posterior y le tenia agarrado por un hombro.

– Hola, Jopley -dije-. ?Bien venido, muchacho! -Sufrio un susto espantoso. Su rostro se torno livido al mirarme.

– ?Quien diablos es usted? -balbuceo.

– Me llamo Hannay -dije-. De Rodesia, ?no te acuerdas?

– ?Santo Dios, el asesino! -exclamo.

– Asi es. Y habra un segundo asesinato, querido, si no haces lo que voy a decirte. Dame tu abrigo. La gorra tambien.

Me obedecio sin vacilar, pues estaba aterrorizado. Oculte mis sucios pantalones y la vulgar camisa bajo su elegante abrigo, que abotone hasta arriba para esconder las deficiencias de mi cuello. Me puse la gorra, y anadi sus guantes a mi atavio. El polvoriento picapedrero se habia transformado instantaneamente en uno de los mas pulcros automovilistas de Escocia. Coloque la indescriptible gorra de Turnbull sobre la cabeza del senor Jopley, y le prohibi que se la quitara.

Despues, con algunas dificultades, hice girar el coche. Mi plan era regresar por donde habia venido, pues los vigilantes, al haberlo visto antes, probablemente lo dejarian pasar sin sospechar nada, y Marmie no se parecia nada a mi.

– Ahora, hijo mio -dije-, quedate aqui sentado y se buen chico. No quiero hacerte dano. Solo te tomare el coche prestado una o dos horas. Pero si me juegas una mala pasada, y sobre todo si abres la boca, te retuerzo el pescuezo. Savez?

Disfrute de aquel paseo vespertino. Recorrimos mas de diez kilometros a lo largo del valle, atravesamos uno o dos pueblos y pude ver a varios tipos de aspecto muy extrano paseando por el borde del camino. Estos eran los vigilantes que habrian tenido mucho que decir si me hubieran visto con otro atuendo u otra compania. Por el contrario, nos miraron con indiferencia. Uno de ellos se toco la gorra a modo de saludo, y yo respondi amablemente.

Al atardecer enfile un valle lateral que, como recordaba por el mapa, conducia a un rincon poco frecuentado de las colinas. Las casitas de los pueblos pronto quedaron atras.

Al fin llegamos a un solitario paramo donde la noche oscurecia los destellos del ocaso en los charcos pantanosos. Aqui fue donde me detuve.

Hice girar cortesmente el coche y devolvi sus pertenencias al senor Jopley.

– Mil gracias -dije-. Eres mas util de lo que creia. Ahora largate y ve en busca de la policia.

Sentado en la ladera de la colina, viendo como se alejaban las luces traseras del coche, pense en las diversas clases de delitos que habia cometido. En contra de la opinion general, no era un asesino, pero me habia convertido en un tremendo mentiroso, un desvergonzado impostor y un salteador de caminos con una marcada preferencia por los coches caros.

6. La aventura del arqueologo calvo

Pase la noche sobre una plataforma de la ladera de la colina, al abrigo de una roca donde abundaban los brezos. Pase mucho frio, pues me habia quedado sin americana ni chaleco. Ambas prendas estaban en posesion del senor Turnbull, al igual que la agenda de Scudder, mi reloj y -lo peor de todo- mi pipa y mi petaca. Solo conservaba el dinero en el cinturon, y media libra de galletas de jengibre en los bolsillos de los pantalones.

Tome la mitad de estas galletas para cenar, e introduciendome como un gusano entre los brezos obtuve algo de calor. Mi estado de animo habia mejorado, y empezaba a disfrutar de este loco juego del escondite. Hasta ahora habia tenido una suerte milagrosa. El lechero, el posadero literato, sir Harry, el picapedrero y el estupido Marmie, todos habian sido muestras de mi buena fortuna. De alguna manera, el primer exito me produjo la sensacion de que saldria del apuro. Mi mayor infortunio era el hambre. Cuando un judio se dispara un tiro en la City y hay una encuesta judicial, los periodicos suelen informar de que el difunto estaba «bien alimentado». Recuerdo que pense que no me calificarian como bien alimentado si me rompia el cuello en un agujero pantanoso. Empece a torturarme a mi mismo -pues las galletas de jengibre unicamente habian puesto de relieve el doloroso vacio- con el recuerdo de toda la buena comida a la que apenas habia prestado atencion en Londres. Pense en las crujientes salchichas de Paddock y las olorosas virutas de tocino ahumado, y los apetitosos huevos revueltos… ?con cuanta frecuencia los habia desdenado! Pense en las chuletas que hacian en el club, y en un jamon muy especial que siempre habia en la mesa de entremeses, por el cual habria vendido mi alma al diablo. Pense en todas las variedades de comestibles existentes, y finalmente me concentre en un gran bistec y una cerveza amarga con un poco de conejo a continuacion. Pensando desesperadamente en estas exquisiteces me quede dormido.

Me desperte a causa del frio alrededor de una hora despues del alba. Tarde unos momentos en recordar donde estaba, pues el dia anterior me encontraba muy cansado y habia dormido profundamente. Vi una franja de cielo azul a traves de los brezos, un gran saliente de la colina y mis propias botas junto a un arbusto. Me incorpore sobre los brazos y mire hacia el valle, y esa mirada me hizo ponerme las botas a toda prisa.

Habia hombres debajo, a no mas de quinientos metros, diseminados por la ladera como un abanico, batiendo los brezos. Marmie se habia dado prisa en vengarse.

Me arrastre fuera del saliente hasta el abrigo de una roca, y desde alli alcance una zanja poco profunda que subia por la montana. Ella me condujo a una angosta hondonada, por la cual llegue a la cima del monte. Desde alli mire hacia atras, y vi que aun no me habian descubierto. Mis perseguidores examinaban pacientemente la ladera y continuaban subiendo.

Manteniendome detras de la linea del horizonte, corri aproximadamente un kilometro, hasta quedar encima del extremo superior del valle. Entonces me deje ver, y fui instantaneamente observado por uno de los perseguidores, que comunico la noticia a los demas. Oi gritos procedentes de abajo, y vi que la linea de busqueda habia cambiado de direccion. Simule huir mas alla de la linea del horizonte, pero en lugar de eso retrocedi sobre mis pasos, y a los veinte minutos estaba detras del cerro que dominaba el saliente donde habia dormido. Desde ese punto tuve la satisfaccion de ver que la persecucion proseguia colina arriba, tras una pista falsa.

Tenia ante mi varias rutas que elegir, y me decidi por el cerro que formaba angulo con aquel en el que yo estaba, de modo que pronto habria colocado un profundo valle entre mis enemigos y yo. El ejercicio me habia calentado los musculos, y empezaba a divertirme mucho. Sin detenerme, desayune con los polvorientos restos de las galletas de jengibre.

Apenas conocia la region, y no tenia ni idea de lo que iba a hacer. Confiaba en la fuerza de mis piernas, pero era consciente de que mis perseguidores estaban familiarizados con el terreno, y sabia que mi ignorancia constituiria un gran inconveniente. Frente a mi habia una cadena de colinas que se elevaban a gran altura hacia el sur, pero que en el norte se descomponian en anchos cerros que separaban valles poco profundos. El cerro que yo habia escogido parecia descender al cabo de uno o dos kilometros hacia un paramo que yacia como un receptaculo en las tierras altas. Esa era una ruta tan buena como cualquiera.

Mi estratagema me habia proporcionado una cierta ventaja -alrededor de veinte minutos- y tenia la anchura de una hoya a mi espalda antes de ver la cabeza de los primeros perseguidores. Era evidente que la policia habia solicitado la ayuda de expertos locales, y los hombres que vi tenian el aspecto de pastores o guardabosques. Prorrumpieron en gritos al avistarme, y yo agite una mano al aire. Dos bajaron a la hoya y empezaron a trepar mi cerro, mientras que los otros continuaban por su lado de la colina. Me senti como si estuviera tomando parte en un juego infantil de policias y ladrones.

Pero muy pronto dejo de parecerme un juego. Los hombres que iban tras de mi conocian muy bien los paramos donde habian nacido. Mire hacia atras y vi que solo tres me seguian en linea recta; supuse que los demas estaban dando un rodeo para cortarme el paso. Mi falta de conocimientos locales podia significar mi perdida, de modo que decidi salir de ese laberinto de hoyas y dirigirme al trozo de paramo que habia visto desde las cumbres. En este caso debia incrementar la distancia para librarme de ellos, y crei que podria hacerlo si encontraba el terreno adecuado. Si hubiera habido arboles, o una vegetacion mas abundante habria intentado escabullirme, pero en esas laderas desnudas veias una mosca a un kilometro. Tenia que cifrar mis esperanzas en la longitud de mis piernas y mi resistencia fisica, pero para eso necesitaba un terreno mas facil, pues nunca habia sido un buen montanero. ?Cuanto me habria gustado tener un buen poney sudafricano!

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