muchos problemas. Y si no teneis un catalogo comun de valores en la vida, vais a tener muchos problemas. Vuestros valores deben ser semejantes.

»Y ?sabes, Mitch, cual es el mayor de esos valores?

– ?Cual?

– Vuestra fe en la importancia de vuestro matrimonio.

Se sorbio la nariz y cerro los ojos un momento.

»Personalmente -dijo con un suspiro, con los ojos todavia cerrados-, creo que el matrimonio es una tarea muy importante, y que si no lo pruebas te estas perdiendo una barbaridad de cosas.»

Puso fin al tema citando la poesia en que creia como en una oracion: «Amaos los unos a los otros o perecereis».

– Bien, una pregunta -digo a Morrie. Sujeta con los dedos huesudos sus gafas sobre el pecho, que le sube y le baja con cada respiracion trabajosa.

– ?Cual es la pregunta? -dice.

– ?Recuerdas el libro de Job?

– ?De la Biblia?

– Eso es. Job es un buen hombre, pero Dios le hace sufrir. Para poner a prueba su fe.

– Lo recuerdo.

– Lo despoja de todo lo que tiene, de su casa, de su dinero, de su familia…

– De su salud.

– Lo pone enfermo.

– Para poner a prueba su fe.

– Eso es. Para poner a prueba su fe. Entonces, me pregunto…

– ?Que te preguntas?

– ?Que opinas de eso?

Morrie tose violentamente. Le tiemblan las manos mientras el las deja caer junto a sus costados.

– Creo que a Dios se le fue la mano -dice, sonriendo.

El undecimo martes

Hablamos de nuestra cultura

«Peguele mas fuerte.»

Doy una palmada en la espalda de Morrie.

– Mas fuerte.

Le doy otra palmada.

– Cerca de los hombros… ahora abajo.

Morrie, vestido con pantalon de pijama, estaba tendido en la cama sobre su costado, con la cabeza apoyada firmemente en la almohada, con la boca abierta. La fisioterapeuta me estaba ensenando a aflojar a golpes el veneno que tenia en los pulmones, cosa que por entonces habia que hacer regularmente, para impedir que se endureciera, para que siguiera respirando.

– Siempre… supe… que querias… pegarme… -dijo Morrie, jadeando.

– Si -le respondo, devolviendole la broma mientras golpeo con el puno la piel de alabastro de su espalda-. ?Esta, por el notable que me pusiste en tercer curso! ?Zas!

Todos nos reimos, con la risa nerviosa que sobreviene cuando el diablo esta al alcance del oido. Aquella escenita habria sido encantadora si no fuera lo que sabiamos todos, la gimnasia final antes de la muerte. La enfermedad de Morrie ya estaba peligrosamente proxima a su punto de rendicion, sus pulmones. Habia predicho que se moriria ahogado, y yo no podia imaginarme una manera mas terrible de morirse. A veces cerraba los ojos e intentaba absorber el aire por la boca y por la nariz, y parecia que estuviera intentando izar un ancla.

Al aire libre hacia un tiempo como para salir con chaqueta, principios de octubre; las hojas secas estaban recogidas en montones en los prados de West Newton. La fisioterapeuta de Morrie habia llegado hacia un rato, y yo solia retirarme cuando el tenia que reunirse con enfermeras o con especialistas. Pero con el transcurso de las semanas, al agotarse nuestro tiempo, cada vez me producia menos incomodidad la verguenza de lo fisico. Queria estar alli. Queria observarlo todo. Aquello no se ajustaba a mi manera de ser, pero la verdad es que tampoco se ajustaban muchas otras cosas que habian pasado en aquellos ultimos meses en casa de Morrie.

De modo que vi a la fisioterapeuta trabajar con Morrie en la cama, golpearle las costillas por la espalda, preguntarle si sentia que se le aflojaba la congestion por dentro. Y cuando ella se tomo un descanso, me pregunto si queria probar. Dije que si. Morrie, con la cara hundida en la almohada, esbozo una sonrisa.

– No muy fuerte -dijo-. Soy un viejo.

Le golpee la espalda y los costados, desplazandome segun las instrucciones de la fisioterapeuta. Me desagradaba la idea de que Morrie estuviera en la cama en cualquier circunstancia -me resonaba en los oidos su ultimo aforismo, «cuando estas en la cama, estas muerto»-, y acurrucado sobre su costado, era tan pequeno, estaba tan consumido, que tenia un cuerpo de nino mas que de hombre. Veia la palidez de su piel, las pocas canas sueltas, el modo en que le colgaban los brazos, sueltos e impotentes. Pense cuanto tiempo dedicamos a intentar dar forma a nuestros cuerpos, levantando pesas, haciendo flexiones, y al final la naturaleza nos lo quita todo en cualquier caso. Sentia bajo mis dedos la carne flacida que rodeaba los huesos de Morrie, y lo golpeaba con fuerza, tal como me decian. La verdad es que le estaba dando punetazos en la espalda cuando preferiria estar dando punetazos en la pared.

– Mitch -dijo Morrie, jadeando, con una voz que saltaba como un martillo pilon cuando yo le daba un punetazo.

– ?Que?

– ?Cuando… te he… puesto yo… un notable?

Morrie creia en la bondad innata de las personas. Pero tambien veia en que podian convertirse.

– Las personas solo son malas cuando se ven amenazadas -me dijo mas tarde, aquel mismo dia-, y eso es lo que hace nuestra cultura. Eso es lo que hace nuestra economia. Hasta las personas que tienen puestos de trabajo en nuestra economia se sienten amenazadas porque temen perderlos. Y cuando uno se siente amenazado, empieza a preocuparse unicamente de si mismo. Empieza a hacer del dinero un dios. Todo forma parte de esta cultura.

Suspiro.

Вы читаете Martes Con Mi Viejo Profesor
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×