mas frias y empezo a temblar. La mujer del piso tambien temblaba. Ahora podia verle la cara: tendria su edad, cuarenta o cincuenta anos y no chillaba: emitia un 'ah…' grave y gutural con cada sacudida de su cabeza. Solo un hombre, vestido con ropa de calle, se habia agachado para auxiliarla. Oyo que alguien decia 'epileptica' y que otros ordenaban inutilmente '?Hagan algo!' y '?Traigan un medico!', pero esos tambien buscaban abrirse paso por encima del cuerpo. El hombre agachado pedia ayuda y reclamaba un medico: no tenia fuerzas para impedir las sacudidas del cuerpo y la cabeza, que golpeaba contra el piso. Por un momento llego a sentir en la planta de los pies que los golpes de las sienes de esa mujer repercutian por el mosaico. Despues un rayo ilumino todo como el sol del mediodia. Una antena, a pocos metros de alli, permanecio durante varios segundos brotada de chispas. Muchos se volvieron para mirarla, y el gordo velludo dijo algo, y senalo hacia el lugar, pero ella ya lo habia visto y cuando el gordo la miro y le hablo, la antena habia dejado de chisporrotear. En ese momento los empujaron. Un grupo de parejas, desde el lado derecho, trataba de desplazarse hacia la puerta y los hombres apartaban a los que, como ella, ni querian ni podian abrirles. De todos modos, no valia la pena protegerse bajo el alero porque la lluvia y el granizo volaban horizontalmente. Y hacia cualquier lado, porque el viento, cuyo sentido podia advertirse mirando el trazo de las gotas, se entubaba en la terraza y la recorria en remolino, para escapar despues hacia lo alto, en el angulo norte, donde antes habia unos macetones con palmeras y ahora se amontonaban mesas, sillitas y reposeras junto a manteles y monticulos de basura. Horas despues uno dijo que habia llegado a ver una mesa que se levantaba con el mantel inflado como un paracaidas y giraba en el aire para salir volando y perderse hacia el lado de la avenida Callao. ?Seria posible? Mesas, manteles, bolsos y tantas cosas que volaron y terminaron perdiendose, estaban en aquel rincon norte y tambien en la pileta: unas hundidas y otras flotando y recorriendola movidas por el viento y por el remolino artificial del hidromasaje que estuvo funcionando hasta que se corto la electricidad. O la cortaron. Eso se oia: un plural. 'Que abran la puerta de una vez', '?Por que no vienen?' '?Por que no suben de una vez?' '?Trabaron todo!'. Era una lluvia de gritos, una catarata de plurales vacios porque nadie tendria una idea precisa acerca de quienes debian ser 'ellos'. En realidad, nadie debia tener una idea precisa sobre nada, salvo el hombre que trataba de asistir a la epileptica y habia conseguido ponerle en la boca una servilleta recogida del piso, y gritaba que, de ese modo, no se cortaria la lengua con las dentelladas involuntarias. Pero tal vez se trague la servilleta y se ahogue, penso ella, y alguien dijo que habia visto un ahogado en la pileta, aunque pudo confundirlo la imagen de un mantel semiflotante.
Cosas, manteles en el agua: algunos parecian fantasmas danzando a pocos centimetros bajo de la superficie, subiendo y bajando del fondo, retorciendose. Alguien decia 'No somos chicos… ?No somos chicos!'. Era obvio: el tipo era un viejo y por lo demas, en la terraza no habia habido chicos. Ahora reclamaban un toallon mojado. '?Pasennos ya un toallon mojado, o un mantel mojado!', pedian los que estaban apretandose contra la puerta. Era ridiculo: no quedaba nada seco en todo el lugar. Penso que lo pedian para la epileptica, pero en seguida supo que necesitaban trapos para cubrir el cristal porque uno, que se habia armado con la base del microfono de la tarima, no se atrevia romper los cristales temiendo que estallaran. 'A veces puede explotar y te dejan ciego', explicaba. 'Dale boludo…', grito ella, animandolo, y en seguida alguien la imito gritando: '?Dale maricon!'. Pero el tipo no tenia fuerza: golpeo tres veces contra el cristal sobre el que habian adherido una bata de bano y tras el ultimo golpe, cayo la bata y el cristal seguia intacto. Todos le gritaron y el gordo velludo le arrebato el pesado atril y lo hizo girar por sobre su cabeza como un lanzador de martillo, creando un espacio libre a su alrededor y una avalancha de gente que retrocedia asustada. Al primer golpe cedio el cristal y se desmenuzo en pequenos prismas no mayores que las piedras del granizo que estaban por ahi. De la ventana emergio una bocanada de aire caliente: todos ya habrian olvidado el calor de la tarde, antes de la tormenta. Los ultimos en pasar a los vestuarios fueron los descalzos. Para ellos hicieron un camino de toallas y manteles plegados, aunque los fragmentos desperdigados del cristal no eran tan filosos como su forma y su brillo azulino llevaba a temer. En el vestuario de mujeres consiguio una toalla seca, pero no bien se seco el pecho y los brazos y se disponia a secarse el pelo, una mujer se la reclamo mintiendo que era suya. Prefirio no discutir y se calzo la bombacha y el jean con las piernas y los pies todavia mojados. Los brazos y los hombros le dolian. Podia reconocer por el roce de la blusa los puntos donde mas fuerte habia impactado el granizo. Ahora debia bajar diecisiete o dieciocho pisos en la semioscuridad cargando su bolso con los brazos doloridos. Muchos ya estaban bajando y hablaban a los gritos, como si por la escalera y los pasillos los persiguiera la tormenta. Habian entrado a la epileptica que seguia temblando y sacudiendose, pero asistida ahora por dos hombres y una mujer a los que se habia agregado un policia. Los que bajaban detras suyo comentaban a los gritos que los policias habian subido por la denuncia sobre un ahogado que alguien habia hecho desde un celular, pero que, llegados a la terraza, dijeron que si estaba sumergido, el trabajo de rescate y la confeccion de las actas correspondia al cuerpo especial de bomberos. Se detuvo en el decimo piso. Alli tenian un apartamento promocional, para mostrar a los futuros clientes y a las agencias de turismo las comodidades del lugar. Aprovecho a conocerlo y, de paso, tomar aliento porque bajar cargando el bolso, con tanto dolor de brazos y de espalda, haciendo equilibrio sobre los tacos altos de las sandalias y calculando cada escalon para no tropezar la habian agotado. Tampoco el departamento tenia electricidad, pero recibia la luz desde una ventana que daba al rio. La lluvia habia disminuido y se podia ver el puerto y mas alla el agua marron. No vio ningun velero. Era como si se hubiesen volado por la tormenta, o si los hubiera sepultado la lluvia. Quiza tambien alli alguien se hubiera ahogado. Otros curiosos que bajaban -uno de ellos seguia en short, y empapado- dijeron que habian llegado los bomberos y se burlaban porque habian traido dos medicos y un buzo tactico para rescatar al ahogado. El de short parecia indignado y se dirigio a ella reprochando el absurdo de la reglamentacion policial que requeria un buzo para sacar un cuerpo de un lugar donde el agua no pasaba de la altura del ombligo de un hombre normal. ?Y si la persona estuviera viva o pudiera reanimarse lo dejarian morir igual…?, protestaba. Ella no respondio: el tipo estaba fuera de si y ni valia la pena averiguar por que no se habia cambiado, ni por que no se habia secado con alguno de los kimonos de toalla que habia tirados por la escalera. Ella no llego a ver al buzo ni a los medicos, pero en los dias siguientes, las veces que lo conto, sin llegar a decirlo imagino una pareja de muchachos de guardapolvos junto a un hombre vestido con traje de neopreno y calzado con aletas de nadador. Es algo natural: son cosas que siempre suceden cuando uno cuenta lo que vio.
Estan los acondicionadores de aire, circunstancialmente detenidos, pero pronto volveran a funcionar. Estan los ascensores, momentaneamente detenidos, pero pronto volveran a circular. Estan los pasillos, las escaleras, y los tramos de descanso de los entrepisos, debilmente alumbrados por las linternas de emergencia: amarillea la luz, poco se ve. Estan los hombres agrupandose. Hablan en voz muy alta como si no estuvieran a pocos centimetros de quien debe escucharlos, algunos se apartan y suben por la escalera, y otros se apartan para bajar gritando que iran a buscar algo y prometiendo volver. Casi nadie los oye ni le presta atencion. Estan las mujeres, pocas, con bolsos. Hablan de ir a preparar los bolsos y de buscar un auto, o el auto. Algunas salen con un hombre y miran hacia atras. Otras discuten con dos hombres, en voz mas baja que los hombres, pero con ademanes de recriminar algo. Una se fue bajo lluvia, mojandose, indiferente a la lluvia o a la llovizna gruesa en que la lluvia se habia convertido. Ni busco reparo en la pared, que por su altura y con los balcones que cada tantos metros despuntaban hacia la calle, creaba una zona de goteo muy ralo. Otras salieron y corrieron taconeando hacia la galeria comercial seguidas por algunos hombres. Despues se separaron y unas quedaron bajo el alero de una tienda, haciendo senas que algun taximetro les respondia con un guino de luz. El resto del grupo entro a la galeria, seguramente para acceder a las cocheras del subsuelo. De los moviles estacionados frente al apart, alguno de los cuales habia montado las ruedas de la derecha sobre el cordon ocupando un tercio de la vereda, subian y bajaban uniformados. Intercambiaban frases breves, se daban ordenes, operaban equipos portatiles de radiocomunicacion y trataban de evitar que los mojara la llovizna y las gotas gruesas que drenaban balcones y voladizos: efectos, restos de la tormenta.
Es natural, sucede siempre cuando el que estuvo ahi cuenta lo que vio. Aunque no haya terminado la tormenta, basta haber visto y oido que se atenuaron gradualmente el viento y el ruido de la lluvia, para interpretar la tormenta como un resto de algo que fue y que pronto terminara de pasar.
Todo es distinto para quien oye. Bien instalado y asistido, uno de estos nuevos grabadores digitales de doce pistas registra una docena de fuentes de sonido simultaneamente. Un oido experto puede escucharlas en otros tantos planos sonoros, y decidir, en cada tramo, cuales pistas conviene copiar a la matriz -el 'master'- para que los tecnicos purifiquen el registro, filtren interferencias y abrevien la grabacion facilitando eventuales transcripciones.