Mi viejo profesor siempre habia sido bailarin. No le importaba con que musica. El rock and roll, el jazz de grandes orquestas, el blues: todo le encantaba. Cerraba los ojos y, con una sonrisa beatifica empezaba a moverse siguiendo su propio sentido del ritmo. No siempre era bonito. Pero, por otra parte, no se preocupaba de bailar con una pareja. Morrie bailaba solo.

Solia ir todos los miercoles por la noche a una iglesia que esta en la plaza Harvard para asistir a lo que llamaban «Baile Gratis». Alli habia luces destellantes y altavoces estruendosos, y Morrie se mezclaba entre el publico, compuesto principalmente por estudiantes, con una camiseta blanca y pantalones de chandal negros y con una toalla al cuello, y fuera cual fuese la musica que sonaba, aquella musica bailaba el. Bailaba el lindy con musica de Jimi Hendrix. Se retorcia y giraba, agitaba los brazos como un director de orquesta que hubiera tomado anfetaminas, hasta que le caia el sudor por la espalda. Nadie sabia que era un eminente doctor en Sociologia con anos de experiencia como catedratico y que habia publicado varios libros muy respetados. Lo tomaban, simplemente, por un viejo chiflado.

Una vez llevo una cinta de tangos y consiguio que la pusieran por los altavoces. A continuacion, se hizo el amo de la pista de baile, moviendose velozmente de un lado a otro como un ardiente latin lover. Cuando termino, todos le aplaudieron. Podria haberse quedado en aquel momento para siempre.

Pero el baile termino.

Cuando tenia sesenta y tantos anos empezo a sufrir asma. Respiraba con dificultad. Un dia, iba caminando por la orilla del rio Charles y una rafaga de aire frio lo dejo sin respiracion. Lo llevaron urgentemente al hospital y le inyectaron adrenalina.

Algunos anos mas tarde empezo a costarle trabajo caminar. En la fiesta de cumpleanos de un amigo tropezo inexplicablemente. Otra noche, se cayo por las escaleras de un teatro y sobresalto a un pequeno grupo del personas.

– ?Dadle aire! -grito alguien.

Como por entonces ya habia, cumplido los setenta, los presentes susurraron «es la edad», y le ayudaron a levantarse. Pero Morrie, que siempre habia mantenido un contacto mas estrecho con el interior de su cuerpo que el que mantenemos los demas, supo que lo que iba mal era otra cosa. Aquello era mas que la vejez. Estaba cansado constantemente. Le costaba trabajo dormir. Sonaba que se moria.

Empezo a consultar a los medicos. A muchos. Le hicieron analisis de sangre. Le hicieron analisis de orina.

Le metieron una sonda por el trasero y miraron el interior de sus intestinos. Por fin, en vista de que no encontraban nada, un medico solicito una biopsia muscular, para la que tomaron un trocito del muslo de Morrie. El informe del laboratorio indicaba la existencia de un problema neurologico, y sometieron a Morrie a una nueva serie de pruebas. Para realizar una de estas pruebas se sento en una silla especial mientras le aplicaban descargas electricas (como una especie de silla electrica) y estudiaban sus reacciones neurologicas.

– Tenemos que analizar esto mas a fondo -dijeron los medicos, observando sus resultados.

– ?Por que? -pregunto Morrie-. ?De que se trata?

– No estamos seguros. Sus tiempos son lentos.

?Que sus tiempos eran lentos? ?Que significaba aquello?

Por fin, un dia caluroso y humedo de agosto de 1994, Morrie y su esposa, Charlotte, fueron a la consulta del neurologo y este les pidio que tomaran asiento antes de darles la noticia: Morrie tenia esclerosis lateral amiotrofica (ELA), la enfermedad de Lou Gehrig, una enfermedad brutal, despiadada, del sistema neurologico.

No tenia tratamiento conocido.

– ?Como la he contraido? -pregunto Morrie.

No lo sabia nadie.

– ?Es mortal?

– Si.

– Asi que ?voy a morirme?

– Si, asi es -dijo el medico-. Lo siento mucho.

Paso casi dos horas con Morrie y con Charlotte, respondiendo con paciencia a sus preguntas. Cuando ya se marchaban, el medico les dio alguna informacion sobre la ELA, unos folletos pequenos, como si estuvieran abriendo una cuenta corriente en un banco. Cuando salieron a la calle brillaba el sol y la gente se dedicaba a sus asuntos. Una mujer corria a meter monedas en el parquimetro. Otra llevaba bolsas de la compra. Por la mente de Charlotte corria un millon de pensamientos ?Cuanto tiempo nos queda? ?Como nos las vamos a arreglar? ?Como pagaremos las facturas?

Mientras tanto, mi viejo profesor estaba perplejo por la normalidad cotidiana que lo rodeaba. ?No deberia detenerse el mundo? ?Es que no saben lo que me ha pasado?

Pero el mundo no se detuvo, no le presto ninguna atencion, y cuando Morrie tiro debilmente de la portezuela del coche sentia que estaba cayendo en un hoyo,

?Y ahora, que?, penso.

Mientras mi viejo profesor buscaba respuestas, la enfermedad se iba apoderando de el, dia a dia, semana a semana. Una manana intento sacar el coche del garaje, marcha atras, y apenas fue capaz de pisar el freno. Asi dejo de conducir.

Tropezaba constantemente, de modo que se compro un baston. Asi dejo de caminar con libertad.

Seguia acudiendo al YMCA para nadar, segun su costumbre, pero descubrio que ya no era capaz de desvestirse solo. Asi que contrato a su primer asistente de ayuda a domicilio (un estudiante de Teologia llamado Tony), que le ayudaba a entrar y a salir de la piscina, y a ponerse y quitarse el banador. En el vestuario, los demas nadadores fingian que no lo miraban. Pero lo miraban, de todos modos. Asi dejo de tener intimidad.

En el otono de 1994, Morrie acudio al campus de la Universidad de Brandeis, lleno de cuestas, para impartir su ultima asignatura universitaria. Podria haberselo ahorrado, por supuesto. La universidad lo habria entendido. «?Por que sufrir delante de tanta gente? Quedese en casa. Ponga en orden sus asuntos». Pero a Morrie no se le ocurrio la idea de abandonar.

En vez de ello, entro cojeando en el aula, que habia sido su hogar durante mas de treinta anos. A causa del baston, tardo bastante tiempo en llegar al sillon. Por fin, se sento, se quito las gafas y contemplo los rostros jovenes que le devolvian en silencio su mirada.

– Amigos mios, supongo que todos estan aqui para la clase de Psicologia Social. Llevo veinte anos impartiendo esta asignatura y esta es la primera vez que puedo decir que corren un riesgo al cursarla, pues padezco una enfermedad mortal. Quizas no viva hasta final del semestre.

»Si esto les parece un problema, y si desean anular su matricula en esta asignatura, lo comprendere.»

Sonrio.

Y asi dejo de tener su secreto.

La ELA es como una vela encendida: te funde los nervios y te deja el cuerpo como un monton de cera. Suele empezar por las piernas, y va subiendo. Pierdes el control de los musculos de los muslos, de manera que no eres capaz de mantenerte de pie. Pierdes el control de los musculos del tronco, de modo que no eres capaz de mantenerte sentado y erguido. Al final, si sigues vivo, estas respirando por un tubo que te pasa por un agujero de la garganta, mientras tu alma, completamente despierta, esta presa en una cascara flacida, quizas capaz de pestanear, o de chascar la lengua, como un ser de una pelicula de ciencia ficcion, el hombre congelado dentro de su propia carne. Esto no tarda en llegar mas de cinco anos contados desde el dia

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