Eche a correr cerro abajo y llegue al paramo antes de que apareciera ninguna figura en la linea del horizonte situada a mi espalda. Cruce el cauce seco de un arroyo y sali a un camino que discurria entre dos hoyas. Frente a mi habia un gran campo de brezos que ascendia hasta una cima coronada por un extrano penacho de arboles. En el muro de piedra que bordeaba el camino habia una verja, desde la que arrancaba una vereda cubierta de hierba.

Salte el muro y la segui, y tras unos centenares de metros -en cuanto dejo de verse desde el camino- la hierba desaparecio y se convirtio en un camino muy respetable, que evidentemente alguien cuidaba con frecuencia. Estaba claro que conducia a una casa, y empece a pensar en la conveniencia de llegar a ella. Hasta el momento habia tenido suerte, y era posible que mi mejor oportunidad se encontrara en esta remota morada. En todo caso, alli habia arboles, y eso significaba estar a cubierto.

No segui el camino, sino el cauce de un arroyo que lo flanqueaba por la derecha, donde los helechos eran abundantes y los altos margenes formaban una considerable barrera. Hice bien, pues al mirar hacia atras en cuanto hube alcanzado la hondonada, vi que mis perseguidores llegaban a la cumbre del cerro por donde yo habia descendido.

A partir de entonces no mire hacia atras; no tuve tiempo. Eche a correr cauce arriba, arrastrandome en los lugares descubiertos y vadeando el arroyo casi constantemente. Encontre una casita abandonada con una hilera de montones de turba y un jardin lleno de maleza. Despues me encontre en un campo lleno de heno y no tarde en llegar al limite de una plantacion de pinos agitados por el viento. Desde alli vi humear las chimeneas de una casa varios centenares de metros a la izquierda. Abandone el cauce del arroyo, salte otro muro de piedra, y casi antes de darme cuenta estaba en medio de una gran extension de cesped. Una mirada hacia atras me revelo que me hallaba fuera de la vista de mis perseguidores, que aun no habian rebasado la primera elevacion del paramo.

El cesped era muy desigual, cortado con guadana en vez de segadora, y con parterres de rododendros alrededor. Una bandada de mirlos, que no suelen ser pajaros de jardin, alzo el vuelo cuando me acerque. La casa que se levantaba ante mi era la granja habitual de los paramos, con un ala encalada mas pretenciosa anadida a un lado. En este ala habia una galeria de cristal, y a traves del cristal vi el rostro de un anciano caballero que me observaba mansamente.

Atravese el borde de la grava y entre por la puerta abierta de la galeria. La estancia era muy agradable, con cristal en un lado y multitud de libros en el otro. Se veian mas libros en una habitacion interior. En el suelo, en vez de mesas, habia cajas como las que se ven en los museos, llenas de monedas y extranos utensilios de piedra.

En medio habia un escritorio con un hueco central, y sentado ante el, con algunos papeles y volumenes abiertos frente a si, estaba el benevolente anciano. Su cara era redonda y brillante, como la del senor Pickwick, con unas grandes gafas en el extremo de la nariz, y tenia una cabeza tan reluciente y lisa como una botella de cristal. No se movio al entrar yo, pero enarco sus cejas y espero a que hablase.

No era una tarea sencilla, disponiendo de cinco minutos escasos, identificarme ante un desconocido, decirle lo que queria y obtener su ayuda. Ni siquiera lo intente. Los ojos de aquel hombre tenian algo, una mirada tan penetrante e inteligente, que no pude articular una sola palabra. Simplemente le mire y tartamudee.

– Parece tener prisa, amigo mio -dijo con lentitud.

Senale con la cabeza hacia la ventana. Desde alli se dominaba el paramo a traves de un hueco entre los pinos, y en aquel momento aparecieron varias figuras a un kilometro de distancia.

– Ah, comprendo -dijo, y cogio un par de prismaticos a traves de los cuales escruto pacientemente a las figuras-. Un fugitivo de la justicia, ?eh? Bueno, hablaremos del asunto con calma. Mientras tanto, no me gusta que unos torpes policias rurales violen mi intimidad. Entre en mi estudio: alli vera dos puertas en la pared del fondo. Abra la de la izquierda y cierrela a sus espaldas. Alli estara a salvo.

Y aquel hombre extraordinario volvio a coger la pluma. Hice lo que me habia ordenado, y me encontre en un pequeno cuarto oscuro que olia a productos quimicos y solo estaba iluminado por una minuscula claraboya. La puerta se habia cerrado tras de mi con un chasquido, como la puerta de una caja fuerte. Una vez mas habia encontrado un refugio inesperado.

Sin embargo, no me sentia tranquilo. El anciano caballero tenia algo que me desconcertaba y aterrorizaba. Habia sido demasiado complaciente, como si me hubiera estado esperando, y sus ojos habian reflejado una tremenda inteligencia.

Ningun sonido llegaba a mis oidos en aquel lugar oscuro. Tal vez la policia estuviese registrando la casa, y entonces querrian saber que habia detras de esta puerta. Intente armarme de paciencia y olvidar el hambre que tenia.

Despues considere la situacion con mas optimismo. El anciano no podia negarme una comida, y me concentre en sonar en mi desayuno. Tomaria unos huevos con tocino, aunque querria la mejor parte de una pieza de tocino y medio centenar de huevos. Y entonces, mientras se me hacia la boca agua con estos pensamientos, oi un chasquido y la puerta se abrio.

Sali y encontre al dueno de la casa sentado en una butaca de la habitacion que habia llamado estudio, mirandome con curiosidad.

– ?Se han ido? -pregunte.

– Se han ido. Les he convencido de que habia cruzado la colina. No quiero que la policia se interponga entre una persona a la que estoy encantado de recibir y yo. Esta es una manana de suerte para usted, senor Richard Hannay.

Mientras hablaba sus parpados parecieron temblar y cerrarse ligeramente sobre sus penetrantes ojos grises. De pronto recorde la frase de Scudder para describirme al hombre a quien mas temia en el mundo. Habia dicho que «parpadeaba como un halcon». Entonces comprendi que me habia metido en el cuartel general del enemigo.

Mi primer impulso fue estrangular al anciano rufian y echar a correr. El parecio anticiparse a mis intenciones, pues sonrio amablemente y me indico la puerta situada a mis espaldas con un movimiento de la cabeza.

Di media vuelta y vi a dos criados que me tenian encanonado con sendas pistolas.

El anciano sabia mi nombre, pero nunca me habia visto. En cuanto esta reflexion cruzo por mi mente, entrevi una pequena posibilidad.

– No se que se propone -dije con rudeza-. Ademas, ?a quien llama Richard Hannay? Yo me llamo Ainslie.

– ?De verdad? -inquirio el, sin dejar de sonreir-. Naturalmente debe tener varios nombres. No discutiremos por algo tan trivial.

Yo habia logrado recobrar mis cinco sentidos, y pense que mi atuendo, sin americana, chaleco, ni cuello, no me traicionaria. Adopte mi expresion mas hosca y me encogi de hombros.

– Supongo que acabara entregandome, y eso es lo que yo llamo un juego sucio. ?Dios mio, ojala nunca hubiera visto ese maldito coche! Tenga el dinero y que le aproveche -dije, tirando cuatro soberanos encima de la mesa.

El abrio un poco los ojos.

– Oh, no, no le entregare. Mis amigos y yo nos ocuparemos de usted, eso es todo. Sabe demasiado, senor Hannay. Es un buen actor, pero no lo suficiente.

Hablo con seguridad, pero vi que la sombra de una duda se habia abierto paso en su mente.

– Oh, por el amor de Dios, dejese de palabrerias. No he tenido ni un poco de suerte desde que desembarque de Leith. ?Que mal hay en que un pobre diablo con el estomago vacio coja unas cuantas monedas de un coche destrozado? Es lo unico que he hecho, y por eso llevo dos dias huyendo de esos malditos policias por estas malditas colinas. Le aseguro que estoy harto. ?Haga lo que quiera, amigo! A Ned Ainslie ya no le quedan fuerzas para luchar.

Vi que la duda ganaba terreno.

– ?Sera tan amable de contarme cuales han sido sus andanzas mas recientes? -pregunto.

– No puedo, jefe -dije con la voz lastimera de un verdadero mendigo-. Hace dos dias que no pruebo bocado. Deme un poco de comida y sabra toda la verdad.

El hambre debia reflejarse en mi cara, pues hizo una sena a uno de los criados que permanecian en el umbral. Este me trajo un pedazo de tarta y un vaso de cerveza, y yo los engulli como un lobo; o mas bien, como Ned Ainslie, pues me mantuve a la altura de mi personaje. Mientras comia hablo subitamente en aleman, pero yo volvi hacia el un rostro tan inexpresivo como un muro de piedra.

Despues le conte mi historia: como habia desembarcado en Leith hacia una semana, y mi intencion de ir a

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