Hizo una pausa y me miro.

– Me estoy muriendo ?no es asi?

– Si.

– ?Por que crees que es tan importante para mi oir los problemas de otras personas? ?Acaso no tengo bastante dolor y sufrimiento propios?

«Claro que los tengo. Pero lo que me hace sentirme vivo es dar a los demas. No es mi coche ni mi casa. No es mi aspecto cuando me miro al espejo. Cuando doy mi tiempo, cuando puedo hacer sonreir a alguien que se sentia triste, me siento todo lo sano que puedo sentirme.

»Haz las cosas que te salen del corazon. Cuando las hagas, no estaras insatisfecho, no tendras envidia, no desearas las cosas de otra persona. Por el contrario, lo que recibiras a cambio te abrumara.»

Tosio e intento coger la campanilla que estaba en la silla. Tuvo que tantearla varias veces, y por ultimo la cogi yo y se la puse en la mano.

– Gracias -susurro. La agito debilmente, intentando llamar a Connie…

– A ese tal Ted Turner -dijo Morrie-, ?no se le pudo ocurrir ninguna otra cosa que escribir en su lapida?

Cada noche, cuando me duermo, me muero. Y a la manana siguiente, cuando me despierto, renazco.

MAHATMA GANDHI

El noveno martes

Hablamos de como perdura el amor

Las hojas habian empezado a cambiar de color y hacian del viaje a traves de West Newton un retrato de oro y herrumbre. Alla en Detroit, el enfrentamiento laboral se habia estancado, pues cada uno de los bandos acusaba al otro de falta de comunicacion. Las noticias de la television eran igualmente deprimentes. En una zona rural de Kentucky, tres hombres habian arrojado pedazos de una lapida desde un puente, habian destrozado el parabrisas de un coche que pasaba y habian matado a una muchacha adolescente que viajaba con su familia en una peregrinacion religiosa. En California, el juicio de O. J. Simpson se aproximaba a su desenlace, y todo el pais parecia obsesionado. Hasta en los aeropuertos se habian instalado televisores conectados con la CNN para que uno pudiera enterarse de la marcha del caso de O. J. mientras se dirigia a la puerta de embarque.

Yo habia intentado varias veces llamar a mi hermano, que estaba en Espana. Le habia dejado mensajes diciendole que tenia verdaderos deseos de hablar con el, que habia estado pensando mucho en el y en mi. Algunas semanas mas tarde recibi un breve mensaje en que decia que todo iba bien pero que, sintiendolo mucho, no tenia ganas de hablar de su enfermedad.

Lo que estaba hundiendo a mi viejo profesor no era hablar de su enfermedad sino la enfermedad misma. Desde mi ultima visita, una enfermera le habia insertado un cateter en el pene por el que salia la orina, que pasaba por un tubo y se recogia en una bolsa que estaba al pie de su sillon. Sus piernas necesitaban atenciones constantes -todavia podia sentir el dolor, aunque no podia moverlas; era otra de las crueles paradojas de la ELA-, y si no tenia los pies suspendidos a una distancia precisa de los bloques de gomaespuma, sentia como si le estuvieran pinchando con un tenedor. A mitad de una conversacion, Morrie tenia que pedir a sus visitas que le levantasen el pie y que se lo movieran solo dos centimetros, o que le colocasen la cabeza para que encajara mejor en el hueco de las almohadas de colores. ?Os imaginais lo que es no poder mover la cabeza?

En cada visita parecia que Morrie se iba fusionando mas con su sillon, que su columna vertebral adquiria la forma del sillon. Con todo, insistia todas las mananas en que lo levantaran de la cama y lo llevaran en la silla de ruedas a su despacho, en que lo depositaran alli entre sus libros y sus papeles y con el hibisco del alfeizar. De una manera muy suya, encontraba algo de filosofico en aquello.

– Lo resumo en mi ultimo aforismo -me dijo.

– Dimelo.

– Cuando estas en la cama, estas muerto.

Sonrio. Solo Morrie era capaz de sonreir por una cosa asi.

Habia recibido llamadas de la gente del programa «Nightline» y del propio Ted Koppel.

– Quieren venir a hacer otro programa conmigo -dijo-. Pero dicen que quieren esperar.

– ?A que? ?A que estes dando el ultimo suspiro?

– Puede ser. En todo caso, no me falta tanto.

– No digas eso.

– Perdona.

– Eso me fastidia: que quieran esperar a que te consumas.

– Te fastidia porque te preocupas por mi.

Sonrio.

»Mitch, es posible que se esten sirviendo de mi para crear un pequeno drama. Esta bien. Es posible que yo tambien me este sirviendo de ellos. Me ayudan a transmitir mi mensaje a millones de personas. No podria conseguirlo sin ellos ?verdad? De modo que es un acuerdo.»

Tosio, y la tos se convirtio en un largo gargarismo que termino con otra flema en un panuelo de papel arrugado.

– En todo caso -dijo Morrie-, yo les dije que mas les valia no esperar demasiado o ya no tendre voz. Cuando esto me llegue a los pulmones, puede resultarme imposible hablar. Ya no puedo hablar mucho tiempo sin tener que descansar. Ya he anulado las citas con muchas personas que querian hablar conmigo. Son muchos, Mitch. Pero estoy demasiado fatigado. Si no puedo ofrecerles la atencion adecuada, no puedo ayudarles.

Mire la grabadora sintiendome culpable, como si le estuviera robando el tiempo precioso de habla que le quedaba.

– ?Quieres que lo dejemos? -le dije-. ?Te vas a cansar demasiado?

Morrie cerro los ojos y sacudio la cabeza. Parecia que estaba esperando a que se le pasara un dolor callado.

– No -dijo por fin-. Tu y yo tenemos que seguir. Es nuestra ultima tesina juntos, ya lo sabes.

– Nuestra ultima tesina.

– Nos interesa hacerlo bien.

Pense en la primera tesina que habiamos preparado juntos, en la universidad. Habia sido idea de Morrie, por supuesto. Me habia dicho que yo tenia la preparacion suficiente para preparar una tesina, cosa que yo no me habia planteado nunca.

Y aqui estabamos, haciendo lo mismo una vez mas. Empezando por una idea. Un moribundo habla a un vivo, le dice lo que debe saber. Esta vez yo tenia menos prisa por terminar.

– Ayer me hicieron una pregunta interesante -dijo ahora. Morrie, mirando por encima de mi hombro un tapiz que estaba a mi espalda, hecho de retazos con mensajes llenos de esperanza que

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