que veo aquel infernal avion, volando bajo y acercandose rapidamente a mi, unos quince kilometros al sur.

Tuve el sentido comun de recordar que en un paramo desnudo estaba a merced del aeroplano, y que mi unica posibilidad era llegar al frondoso refugio del valle. Baje la colina con la velocidad de un rayo, girando la cabeza, siempre que me atrevia, para observar a aquella maldita maquina voladora. No tarde en alcanzar un camino que discurria entre setos y descendia hacia el profundo valle de un arroyo. Despues habia un pequeno bosque, donde aminore la velocidad.

De repente oi el rugido de otro coche a mi izquierda, y vi con horror que estaba llegando a la altura de dos pilares a traves de los cuales un sendero particular desembocaba en el camino. Mi bocina exhalo un sonido agonizante, pero era demasiado tarde. Pise el pedal del freno, pero mi impetu resultaba demasiado grande, y un coche se cruzo en mi camino. El desastre se habia producido sin remedio.

Hice lo unico que podia hacer, y me lance contra el seto de la derecha, confiando en hallar algo blando al otro lado.

Pero me equivoque. Mi coche se deslizo a traves del seto igual que mantequilla, y despues cabeceo hacia adelante. Vi lo que iba a pasar, salte del asiento, y hubiera seguido saltando de no ser por la rama de un espino que me golpeo en el pecho, me levanto y me sostuvo, mientras una o dos toneladas de costoso metal resbalaban por debajo de mi, dando tumbos, y caian unos quince metros hasta el cauce de un riachuelo.

La rama cedio lentamente bajo mi peso. Primero cai encima del seto, y despues sobre un emparrado de ortigas. Me estaba levantando cuando una mano me cogio del brazo, y una voz asustada pregunto si estaba herido.

Alce la mirada y vi a un hombre joven con gafas y un gaban de cuero, que no cesaba de dar gracias a Dios y pedir disculpas. Por mi parte, en cuanto hube recobrado el aliento, no pude menos que alegrarme. Este era un modo ideal para librarme del coche.

– Ha sido culpa mia, senor -conteste-. Es una suerte que no haya anadido un homicidio a mis locuras. Este es el fin de mi viaje en coche por Escocia, pero habria podido ser el fin de mi vida.

Extrajo un reloj y lo miro.

– Es usted una buena persona -dijo-. Dispongo de un cuarto de hora, y mi casa esta a dos minutos de aqui. Le dare ropa, comida y una cama.

Por cierto, ?donde tiene la maleta? ?En el rio, junto al coche?

– Lo llevo todo en el bolsillo -dije, sacando un cepillo de dientes-. Vengo de las colonias y viajo con poco equipaje.

– ?De las colonias? -exclamo-. Por Dios, usted es el hombre que necesito. ?Es, por una bendita casualidad, un librecambista?

– Lo soy -repuse, sin tener ni la mas remota idea de lo que queria decir.

Me dio una palmada en la espalda y me hizo subir rapidamente a su coche. Tres minutos despues nos detuvimos ante un pabellon de caza enclavado entre pinos, y me condujo al interior. Primero me llevo a un dormitorio y me saco media docena de sus trajes, pues el mio habia quedado reducido a jirones. Escogi uno de sarga azul, totalmente distinto de mi atuendo anterior, y una camisa blanca. Despues me arrastro al comedor en cuya mesa estaban los restos de una comida, y me anuncio que tenia cinco minutos para alimentarme.

– Puede llevarse un bocadillo, y cenaremos a la vuelta. Tengo que estar en la logia masonica a las ocho si no quiero que mi agente me de un rapapolvo.

Tome una taza de cafe y un poco de jamon, mientras el charlaba junto a la chimenea.

– Me encuentra usted en un gran apuro, senor…; por cierto, no me ha dicho su nombre. ?Twisdon? ?Pariente del viejo Tommy Twisdon del Sexagesimo? ?No? Bueno, debe saber que soy candidato liberal por esta parte del mundo, y esta noche tengo un mitin en Brattlenurn; es la ciudad mas grande, y una infernal fortaleza conservadora. Habia logrado que el ex ministro de las colonias, Crumpleton, viniera a hablar esta noche, y lo anuncie a los cuatro vientos. Esta tarde he recibido un telegrama de ese rufian diciendo que habia contraido la gripe en Blackpool, y me he quedado solo frente al peligro. Pensaba hablar diez minutos y ahora tendre que hacerlo cuarenta, aunque llevo tres horas estrujandome el cerebro y no se me ocurre nada que decir. Sea bueno y ayudeme. Es librecambista y puede explicar a nuestra gente lo que significa el proteccionismo en las colonias. Todos ustedes tienen el don de la palabra… ojala yo lo tuviera. Le estare eternamente agradecido.

Yo apenas sabia nada del comercio libre, pero no vi ninguna otra oportunidad para conseguir lo que queria. Mi joven caballero estaba demasiado absorto en sus propias dificultades para pensar en lo extrano que era pedirle a un desconocido que habia estado al borde de la muerte y perdido un coche de mil guineas que participara en un mitin a los poco momentos. Sin embargo, mis necesidades no me permitian extranarme de nada ni escoger a mis aliados.

– De acuerdo -dije-. No soy un gran conferenciante, pero les hablare un poco de Australia.

Al oir mis palabras, la inquietud se borro de su rostro y me dio calurosamente las gracias. Me presto un amplio gaban -ni siquiera se le ocurrio preguntarme por que habia iniciado un viaje en coche sin llevar uno- y, mientras nos deslizabamos por los polvorientos caminos, desgrano en mis oidos los simples hechos de su historia. Era huerfano, y su tio le habia criado; he olvidado el nombre de su tio, pero estaba en el consejo de ministros y sus discursos aparecian en los periodicos. Habia dado la vuelta al mundo despues de dejar Cambridge, y despues, al encontrarse en la necesidad de hacer algo, su tio le habia recomendado la politica. Deduje que no tenia preferencias por ningun partido. «Hay buenas personas en los dos -dijo alegremente-, y tambien muchos oportunistas. Yo soy liberal porque mi familia siempre lo ha sido.» Pero si era tibio politicamente, tenia firmes

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