– Estoy comenzando a tomarle afecto.

Y era verdad. Koppel ya decia que Morrie era «amigo suyo». Mi viejo profesor habia inspirado compasion incluso a la gente del mundo de la television.

En la entrevista, que tuvo lugar una tarde de viernes, Morrie llevaba puesta la misma camisa del dia anterior. Por entonces solo se cambiaba de camisa cada dos dias, y aquel era el dia segundo, de modo que ?por que iba a cambiar su costumbre?

A diferencia de las dos sesiones anteriores entre Koppel y Schwartz, aquella se realizo por entero en el despacho de Morrie, donde Morrie se habia, convertido en prisionero de su sillon. Koppel, que beso a mi viejo profesor al saludarlo, tenia que apretarse junto a la libreria para poder ser visto por el objetivo de la camara.

Antes de empezar, Koppel le pregunto por la marcha de la enfermedad.

– ?Vas muy mal, Morrie?

Morrie levanto debilmente una mano hasta la mitad del vientre. Solo llegaba hasta alli.

Koppel entendio la respuesta.

La camara empezo a rodar y comenzo la tercera y ultima entrevista. Koppel pregunto a Morrie si tenia mas miedo ahora que la muerte estaba cerca. Morrie dijo que no; a decir verdad, tenia menos miedo. Dijo que estaba abandonando en parte el mundo exterior, que no pedia que le leyeran el periodico tanto como antes, que no prestaba tanta atencion al correo como antes, y que, por el contrario, estaba escuchando mas musica y contemplando los cambios de color de las hojas a traves de su ventana.

Morrie sabia que otras personas padecian ELA, algunas famosas, tales como Stephen Hawking, el eminente fisico autor de Historia del Tiempo. Este vivia con un agujero en la garganta, hablaba por medio de un sintetizador informatico, escribia las palabras moviendo los parpados ante un sensor que recogia el movimiento.

Aquello era admirable, pero Morrie no queria vivir asi. Dijo a Koppel que cuando fuera el momento de despedirse, lo sabria.

– Ted, para mi vivir significa poder responder ante la otra persona. Significa poder manifestar mis emociones y mis sentimientos. Hablar con el otro. Sentir con el…

Suspiro.

»Cuando falte eso, faltara Morrie.»

Hablaron como amigos. Tal como habia hecho en las dos entrevistas anteriores, Koppel le pregunto por «el viejo test de la limpieza del culo», esperando quizas una respuesta humoristica. Pero Morrie estaba demasiado cansado para sonreir siquiera. Sacudio la cabeza.

– Cuando me siento en el inodoro, ya no puedo sentarme erguido. Me caigo constantemente, de modo que tienen que sujetarme. Cuando he terminado, me tienen que limpiar. Hasta ahi ha llegado.

Dijo a Koppel que queria morir con serenidad. Formulo su ultimo aforismo: «No abandones demasiado pronto, pero no te aferres demasiado tiempo».

Koppel asintio con la cabeza, dolorosamente. Solo habian pasado seis meses entre el primer programa de «Nightline» y aquel, pero Morrie Schwartz era, claramente, una forma hundida. Se habia descompuesto ante el publico de la television nacional, como una miniserie de una muerte. Pero al irse pudriendo su cuerpo, su caracter brillaba con mas fuerza todavia.

Hacia el final de la entrevista, la camara encuadro a Morrie -Koppel no salia siquiera en la imagen, solo se oia su voz en off-, y el entrevistador pregunto a mi viejo profesor si queria decir algo a los millones de personas a las que habia conmovido. Aunque su intencion no fue aquella, yo no pude evitar pensar en el momento en que a un condenado a muerte le preguntan si quiere decir unas ultimas palabras.

– Sed compasivos -susurro Morrie-. Y sed responsables los unos de los otros. El mundo seria un lugar mucho mejor con solo que aprendiesemos estas lecciones.

Respiro, y despues anadio su mantra:

»Amaos los unos a los otros, o morireis.»

Se puso fin a la entrevista. Pero, por algun motivo, el camara siguio rodando y se recogio una ultima escena en la pelicula.

– Lo has hecho muy bien -dijo Koppel.

Morrie sonrio debilmente.

– Te he dado lo que tenia -susurro.

– Siempre lo das.

– Ted, esta enfermedad me esta golpeando el espiritu. Pero no se aduenara de el. Se aduenara de mi cuerpo. No se aduenara de mi espiritu.

Koppel estaba al borde de las lagrimas.

– Has estado bien.

– ?Lo crees asi?

Morrie levanto los ojos al techo.

«Estoy negociando con El, el de arriba, ahora mismo. Le estoy preguntando: «?Se me concede un puesto de angel?»

Era la primera vez que Morrie reconocia que hablaba con Dios.

El duodecimo martes

Hablamos del perdon

«Antes de morir, perdonate a ti mismo. A continuacion, perdona a los demas.»

Esto sucedia pocos dias despues de la entrevista de «Nightline». El cielo estaba lluvioso y oscuro, y Morrie estaba cubierto con una manta. Yo estaba sentado junto al extremo de su sillon, sujetandole los pies desnudos. Estaban retorcidos y llenos de callos, y tenia las unas de los dedos amarillas. Yo tenia un pequeno bote de pomada y tome un poco en las manos y me puse a aplicarle un masaje en los tobillos.

Era otra de las cosas que habia visto hacer a sus asistentes durante meses enteros, y ahora, en un intento de agarrarme a lo que pudiera de el, me habia brindado a hacerlo yo. La enfermedad habia dejado a Morrie incapaz de mover siquiera los dedos de los pies, pero todavia podia sentir el dolor, y los masajes contribuian a aliviarselo. Ademas, por supuesto, a Morrie le gustaba que lo cogieran y lo tocaran. Y por entonces yo estaba dispuesto a hacer cualquier cosa que estuviera en mi mano para hacerlo feliz.

– Mitch -dijo, volviendo al tema del perdon-, no tiene sentido guardarse la venganza ni la terquedad. Son cosas -suspiro-, son cosas que lamento mucho en mi vida. El orgullo. La vanidad. ?Por que hacemos lo que hacemos?

Mi pregunta habia versado acerca de la importancia del perdon. Yo habia visto esas peliculas en que el patriarca de la familia esta en su lecho de muerte y llama a su lado al hijo que habia repudiado para poder hacer las paces con el antes de morir. Me pregunte si Morrie tenia dentro algo asi, una necesidad repentina de decir «lo siento» antes de morir.

Morrie asintio con la cabeza.

– ?Ves esa escultura? -dijo, indicandome con la cabeza un busto que estaba colocado en un lugar alto, en una estanteria de la pared del fondo de su despacho. En realidad, yo no me habia fijado nunca en ella. Era el rostro, fundido en bronce, de un hombre de poco mas de cuarenta anos, con corbata y con un mechon de pelo que le caia sobre la frente.

– Ese soy yo -dijo Morrie-. Un amigo mio lo esculpio hace cosa de treinta anos. Se llamaba Norman. Pasabamos mucho tiempo juntos. Ibamos a nadar. Haciamos excursiones a Nueva York. Me

Вы читаете Martes Con Mi Viejo Profesor
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×