Mire a Morrie y comprendi de pronto por que le gustaba que mi inclinase sobre el para ajustarle el microfono, para mover las almohadas o para secarle los ojos. El contacto humano. A sus setenta y ocho anos, estaba dando como adulto y recibiendo como nino.
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Aquel mismo dia, mas tarde, hablamos de la vejez. O quizas debiera decir que hablamos del miedo a la vejez, que era otro de los puntos de mi lista de «las cosas que inquietan a mi generacion». Cuando venia del aeropuerto de Boston habia contado por el camino los carteles publicitarios en los que salian personas jovenes y guapas. Habia un joven guapo con sombrero de vaquero, fumandose un cigarrillo, dos jovenes hermosas sonriendo ante un frasco de champu, una adolescente de aspecto sensual con los vaqueros desabrochados, y una mujer provocativa con un vestido de terciopelo negro junto a un hombre de smoking, sujetando sendos vasos de whisky escoces.
No habia visto ni un solo personaje que pudiera aparentar mas de treinta y cinco anos. Dije a Morrie que yo ya me sentia en la cuesta abajo, por mucho que intentaba desesperadamente mantenerme en la cumbre. Hacia ejercicio constantemente. Tenia cuidado con lo que comia. Me observaba las entradas del pelo en el espejo. Habia pasado de estar orgulloso de decir mi edad, por todo lo que habia conseguido tan joven, a no tocar el tema, por el miedo a estarme acercando demasiado a los cuarenta, y, por lo tanto, al olvido profesional.
Morrie tenia una vision mejor de la vejez.
– Toda esa importancia que se da a la juventud… yo no me la trago -dijo-. Mira, se lo triste que puede resultar el ser joven, asi que no me digan que es tan maravilloso. Todos aquellos chicos que acudian a mi con sus penalidades, sus luchas, sus sentimientos de ineptitud, su sensacion de que la vida era desgraciada, que se sentian tan mal que se querian suicidar…
»Y ademas de todas las tristezas, los jovenes no son sabios. Tienen un entendimiento de la vida muy limitado. ?Quien quiere vivir todos los dias cuando no sabe lo que esta pasando? ?Cuando la gente te manipula, te dice que si te compras tal perfume seras guapa, o que si te compras tal par de vaqueros seras atractivo… y tu te lo crees? Es absurdo.»
– ?No tuviste tu nunca miedo a hacerte viejo? -le pregunte.
– Mitch, yo
– ?Que la abrazas?
– Es muy sencillo. Cuando creces, aprendes mas. Si te quedaras en los veintidos anos, serias siempre tan ignorante como cuando tenias veintidos anos. El envejecimiento no es solo decadencia, ?sabes? Es crecimiento. Es algo mas que el factor negativo de que te vas a morir, tambien es el factor positivo de que entiendes que te vas a morir, y de que vives por ello una vida mejor.
– Si -dije yo-, pero si es tan valioso envejecer, ?por que dice siempre la gente: «Ay, si yo volviera a ser joven»? Nunca se oye a nadie decir: «Ojala tuviera sesenta y cinco anos».
Sonrio.
– ?Sabes lo que se trasluce en eso? Vidas insatisfechas. Vidas no realizadas. Vidas que no han encontrado sentido. Porque, si has encontrado un sentido en tu vida, no quieres volverte atras. Quieres seguir adelante. Quieres ver mas, hacer mas. No quieres esperar a tener sesenta y cinco anos.
«Escucha. Debes saber una cosa. Todos los mas jovenes deben saber una cosa. Si estas luchando siempre contra el envejecimiento, vas a ser siempre infeliz, porque te va a llegar en todo caso.
»Y, Mitch…
Bajo la voz.
»La verdad es que tu te vas a morir al final.
Asenti con la cabeza.
»No importara lo que te digas a ti mismo.»
– Ya lo se.
– Pero espero que eso no pase hasta dentro de mucho, mucho tiempo - dijo.
Cerro los ojos con un aire de paz y me pidio que le colocase las almohadas detras de la cabeza. Necesitaba que le colocasen el cuerpo constantemente para estar comodo. Estaba sujeto en el sillon con almohadas blancas, con goma-espuma amarilla y con toallas azules. A primera vista parecia que estuvieran embalando a Morrie para transportarlo.
– Gracias -susurro mientras yo movia las almohadas.
– No hay de que -dije yo.
– Mitch. ?Que piensas?
Hice una pausa antes de responder.
– Bueno -dije-, me pregunto como es que no envidias a las personas mas jovenes y mas sanas.
– Ah, supongo que las envidio.
Cerro los ojos.
«Las envidio porque son capaces de ir al gimnasio o de ir a nadar. O a bailar. Sobre todo lo de bailar. Pero la envidia me invade, yo la siento, y despues la suelto. ?Recuerdas lo que dije del desapego? Sueltalo. Decirte a ti mismo: «Esto es envidia, y ahora voy a apartarme de ella». Y te alejas.»
Tosio, una tos larga, rasposa, y se llevo a la boca un panuelo de papel y escupio debilmente en el. Alli sentado, yo me sentia mucho mas fuerte que el, desproporcionadamente mas fuerte, como si pudiera levantarlo y echarmelo al hombro como un saco de harina. Mi superioridad me turbaba, pues yo no me sentia superior a el en ningun otro sentido.
– ?Como consigues no envidiar…?
– ?Que?
– No envidiarme a mi.
Sonrio.
– Mitch, es imposible que los viejos no envidiemos a los jovenes. Pero la cuestion es aceptar quien eres y gozar de ello. Este es tu momento de tener treinta y tantos anos. Yo tuve mi momento de tener treinta y tantos anos, y ahora es mi momento de tener setenta y ocho.
«Tienes que encontrar lo que hay de bueno, de verdadero y de hermoso en tu vida tal como es ahora. Si miras atras, te vuelves competitivo. Y la edad no es una cuestion de competitividad.»
Suspiro y bajo los ojos, como para ver como se dispersaba su aliento por el aire.
»La verdad es que una parte de mi tiene todas las edades. Tengo tres anos, tengo cinco anos, tengo treinta y siete anos, tengo cincuenta anos. He pasado por todas estas edades y se como son. Me encanta ser un nino cuando es adecuado ser un nino. Me encanta ser un viejo sabio cuando es adecuado 'ser un viejo sabio. ?Piensa todo lo que puedo ser! Tengo todas las edades hasta la mia. ?Lo entiendes?»
Asenti con la cabeza.
«?Como puedo tener envidia de que estes donde estas… cuando yo mismo he estado alli?»
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